Se acabó. Simplemente, se acabó.
Así, a paso normal, aunque lo percibí un poco rápido, transcurrió este mes que se acabó.
Este mes, fue el final de una era y el inicio de otra nueva. Y estoy viviendo ese inicio.
Abril acostumbra ser un mes para dedicarlo a la reflexión, en especial a la religiosa, cuando corresponde. No fue la excepción para mí.
Abril no me dejó demasiados regalos, como lo había contado. Pero sigo aquí, desterrando a mis propios fantasmas y demonios. Sigo esperando el regalo que más deseo, pero requerirá de grandes dosis de paciencia.
Abril me dejó la satisfacción de contar con buena parte de mi familia a mi lado, sin necesidad de la presencia física.
Abril me motivó a seguir adelante, a pesar de todas las frustraciones que he tenido a lo largo de la última década vivida.
Abril me regaló un precioso y nostálgico viaje a Bogotá. Estoy mejorando en mis aspectos de salud, pero eso no me permite confiarme ni descuidarme. Ya tengo un trabajo bueno, aunque temporal, seguro en un alto porcentaje. Y las noticias positivas seguirán.
El próximo Abril, marcará un año más de vida, ojalá sea mejor que este. Y llega Mayo, el mes mariano, el mes de los trabajadores, que traerá otras tantas buenas noticias para mí y para mis conocidos.
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