No soy de ese tipo de personas que cree en los cambios a través del tiempo, en especial, los cambios de los conceptos que denominamos "principios". Hoy, un grupo con el cual trabajo no quiso obedecer una orden tan sencilla como apagar un parlante de esos chinos que funcionan con Bluetooth y como no me gusta desquitarme de buenas a primeras, abandoné la clase.
Me enferma, me entristece y me decepciona que no sigan una instrucción tan sencilla como guardar por dos horas un elemento de esos y disponerse de manera atenta a lo que se trata de enseñar en las clases, como lo aprendí hace veinticinco, veinte y aún menos años. Esta juventud de hoy, anda más pendiente del teléfono móvil, de los últimos éxitos de ese género musical poco edificante y de las últimas tendencias de la moda, en vez de disponerse para superarse día tras día, para mejorar su entorno y para que en otros lados no digan que son unos montañeros o unos iletrados de vereda.
Al llegar a esta etapa que vivo y trato de disfrutar, me mentalicé esto, que debo transmitir las lecciones de vida que me dieron en mi colegio durante seis largos años, y que no debo permitir que esta generación salga inútil, mediocre e irresponsable como se ha permitido por casi veinte años en la educación pública de nuestro país. No me gusta la irresponsabilidad de este grupo de estudiantes que manejo y tampoco la alevosía de algunos de sus integrantes; noto además que no siento respaldo por parte de mis compañeros docentes, a pesar de que sin decirlo, los he respaldado y he exigido a varios estudiantes que sean lo suficientemente correctos con ellos.
Sigo insistiendo, no creo en eso de "los tiempos cambian y los principios también". Pueden pasar los siglos, pero el respeto al maestro, el respeto a las instituciones y el respeto a las personas debe mantenerse. Como persona, no soy un pintado en la pared y las personas que también comparten la labor conmigo, tampoco lo están. Es en la juventud donde se muestra la calidad de la persona y si no se es responsable y respetuoso en esa etapa, no se piden milagros en la adultez.
Con el estrés de ese infausto mediodía me quedé, porque no es posible que la juventud no comprenda que debe aprender más cosas en la vida para que pueda desenvolverse en la misma. Sé que puedo enfermar, pero tampoco puedo darme el lujo de relajarme como si estuviera en una playa esperando a que llueva hacia arriba. Mi sueldo lo justifico y si tengo que llegar a medidas drásticas, dentro de lo legal y lo socialmente aceptado, lo haré.
"Los tiempos cambian, pero los principios NUNCA".
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