sábado, 6 de abril de 2019

Nueve: Tranquilidad merecida.

Hoy necesitaba dormir lo suficiente, pero no como hace dos semanas, pues debía arreglar un poco mi cuarto y buscar algunas cosas que probablemente haya refundido.  Lo cierto, es que esta semana que termina fue peor que las anteriores, ya que enfermé horriblemente -una jaqueca combinada con malestares en el cuello de los cuales no tengo un recuerdo reciente- y temí lo peor respecto a mi integridad.

No pude cenar, ya que preciso a la hora que debía salir al sitio donde me ofrecen la alimentación, llegó alguien a la sala y me dejó frenado por dos horas.  Seguro me ganaré una reprimenda de la señora que de buena fe cocina para mí.  No hay tiempo para lamentarlo.  Alcancé a realizar la actividad de mi maestría, y eso que con algo de mala gana.

En una semana espero estar en casa, la necesito, para olvidar todos estos malos tragos de esta etapa.  ¿Merezco más tranquilidad?  Quizá, pero aquí estoy olvidando otros malos tragos que se acumularon por casi treinta y cinco años.

viernes, 5 de abril de 2019

Diez: El fin de una era.

Hoy se vivió uno de los días más tristes del fútbol de salón colombiano.

La selección nacional, aquella que suele darnos triunfos -más que el fútbol-, fue eliminada de forma triste, increíble y falta de esperanza del Mundial que se desarrolla en la Provincia de Misiones (Argentina).  Brasil, en un contragolpe causado por un horror de fundamentación del que se consideraba el mejor jugador del mundo, nos quitó la posibilidad de conseguir un tercer título mundial consecutivo y el cuarto de la historia para nosotros.  Desde 1997 no habíamos quedado por fuera de las semifinales mundialistas del fútbol de salón, incluyendo los eventos realizados por la extinta FIFUSA.

Colombia no se acomodó nunca en el Coliseo Ian Barney de Oberá.  En ese mismo coliseo, sufrió para vencer a una aguerrida y rocosa selección marroquí, que la tuvo contra las cuerdas durante buena parte de ese primer partido.  Hoy, se acentuaron todos los problemas mostrados el día lunes cuando se inauguró ese coliseo, y peor aún, el relevo generacional no funcionó como se esperaba, dependiendo en exceso de la veteranía y de la jerarquía de tipos como Pinilla, Estupiñán o Abril.

Pinilla, el mismo que cometió el error de intentar driblar a dos defensores que supieron escalonarse y marcarle para que no hiciera de las suyas, por poco regala el cuarto gol en una acción similar.  Estupiñán había manifestado su deseo de retirarse del deporte antes del Mundial, pero le suplicaron que se quedara y aceptó jugar ese evento, aún con su baja forma competitiva.  Se quedaron por fuera el goleador de la Copa Profesional -John Venté- y un gran prospecto como lo es Iván Monterrosa.  Lo cierto es que los "nuevos" jugadores que llegaron a la selección nacional no aportaron lo que debían, ya que, como cité, se dependió en exceso de los veteranos.

Este ha sido el segundo fracaso del deporte de conjunto más practicado en Colombia en menos de un año.  En Noviembre pasado, en Valledupar, un equipo que solo pensaba en hacer tacos y rabonas fue eliminado de forma contundente ante la vista perpleja de todo un país.  Hoy, cinco meses después, se confirma algo que puede ser la estocada final para el microfútbol, no hay un proceso deportivo firme que garantice la llegada de nuevos y mejores jugadores que los que están y no hay una seguridad financiera que le permita a la Federación de Fútbol de Salón y a la División Nacional continuar con los eventos nacionales y las Copas Profesionales.

Es difícil luchar contra los tentáculos de la FIFA y sus asociadas con su modalidad plagiada y falta de identidad, pero esta federación, con sus problemas, ha hecho posible que los torneos se mantengan, pero hay dirigentes que no son capaces de seguir una línea de pensamiento que respalde el actuar de Manuel Enrique Sánchez.  En Bogotá, la liga prácticamente es un espejismo, y en Cundinamarca, no es posible que en 116 municipios no encuentren talentos suficientes para confrontar a los que se ven en sus torneos, que difícilmente superan los veinte municipios participantes, sin contar a aquellos municipios que se dejaron tentar por aquel plagio y ya están viendo cómo los maltrata sistemáticamente la liga responsable de ese adefesio.

