lunes, 14 de septiembre de 2020

Me rindo.

Desde hace casi dieciséis años, por allá en un Noviembre, me di cuenta que soy un fracaso. Como persona, como profesional, como ser humano, como ser racional. Mi hermano siempre tuvo la razón en todo, decía siempre que era un perdedor, un fracasado, un incapaz; incluso desde antes de esa fecha fatal para mis sueños y mis aspiraciones. Mi mamá, siempre me ha dicho que todo lo que hago está mal, y desde la primera vez que le escuché decir eso, me desanimé tanto que ya no me nace hacer algo que involucre cualquier destreza, por más sencilla que sea, porque siempre habrá una crítica, una mala mirada, un gesto de desaprobación; terminé incluso, por reaccionar frunciendo el ceño a cualquier reacción negativa sobre cualquier cosa que me involucre, porque me harté de que todo lo que hago, es lo peor que se puede hacer y porque mi actuar ya no tiene ninguna valía ante la sociedad, ni siquiera para mi familia.

Hace años aprendí que siempre quedan cicatrices cuando se tropieza, y soy de los que creo que los tropiezos son perjudiciales, así los optimistas tóxicos digan que eso no es nada. Odio tropezar, odio caer, y cada vez que eso pasa, paso por humillaciones increíbles que ni siquiera Dios las perdona. Cuando algo malo pasa conmigo, todos aquellos que detestan mi existencia, se alegran socarronamente, y son capaces incluso de hacer una señora fiesta; seguro estoy de que si lo que deseo desde ese maldito día de Noviembre se cumple, este mundo se regocijará y verá cómo alguien que siempre quiso hacer lo correcto y supo ganarse lo poco que tiene siendo honesto y leal desaparece para alegrar el semblante de aquellos que creen que siendo groseros, desalmados, hipócritas y envidiosos hacen más por este mundo y la sociedad que lo puebla.

Los pocos trabajos que he tenido me han dado más problemas que satisfacciones, el último, el que conseguí con mérito, me dejó una mancha que jamás se va a borrar, porque tengo que permitir que trapeen el piso con mi dignidad. No puedo exigir nada, no puedo corregir situaciones anómalas, no puedo ser quien soy, porque termino siendo el malo del paseo, el villano, el autoritario, el desquiciado, el loco, todos los apelativos que se les ocurra. Ya me harté de ser el hazmerreír del país y la vergüenza de mi familia, desde ese maldito día los avergoncé y lo mejor que podía haber hecho era desaparecer del mundo.

Sé que me he equivocado de diversas formas, y como soy yo, nadie, ni Dios, me las ha perdonado. Todo ha sido castigado. Lo merezco, de acuerdo. No vale la pena pedir perdón ahora, porque ya no sirve. A mí sí que me ha tocado pasar de largo y hacerme el ciego en muchas cosas malas que me han hecho. Quisiera cobrar todo como me han cobrado mis equivocaciones, pero seguramente las soluciones terminan siendo peores, de consecuencias lamentables. Soy una persona horrible física y moralmente. ¿Quién se junta con una persona así? ¿De qué me sirve tener algo de moral, de ética, de supuesta nobleza, si todo lo que han dicho de mí –malo, por supuesto- es una verdad de a puño y muchos se han alejado?

No disfruto de muchos placeres que otros han disfrutado, porque como lo dije, soy una persona horrible, y peor aún, sin atractivo y sin algo en común, además de no concordar con las supuestas modas que impone esta sociedad vacía y sin ningún atisbo de valores. No tengo ni tuve ni tendré pareja y las personas que he querido, me han rechazado, por mis errores y por mis carencias. No soy un borracho, gracias a los antecedentes familiares. No fumo ni siquiera un cigarrillo. No bailo. A duras penas interpreto un instrumento musical. Escasamente sé leer y escribir. Escasamente me puedo levantar de la cama para asearme y realizar mis funciones fisiológicas. ¿A quién puede interesarle juntarse con una persona que tiene una vida simple y sin gracia?

