domingo, 26 de noviembre de 2017

"Beisbol Anapoimuno '97".

En ese Octubre de 1997, toda Colombia estaba expectante y a la vez rebosante de alegría al ver cómo un tipo llamado Édgar Enrique Rentería Erazo, un barranquillero que lo apodaban como "El Niño" y que iniciaba su carrera profesional en el beisbol con el naciente equipo Marlins de Florida de la MLB.  Ese equipo era uno de los más débiles de la liga, llevaba apenas cinco años en ella, pero en ese 1997 había logrado una temporada increíble bajo el mando de Jim Leyland, clasificando a las finales de la Liga Nacional barriendo a los Gigantes de San Francisco y clasificando a la Serie Mundial venciendo por un apretado 4 a 2 a los Bravos de Atlanta.

Esa Serie Mundial contra los Indios de Cleveland fue seguida con mucha devoción por todo el país, le agradara o no el beisbol, con la acertada narración del gran Mike Schmulson en la transmisión conjunta de Telecaribe y Señal Colombia, todas las noches entre el 18 y el 26 de ese mes.  Todos además, queríamos que Édgar Rentería aportara lo necesario y ganara esa finalísima, que terminó siendo muy sufrida gracias que a cada victoria de los Marlins, los Indios respondían ganando el siguiente juego y dejaron esa serie empatada a tres juegos, forzando a un séptimo y definitivo juego.

¿Qué hicimos aquí?  Como no somos precisamente la Costa Atlántica, donde sí hay diamantes de beisbol y suficiente afición, los que queríamos jugar un poco ese deporte popular de los norteamericanos decidimos usar el estadio.  Sí, el estadio.  ¿Y con qué jugábamos?  Solo podíamos conseguir pelotas de tenis y palos de escoba, algunos locos sacaban la tabla para escribir de los pupitres y algunos pudientes traían bates de plástico como mínimo y de vez en cuando, una pelota apropiada.  ¡Y no necesitamos conocer aquella tonada inmortal de las ligas mayores!  ¡A jugar mientras el tiempo lo permitía y el rector no se diera cuenta!

Todo era alegría, batazos, imparables, strikes, uno que otro "vuelacercas", conatos de pelea y todo lo que ofrecía el beisbol gringo a nuestra manera, a setecientos metros sobre el nivel del mar, en un escenario adaptado, pero con ganas de emular al Niño de Barranquilla.  Se había comentado incluso de hacer un torneo intercursos, pero no hubo voluntad pública para hacerlo realidad, ¡hubiera sido una bonita iniciativa para traer un nuevo deporte a esta meseta!

Esa noche del 26 de Octubre sucedió esto:



Rentería solo necesitó batear un poco la pelota para que Charles Nagy no la alcanzara al vuelo ni siquiera los infielders pudieran detenerla en el suelo.  En ese momento, Craig Counsell corría a toda velocidad para anotar la tercera y definitiva carrera para ganar ese séptimo juego de la Serie Mundial de 1997, el primer título para los Marlins de Florida.  Ese fue el éxtasis de todos nosotros como aficionados temporales a la pelota caliente, seguimos jugando hasta el final del año lectivo, siempre que se pudiera.

¿Y el año siguiente?  Simple, la afición desapareció, como ese brillo de esos Marlins campeones, pues ligaron una temporada demasiado perdedora para un campeón defensor y ni siquiera llegaron a la postemporada.  Nunca volvimos a ver un bate de beisbol ni intentamos reeditar esas hazañas, ya que nos prohibieron ingresar al estadio.  Así fue hasta que me gradué y así continúa siempre, pero algún día volverá a jugarse el beisbol en Anapoima, así sea como un sencillo pasatiempo.

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Hace veinte años -Agosto de 1997- fue inaugurado el actual Estadio Municipal Julio César Sánchez García, escenario donde se desarrolló esta historia.  También, hace veinte años recibía mi certificado de Educación Básica.  Y por supuesto, en esta fecha se cumplen dieciocho años de mi graduación como bachiller académico en el entonces Colegio Departamental Integrado de Anapoima.  ¿Y qué mejor forma de recordar uno de los mejores momentos de esparcimiento que se pudieron disfrutar durante ese tiempo?

Me acuerdo mucho de esos descansos donde se llegaba con la mejor disposición posible para correr, batear, ponchar y atrapar.  Recuerdo mucho a Miguel, el líder de esa iniciativa.  No había cursos completos ni un grupo grande, éramos varios de diversos salones con esa idea.  Y es una pena, de haber mantenido viva la idea, ¿podría estar un anapoimuno jugando al menos en el beisbol colombiano, que solo se juega en la Costa Atlántica?

Solo recuerdo que en otro periodo de mi vida, intentamos jugar al beisbol en un parque.  Pero este recuerdo, el del "beisbol anapoimuno", el que jugábamos en un estadio nuevo, es imborrable y todos aquellos que lo vivieron, difícilmente podrán hacerlo a un lado.