lunes, 6 de abril de 2015

Gratitud.

Don Norman, directa o indirectamente, fue mi mayor influencia para este sentimiento.

Es necesario, es un deber implícito, igual de implícito es como derecho.

Todos debemos y recibimos gratitud, y de paso, desvirtúa esa mentira de frase denominada "el que nada debe, nada teme".

No importa si ese sentimiento es tan pequeño como una semilla, hay que compartirla.  Las personas, por más distancia y problemas que hayan de por medio, tienen derecho y deber a recibir gratitud de mi parte.

Debo confesar también, que en muchas ocasiones fui ingrato con muchas personas.  En algún momento y quizá ahora, eso fue cobrado, en serio.

Esta mañana hice una pequeña muestra de ese estilo.  Sabrá Dios cómo se lo tomaría la persona que recibió esa muestra, traté de que no se diera cuenta.  A pesar de todo lo sucedido y de la brecha existente, sé que en algún momento, lo agradecerá.  Eso también, me recordó todo lo que hicieron por mí en cierta etapa de mi vida donde había para moverse, pero no para comer ni para tomarse un café.

He dicho que tengo mis días contados, y lo mejor que puedo hacer mientras llega la hora, es ser grato.  Con la familia, con los amigos, con los paisanos, con todos.  Así uno se quede sin nada en los bolsillos.  Las buenas acciones, por increíbles que sean, siempre tendrán una recompensa, más allá de un "gracias".  Y eso, queridos amigos, es un ciclo, que dura hasta más allá de la propia existencia.

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