Ya no tengo a nadie para hablar. Todos han hecho una vida y la tienen. Con pareja, con descendencia, con dinero, con estudios, con un sitio digno donde vivir. Yo, tengo que vivir del rebusque, de lo que dejan los demás, intentando conseguir una felicidad que no existe, intentando sobrevivir a la supervivencia. Con lo que establece este país, me será difícil jubilarme con un recurso que me permita siquiera comprar algo de comer, por no decir imposible. Ya dejé de creer en lo espiritual, y el Señor Jesucristo, sabe de primera mano que quiero acabar con esto, porque no doy más.

¿Por qué me rindo? No doy más, ya lo dije. No encajo en un mundo donde la perfección significa ser el chacho, ser el más atractivo, ser el que tenga el pelo teñido con el último corte de moda, ser el que tenga más mercurio dibujado en la piel, ser el que sepa todas las canciones de los ídolos de moda, ser el que tenga los pectorales y los bíceps bien formados, ser el que aguante más tiempo en la cama, ser el que beba más alcohol sin caerse y ser el que fume más tabaco o marihuana sin asfixiarse. En serio, no encajo. Ya me harté de las burlas sistemáticas por reflejar lo poco bueno que me enseñaron en la casa y en la escuela, los valores que se suponen que todos debemos reflejar, pero que lo hacen solo de fachada. A mí me enseñaron que las cosas se hacen de la mejor forma posible, o de lo contrario, no hacerlas. Y me quedé con lo segundo, ya no vale ni siquiera intentar hacer algo. Fracasé. Ya no quiero llegar a viejo. Ya quiero esperar que vengan por mí.

¿O debería ir yo personalmente? De veras, lo he considerado durante todos estos años. Deseo dormir y nunca volver a despertar. Les hago un favor a todos. Hay cosas que me deben, pero no me llenan. Nada mejor para esta sociedad sería el desaparecer de la faz de la tierra y darle un motivo para la alegría, para la fiesta, para el jolgorio. Todos aquellos que me detestan, gozarán bailando sobre mi ataúd. Esperaría realmente, que si me voy de este mundo, ni siquiera el funeral lo hagan, es mejor que me despedacen, me quemen y tiren lo poco que quede al basurero, porque allá pertenezco, no merezco siquiera tener un sitio en las tierras del Señor.

Siendo así, me rindo. Ni mi presencia ni mi moral son dignas de pertenecer a este mundo. Espero sinceramente que lo que dije en el anterior párrafo, se cumpla a cabalidad, porque los conozco y porque sé que son capaces. Y les agradezco también, no comentarle nada de esto a la familia que supuestamente tuve, porque ellos, en vez de apoyarme, se han puesto del lado de ustedes, ridiculizándome, agrediéndome y despreciándome al punto de llegar a esta decisión.

Hasta la eternidad.

sábado, 6 de abril de 2019

Nueve: Tranquilidad merecida.

Hoy necesitaba dormir lo suficiente, pero no como hace dos semanas, pues debía arreglar un poco mi cuarto y buscar algunas cosas que probablemente haya refundido.  Lo cierto, es que esta semana que termina fue peor que las anteriores, ya que enfermé horriblemente -una jaqueca combinada con malestares en el cuello de los cuales no tengo un recuerdo reciente- y temí lo peor respecto a mi integridad.

No pude cenar, ya que preciso a la hora que debía salir al sitio donde me ofrecen la alimentación, llegó alguien a la sala y me dejó frenado por dos horas.  Seguro me ganaré una reprimenda de la señora que de buena fe cocina para mí.  No hay tiempo para lamentarlo.  Alcancé a realizar la actividad de mi maestría, y eso que con algo de mala gana.

En una semana espero estar en casa, la necesito, para olvidar todos estos malos tragos de esta etapa.  ¿Merezco más tranquilidad?  Quizá, pero aquí estoy olvidando otros malos tragos que se acumularon por casi treinta y cinco años.

viernes, 5 de abril de 2019

Diez: El fin de una era.

Hoy se vivió uno de los días más tristes del fútbol de salón colombiano.

La selección nacional, aquella que suele darnos triunfos -más que el fútbol-, fue eliminada de forma triste, increíble y falta de esperanza del Mundial que se desarrolla en la Provincia de Misiones (Argentina).  Brasil, en un contragolpe causado por un horror de fundamentación del que se consideraba el mejor jugador del mundo, nos quitó la posibilidad de conseguir un tercer título mundial consecutivo y el cuarto de la historia para nosotros.  Desde 1997 no habíamos quedado por fuera de las semifinales mundialistas del fútbol de salón, incluyendo los eventos realizados por la extinta FIFUSA.