Sé que en el 2020 deben presentarse cambios en las estructuras directivas de varias ligas del país, espero que de todo corazón, esos cambios representen la necesidad de reflotar el deporte insignia del pueblo colombiano y no se vendan por un puñado de billetes de color púrpura a una modalidad representada por una entidad corrupta y desdeñosa como la Federación de Fútbol -me disculpan los practicantes del fútbol por los términos, pero el escándalo de la selección femenina y otras cosas que se comentaron en una edición de "El Alargue", de Caracol Radio, me dejan esa imagen-, manteniendo a los deportistas que se formaron en esas canchas de barrio en esa estructura y buscando el apoyo de la empresa privada, ya que como conocemos, le aporta más al fútbol que a otros deportes que incluso, han logrado medallas olímpicas.

¿También debe existir algún relevo en la dirección técnica de nuestra selección "micrera"?  Considero que sí.  Nadie niega la capacidad técnica del profesor Jaime Cuervo, a quien respeto y admiro, pero en esta ocasión, se equivocó y ya sabemos los resultados; la próxima Copa Profesional debe ser el campo de estudio para la escogencia del nuevo director técnico de la selección nacional y hay varios candidatos visibles.  En cuanto a los jugadores, muchos de ellos mostrando lealtad al deporte en el cual se formaron no cediendo a las vanas pretensiones de aquel plagio antes de "su" mundial en el 2016, deberán ser las voces cantantes de una renovación que se clama a gritos y defender la integridad de un deporte formado en las barriadas, que se ganó un espacio en el panorama deportivo nacional a pulso y que así los intereses económicos pretendan su desaparición, difícilmente perderá su estatus como parte íntegra de la identidad colombiana.

No siendo más, me entristeció ver derrotada a una gran selección, pero no puedo quedarme callado ante lo visto y analizado partido tras partido.  Es el fin de una era, pero si no nos movemos, podrá ser el fin de un bello y maravilloso deporte.

jueves, 4 de abril de 2019

Once: Frase que no me deja nada.

"Si usted no fuera tan odioso, más gente aquí lo querría".

Bueno...  ¿Y desde cuándo los pájaros le tiran a las escopetas?
¿Desde cuándo los más indisciplinados tienen el derecho de decirme cómo carajos tengo que mostrar ejemplo dentro de mi trabajo?
De la misma forma, ¿por qué ellos tienen el derecho de decirme cómo portarme socialmente?
Y como toda mi vida, los que de veras me aprecian, saben que primero soy honesto y correcto, no alegrón y alcahuete.

miércoles, 3 de abril de 2019

Doce: Indisposición.

De las cosas que más detesto en la vida, es que no respeten mi autoridad ni mi figura.  Hoy tuve el peor día de esta etapa y todo por culpa de un niñato indisciplinado.  Él, contagia con su grosería y falta de disposición al grupo con el que estudia, acentuando esta situación con el hecho de ser repitente.  Y por culpa de él, tuve que cancelar lo que restaba de clase -era Educación Física- y castigar al grupo no dejándolo pasar a tomar su refrigerio en el orden que corresponde.

No entiendo cómo hay padres de familia que no se preocupan lo suficiente por estas situaciones, incluso, viendo cómo les pasa la vida por delante sin hacer algo por corregirlas.  A mi compañero de Matemáticas lo desquició también y en ocasiones, a la misma directora de curso y al rector, quien es un alma de Dios, también los ha sacado de casillas.  Sinceramente, desearía que se desescolarizara ese niño, pero durante estos días escuché en la radio que no se puede realizar tal proceso así no más, y como si fuera poco, en mi colegio no hay orientadores especializados y mucho menos, coordinadores.

A mí me exigieron a los diez años, hace veinticinco, que debía ser más responsable social e individualmente, y cumplí, porque estuve muy cerca de que me aplicaran matrícula condicional por diversos hechos que fueron muy dudosos.  Aprendí de eso, que independientemente de lo mal pedagogo y mal didáctico que sea un profesor, hay que respetarlo, así como respetar a los mismos por su condición de adultos y a las instituciones donde uno asiste.  Así, me salvé de recibir más llamadas de atención en el maldito observador -porque tuve rector, porque sabían quién soy yo y por los milagros que hacía- y de paso, terminé graduándome con honores.

Hoy, mis compañeros pensaron que había dejado a ese grupo sin tomar refrigerio.  No sería capaz de hacerlo, sería una solemne estupidez y me ganaría un problema disciplinario.  Con ese mismo grupo, incluso, termino la clase diez o quince minutos antes para que tengan tiempo de tomar su refrigerio y alivianar la carga de trabajo de la encargada del restaurante.  ¿Qué más garantía puedo darle a todos?  Quizá no sea la forma correcta de hacer las cosas, pero esa alimentación hay que cuidarla y no se puede perder, máxime si estos niños y niñas no se alimentan bien en sus casas.

