Moverse por el mundo siempre será agradable, así haya un montón de diligencias por hacer. Y lo es más para mí.
Hoy pensaba concretar algo que me tiene inquieto desde antes de Semana Santa y traer dos encargos bien engorrosos. Ninguno de los tres se concretó. Bueno, al mal tiempo buena cara, reza el refrán.
Aproveché, para recorrer la ciudad, no sin antes visitar a mi hermano en su trabajo. Quedamos de vernos aquí este fin de semana. Y comenzó mi correría por Bogotá buscando algo que deseaba desde Enero, algo de mi lista de regalos que compartí antes. Casi no lo consigo. Aproveché incluso la correría para almorzar en la Calle 53. Terminé en Mosquera, después de una siesta inesperada en el integrado que me sacó del centro y con el cansancio a flote por haber madrugado. Allá fue donde encontré lo que quería, después de tanto buscar, en el nuevo centro comercial que construyeron.
Volví a casa, después de caminar por ese poblado que conocí en mi infancia, por ese camino que lleva a la carrilera y al parque. Casi no logro conseguir transporte, pero lo conseguí y llegué perfectamente a casa.
Así suelen ser mis viajes, ocasionalmente sin sentido, otras veces con el tiempo más corto que un trozo de cuerda. De todas formas, la satisfacción por cambiar de rutina, cambiar de ambiente, vivir por un rato en otro entorno, es perfecta. No importa cuánto dinero y cuánto tiempo se pierda. No importa el destino, Bogotá, Girardot, La Mesa, a la urbe, al campo.
Viajar me ha permitido conocer otras costumbres, otras formas de ver la vida. Y me agrada. Pronto contaré otras experiencias que he vivido moviéndome fuera de casa. Por ahora, he narrado cómo son mis viajes y cómo los vivo. Que todo siga así, queridos amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si viene aquí a comentar, que sea para eso, no para armar pleitos. Si viene a otra cosa, váyase para su casita y deje que otros que sí tengan voluntad de comentar correctamente lo hagan.