viernes, 18 de marzo de 2016

Decisiones rápidas.

Anteayer, luego de conocer lo del fallo ese en mi asunto contra Cafesalud, también debía ir a un taller con entrevista incluida, para hacer parte de un programa de formación técnica del Servicio Nacional de Aprendizaje (o SENA, como todo el mundo lo conoce).  Me había enterado de tal programa en la convocatoria que cada trimestre realizan los centros que el SENA tiene a lo largo y ancho del país, y como si fuera poquito, ese programa me interesaba, pues tenía que ver con algo de lo poco que puedo hacer para ganarme la otra vida.

Llego a la hora citada y veo que a todos los que se inscribieron no solo en el programa que deseaba cursar sino a todos los programas que ofrecieron aquí, los citaron.  En grupos de a cinco o de a seis personas los hacían pasar al taller-entrevista, y yo, como llegué sobre la hora, decidí esperar a que todos pasaran.

Claro está, que no soporto demasiado esperar demasiado tiempo para que me atiendan en cualquier situación, así que salí de la Casa de la Cultura a buscar merienda y a consumirla, tomándome el tiempo necesario.  Volví allá, pero me senté lo más atrás posible para ver cómo se desarrollaba el asunto.  Poco a poco veía caras, y esa misma decisión, me permitió ver que algo no me estaba gustando.

Sobre las siete, vi que un detestable personaje de la sociedad de aquí se presentó al mismo tiempo que un estudiante del undécimo grado del Colegio Departamental.  Observé detenidamente todo y cuando terminó ese infeliz de realizar su taller, llamé discretamente a uno de los supervisores del proceso, y le pregunto esto:

-Joven, hágame un favor, ¿este señor de sombrero que presentó el taller junto al otro joven donde estaba ese óleo se inscribió al programa técnico?
 
Él responde que sí.  Yo interpelo de esta forma:
-Bien, entonces esperaré mi turno y ya tomaré una decisión.
 
Faltaba muy poco para mi turno respectivo dentro del proceso, eran casi las siete y media de la noche.  Con esa información en la cabeza, no dudé demasiado para decidir.  Cuando fui llamado por los instructores a cargo del proceso les comenté que no deseaba cursar el programa, que me retiraran la inscripción.  ¿Por qué lo hice?  Mostraron mucha extrañeza los instructores de entrada.  Pero, cuando les expliqué las razones, muy válidas y que no son para nada estúpidas dados los antecedentes de ese personaje, supieron comprender.
Yo juré solemnemente en el 2013 que bajo ninguna circunstancia trataría ni compartiría espacio alguno con esa persona.  Y menos en un salón de clase.  No pienso provocar una guerra en un sitio de esos, ya viví una experiencia igual de amarga.  Además, ese tipo, por la dignidad que tiene -de la cual digo y buena parte de Anapoima lo sostiene, que le queda demasiado grande- no ha sido capaz de asumir sus errores y de disculparse.  Si estuviera yo en su lugar, lo primero que haría es resolver todas esas diferencias.  Pero no, ese amargado e hipócrita se cree la vaca sagrada de Anapoima.

Dolió tomar esa decisión, pero fue algo que decidí rápido y sin ninguna pena.  Influyó en parte mi situación actual de salud, sí, pero cuando hay gente así en el entorno de uno, lo mejor es aplicar esa enseñanza sabia de mi profesor de Gerencia Informática en Bogotá cuando me separé de esa horda de cucarachas que tuve por compañeros.

"Hay que evitar los conflictos".

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