Colombia no se acomodó nunca en el Coliseo Ian Barney de Oberá.  En ese mismo coliseo, sufrió para vencer a una aguerrida y rocosa selección marroquí, que la tuvo contra las cuerdas durante buena parte de ese primer partido.  Hoy, se acentuaron todos los problemas mostrados el día lunes cuando se inauguró ese coliseo, y peor aún, el relevo generacional no funcionó como se esperaba, dependiendo en exceso de la veteranía y de la jerarquía de tipos como Pinilla, Estupiñán o Abril.

Pinilla, el mismo que cometió el error de intentar driblar a dos defensores que supieron escalonarse y marcarle para que no hiciera de las suyas, por poco regala el cuarto gol en una acción similar.  Estupiñán había manifestado su deseo de retirarse del deporte antes del Mundial, pero le suplicaron que se quedara y aceptó jugar ese evento, aún con su baja forma competitiva.  Se quedaron por fuera el goleador de la Copa Profesional -John Venté- y un gran prospecto como lo es Iván Monterrosa.  Lo cierto es que los "nuevos" jugadores que llegaron a la selección nacional no aportaron lo que debían, ya que, como cité, se dependió en exceso de los veteranos.

Este ha sido el segundo fracaso del deporte de conjunto más practicado en Colombia en menos de un año.  En Noviembre pasado, en Valledupar, un equipo que solo pensaba en hacer tacos y rabonas fue eliminado de forma contundente ante la vista perpleja de todo un país.  Hoy, cinco meses después, se confirma algo que puede ser la estocada final para el microfútbol, no hay un proceso deportivo firme que garantice la llegada de nuevos y mejores jugadores que los que están y no hay una seguridad financiera que le permita a la Federación de Fútbol de Salón y a la División Nacional continuar con los eventos nacionales y las Copas Profesionales.

Es difícil luchar contra los tentáculos de la FIFA y sus asociadas con su modalidad plagiada y falta de identidad, pero esta federación, con sus problemas, ha hecho posible que los torneos se mantengan, pero hay dirigentes que no son capaces de seguir una línea de pensamiento que respalde el actuar de Manuel Enrique Sánchez.  En Bogotá, la liga prácticamente es un espejismo, y en Cundinamarca, no es posible que en 116 municipios no encuentren talentos suficientes para confrontar a los que se ven en sus torneos, que difícilmente superan los veinte municipios participantes, sin contar a aquellos municipios que se dejaron tentar por aquel plagio y ya están viendo cómo los maltrata sistemáticamente la liga responsable de ese adefesio.

Sé que en el 2020 deben presentarse cambios en las estructuras directivas de varias ligas del país, espero que de todo corazón, esos cambios representen la necesidad de reflotar el deporte insignia del pueblo colombiano y no se vendan por un puñado de billetes de color púrpura a una modalidad representada por una entidad corrupta y desdeñosa como la Federación de Fútbol -me disculpan los practicantes del fútbol por los términos, pero el escándalo de la selección femenina y otras cosas que se comentaron en una edición de "El Alargue", de Caracol Radio, me dejan esa imagen-, manteniendo a los deportistas que se formaron en esas canchas de barrio en esa estructura y buscando el apoyo de la empresa privada, ya que como conocemos, le aporta más al fútbol que a otros deportes que incluso, han logrado medallas olímpicas.

¿También debe existir algún relevo en la dirección técnica de nuestra selección "micrera"?  Considero que sí.  Nadie niega la capacidad técnica del profesor Jaime Cuervo, a quien respeto y admiro, pero en esta ocasión, se equivocó y ya sabemos los resultados; la próxima Copa Profesional debe ser el campo de estudio para la escogencia del nuevo director técnico de la selección nacional y hay varios candidatos visibles.  En cuanto a los jugadores, muchos de ellos mostrando lealtad al deporte en el cual se formaron no cediendo a las vanas pretensiones de aquel plagio antes de "su" mundial en el 2016, deberán ser las voces cantantes de una renovación que se clama a gritos y defender la integridad de un deporte formado en las barriadas, que se ganó un espacio en el panorama deportivo nacional a pulso y que así los intereses económicos pretendan su desaparición, difícilmente perderá su estatus como parte íntegra de la identidad colombiana.