La consecuencia real de esto, es que terminé con dolores en la cabeza y en el cuello.  No recuerdo haber sufrido tales malestares recientemente, ni siquiera en el "trabajo", con las rabietas y peleas que sucedían ocasionalmente.  Temo por mi salud.  Espero poder descansar este fin de semana y que nunca suceda algo más grave, mañana tengo clase con otro grupo igual de complicado.  Dios sabe que no soporto a la gente irrespetuosa y de que me hago sentir, me hago sentir, pero no excediéndome, porque conmigo lo han hecho y los que lo hicieron, saben que algún día se les cobra.  Y sé, que si no transmito lo correcto, esta generación se convertirá en otra pérdida para la sociedad.

martes, 2 de abril de 2019

Trece: Mecanografía.

De los gratos y sufridos recuerdos que me dejó mi paso por el Colegio Departamental Integrado de Anapoima fue una asignatura que generalmente se ve en colegios técnicos, denominada "Mecanografía".  Esta asignatura, dictada por la profesora Isabel Baquero, recordada por su difícil temperamento en diversas ocasiones, fue el sufrimiento para varios estudiantes de mi generación, inclusive para mí, pues me costó mucho aprender a mecanografiar con cierta propiedad.

Recuerdo bien que el colegio tenía un salón destinado para Mecanografía, con sus mesas y por supuesto, con sus máquinas de escribir.  Al poco tiempo, al crecer la cantidad de estudiantes y al deteriorarse las mesas, se tomó la decisión de que se practicaría en los salones de clase, con las máquinas encima de los pupitres.  Yo, antes de ingresar a Sexto, recibí de regalo de cumpleaños una máquina muy bonita -la conservo, y eso que mi mamá me intentó jugar una broma de muy mal gusto con eso- y mi hermana consiguió la suya gracias a una tía; éramos de los pocos que traíamos nuestras propias herramientas a clase.

Con todo eso, sufrí mucho para realizar los trabajos y adaptar mis manos a la postura exigida -las dos manos sobre la línea ASDF-JKLÑ-, sacándome muchas rabietas al límite de las lágrimas, malgastando papel bond y hojas de corrector e incluso, pidiendo ayuda para poder presentar las carpetas con las lecciones.  Tardé casi dos años y medio para aprender a digitar sin mirar el teclado, pues me costó incluso trabajar con el papel encima de mis manos o con los trozos de cinta aislante pegados sobre las teclas.

Esa mañana de miércoles o de jueves, lloré inconsolablemente porque no podía, mientras mis compañeros hacían todo muy bien.  Una estampita de María Auxiliadora, me calmó e hizo que sacara fuerzas de donde no podía y logré adaptarme al teclado.  Superé con suficiencia lo que restó de año y el Noveno, donde ya supimos todos que no volveríamos a recibir esa asignatura.  Pero, el recuerdo quedó y dejó muchas cosas buenas.

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A comienzos de año, descubrí en los equipos de cómputo de mi colegio una aplicación denominada MecaNet, la cual permite aprender mecanografía a través de los mismos, y con varias ventajas, no se gasta papel, mucho menos corrector, y no se necesita llevar una máquina de escribir al colegio.  La misma tecnología ha hecho obsoletas las máquinas de escribir, pero ha hecho necesarias las impresoras para hacer tangibles los escritos en los procesadores de texto.  Y ni se diga del famoso libro "Mecanografía Gregg", editado por la McGraw-Hill y de necesaria consulta y uso dentro de las clases de secretariado de finales del Siglo XX.

Gracias a la existencia de los teléfonos móviles, los jóvenes se dedicaron a usar solo dos dedos, sus pulgares, descuidando la necesidad de aprender a digitar con todos los diez dedos que les dio la vida.  Como soy consciente de las necesidades de la comunidad donde resido, valoré que estos jóvenes deben aprender a digitar para poder seguir con los temas que conozco de la Informática, porque no es justo que ellos no sean capaces de hacer algo que pueda sacarlos de la pobreza y porque deben ser agentes de cambio positivo para sus comunidades.  Si yo pude aprender, así me haya tomado el tiempo necesario para hacerlo, ¿por qué ellos no?

Espero que en vez de dejarse obnubilar por los vicios de la Internet, estos jóvenes que tengo a mi cargo sepan de una buena vez que estas clases les servirán para la vida, porque no tendrán dinero siempre para pagarle a alguien que les digite una carta y tampoco podrán redactar sus documentos académicos con propiedad.  Por estos conocimientos sigo vivo y estoy aquí, y no es por nada, ni por agrande, que por los mismos, la gente me busca y he podido salir adelante con mis proyectos.