"Quiero hacer una confesión respecto a algo que siempre observo aquí.
Hoy
no pude contener las lágrimas. Lloré, no por dolor ni por rabia. Fue
más por una mezcla entre nostalgia, tristeza e impotencia.
Pasé
por la parte del pabellón infantil donde se ubican los fabricantes
de juguetes y como se acostumbra, exponen muchos juguetes. Sentí
nostalgia por mi propia infancia y por haberme acostumbrado a tener
pocas cosas para jugar. Sentí tristeza, porque si todos esos juguetes
tuvieran vida y sentimientos, desearían estar siempre junto a un niño. Y
sentí impotencia, porque deseo que esos juguetes terminen en manos de
todos los niños del mundo, por más carencias que tengan.
Siento
impotencia también por aquellos que al fabricar e intentar vender
un juguete, piensan en ese niño que solo piensa en ser alegre. Y que
también, a través del mundo que solo cada niño puede imaginarse para sí,
desea aprender algo más para su vida.
Quisiera ser un
duende y llevarme todos esos juguetes para regalárselos a
todos los niños que sufren los vicios y los problemas del mundo. Y
quisiera, que esos jugueteros del mundo, terminaran con el corazón
contento al ver que sus ideas terminaron en las manos de los niños.
Nunca
olviden su infancia, mis amigos. Nunca. Desempolven sus juguetes
cuando puedan, no dejen pasar la oportunidad de evocar esa bella etapa. Compartan sus juguetes con los más pequeños de su familia, lo
agradecerán siempre. Si sienten que otro niño ajeno a ustedes se
sentirá mejor con sus juguetes y ustedes no quieren tenerlos más,
dónenlos.
Hagan lo que hagan con los juguetes, nunca olviden su propia infancia."
Escrito original tomado de una serie de frases.
Bogotá (Distrito Capital), 20 de Abril del 2016.
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