No siendo más, me entristeció ver derrotada a una gran selección, pero no puedo quedarme callado ante lo visto y analizado partido tras partido.  Es el fin de una era, pero si no nos movemos, podrá ser el fin de un bello y maravilloso deporte.

jueves, 4 de abril de 2019

Once: Frase que no me deja nada.

"Si usted no fuera tan odioso, más gente aquí lo querría".

Bueno...  ¿Y desde cuándo los pájaros le tiran a las escopetas?
¿Desde cuándo los más indisciplinados tienen el derecho de decirme cómo carajos tengo que mostrar ejemplo dentro de mi trabajo?
De la misma forma, ¿por qué ellos tienen el derecho de decirme cómo portarme socialmente?
Y como toda mi vida, los que de veras me aprecian, saben que primero soy honesto y correcto, no alegrón y alcahuete.

miércoles, 3 de abril de 2019

Doce: Indisposición.

De las cosas que más detesto en la vida, es que no respeten mi autoridad ni mi figura.  Hoy tuve el peor día de esta etapa y todo por culpa de un niñato indisciplinado.  Él, contagia con su grosería y falta de disposición al grupo con el que estudia, acentuando esta situación con el hecho de ser repitente.  Y por culpa de él, tuve que cancelar lo que restaba de clase -era Educación Física- y castigar al grupo no dejándolo pasar a tomar su refrigerio en el orden que corresponde.

No entiendo cómo hay padres de familia que no se preocupan lo suficiente por estas situaciones, incluso, viendo cómo les pasa la vida por delante sin hacer algo por corregirlas.  A mi compañero de Matemáticas lo desquició también y en ocasiones, a la misma directora de curso y al rector, quien es un alma de Dios, también los ha sacado de casillas.  Sinceramente, desearía que se desescolarizara ese niño, pero durante estos días escuché en la radio que no se puede realizar tal proceso así no más, y como si fuera poco, en mi colegio no hay orientadores especializados y mucho menos, coordinadores.

A mí me exigieron a los diez años, hace veinticinco, que debía ser más responsable social e individualmente, y cumplí, porque estuve muy cerca de que me aplicaran matrícula condicional por diversos hechos que fueron muy dudosos.  Aprendí de eso, que independientemente de lo mal pedagogo y mal didáctico que sea un profesor, hay que respetarlo, así como respetar a los mismos por su condición de adultos y a las instituciones donde uno asiste.  Así, me salvé de recibir más llamadas de atención en el maldito observador -porque tuve rector, porque sabían quién soy yo y por los milagros que hacía- y de paso, terminé graduándome con honores.

Hoy, mis compañeros pensaron que había dejado a ese grupo sin tomar refrigerio.  No sería capaz de hacerlo, sería una solemne estupidez y me ganaría un problema disciplinario.  Con ese mismo grupo, incluso, termino la clase diez o quince minutos antes para que tengan tiempo de tomar su refrigerio y alivianar la carga de trabajo de la encargada del restaurante.  ¿Qué más garantía puedo darle a todos?  Quizá no sea la forma correcta de hacer las cosas, pero esa alimentación hay que cuidarla y no se puede perder, máxime si estos niños y niñas no se alimentan bien en sus casas.

La consecuencia real de esto, es que terminé con dolores en la cabeza y en el cuello.  No recuerdo haber sufrido tales malestares recientemente, ni siquiera en el "trabajo", con las rabietas y peleas que sucedían ocasionalmente.  Temo por mi salud.  Espero poder descansar este fin de semana y que nunca suceda algo más grave, mañana tengo clase con otro grupo igual de complicado.  Dios sabe que no soporto a la gente irrespetuosa y de que me hago sentir, me hago sentir, pero no excediéndome, porque conmigo lo han hecho y los que lo hicieron, saben que algún día se les cobra.  Y sé, que si no transmito lo correcto, esta generación se convertirá en otra pérdida para la sociedad.