miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Adiós, Diciembre! ¡Adiós, 2014!

Hoy tenía planeado descansar, pero hubo un pequeño cambio de planes en la tarde que me permitió no pasar en blanco esta tarde.  Aproveché, felicité a los que encontré por ahí y disfruté de una preciosa tarde.

Se fue el último mes de este año y el año propiamente dicho.  Fue un año "regular", por cualquier arista que se le mire, porque no se lograron las metas propuestas, en especial una, porque dolió mucho.  De resto, hubo salud, hubo voluntad y algo de alegría, pero no felicidad ni sosiego.

De los regalos materiales ya hablé, ya se estrenaron.  Pienso más en el año que llegará esta medianoche y lo que traerá para mí y para los que están cerca de mí.  La idea, en primera instancia es superar lo que sucedió en el Septiembre que se fue.  ¿Participaré en algún otro concurso de méritos?  Es probable, este año que llega debe realizarse el Concurso Docente y ya es hora de clasificar.

Algún viaje largo realizaré, quizá en el mismo Enero.  La cámara debo llevarla a revisión.  Debo hacerme varios chequeos médicos.  Debo realizar mis eventos, ya hay algo avanzado.  Debo finiquitar la salida de mis colecciones repetidas.  Quizá se intente lo del postgrado.

Hay muchas cosas por hacer, todas para bien.

Un año nuevo llega, con buenos propósitos y metas, ojalá se cumplan.

Y para despedirme...

¡Un muy Feliz y Próspero 2015 para todos ustedes, que todo lo bueno que se propongan, se cumpla!

lunes, 29 de diciembre de 2014

"Llévame a la iglesia".

Andrew Hozier-Byrne es un músico irlandés nacido en 1990, conocido en el mundo por su primer apellido -Hozier-.  Nació en Bray, hijo de músicos y quiso seguir esa carrera profesionalmente en Dublin, la capital irlandesa, pero abandonó sus estudios al primer año para grabar demos con la firma Universal.  Fue miembro del grupo coral Anúna entre el 2008 y el 2012, donde hizo parte de varias giras como solista, destacándose tanto en Noruega como en los Países Bajos.

En el 2013, lanza su primer álbum, denominado también "Hozier".  El cantautor anunció que esta canción que compartiré, es el primer sencillo y puerta de entrada a su ópera prima, la cual fue presentada el 16 de Septiembre de ese año.  La letra contiene una interpretación metafórica donde el protagonista de la canción compara a su amante con la religión, Hozier mismo comentó ante una publicación irlandesa que había encontrado la experiencia del enamoramiento como la propia muerte.

El video, debo decirlo, no es apto para mentes susceptibles, dado su contenido explícito tanto sexual como violento; el mismo Hozier no aparece en el citado.

La canción fue nominada para los Premios Grammy como "Canción del Año" y llegó al primer lugar de las listas musicales en Austria, Bélgica, República Checa, Grecia, Islandia, Italia, Líbano, Luxemburgo, Suecia, Suiza, Eslovaquia y Estados Unidos.



"My lover's got humour,
she's the giggle at a funeral,
knows everybody's disapproval.
I should've worshipped her sooner."

"If the heavens ever did speak,
she's the last true mouthpiece,
every Sunday's getting more bleak,
a fresh poison each week."

"'We were born sick', you heard them say it."

"My Church offers no absolutes,
she tells me, 'Worship in the bedroom'.
The only heaven I'll be sent to,
is when I'm alone with you."

"I was born sick,
but I love it,
command me to be well.
Amen! Amen!  Amen!  Amen!"

"Take me to church
I'll worship like a dog at the shrine of your lies,
I'll tell you my sins and you can sharpen your knife,
offer me that deathless death,
good God, let me give you my life!"

"Take me to church
I'll worship like a dog at the shrine of your lies,
I'll tell you my sins and you can sharpen your knife,
offer me that deathless death,
good God, let me give you my life!"

"If I'm a pagan of the good times,
my lover's the sunlight,
to keep the Goddess on my side,
she demands a sacrifice."

"Drain the whole sea,
get something shiny,
something meaty for the main course,
that's a fine looking high horse,
what you got in the stable?
We've a lot of starving faithful."

"That looks tasty,
that looks plenty,
this is hungry work."

"Take me to church
I'll worship like a dog at the shrine of your lies,
I'll tell you my sins and you can sharpen your knife,
offer me that deathless death,
good God, let me give you my life!"

"Take me to church
I'll worship like a dog at the shrine of your lies,
I'll tell you my sins and you can sharpen your knife,
offer me that deathless death,
good God, let me give you my life!"

"No masters or kings,
when the ritual begins,
there is no sweeter innocence than our gentle sin."

"In the madness and soil of that sad earthly scene,
only then I am human,
only then I am clean.
Amen! Amen!  Amen!  Amen!"

"Take me to church
I'll worship like a dog at the shrine of your lies,
I'll tell you my sins and you can sharpen your knife,
offer me that deathless death,
good God, let me give you my life!"

"Take me to church
I'll worship like a dog at the shrine of your lies,
I'll tell you my sins and you can sharpen your knife,
offer me that deathless death,
good God, let me give you my life!"

♫ 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡Feliz Navidad!

He dicho que para mí, la Navidad no es la misma desde hace algún tiempo.

Este año, no fue tan amarga, por lo menos, desde el punto de vista material, independientemente de lo que sucedió meses atrás.  Me he dado gusto desde Octubre, adquiriendo cosas que deseaba con cierta ansiedad y ahínco, y con sacrificio y voluntad se lograron las metas.

Un celular, las zapatillas de correr, la camisa blanca que tanto deseé, el trípode, un pantalón, otra camiseta de Nacional y otra de un club que no nombraré -fue parte de una promesa ya cumplida-, fueron mis regalos para alegrar este final de año.

En lo que realmente respecta, lo espiritual, pues, ¿qué les digo?  Herido estoy.  ¿Se está superando?  Quizá.  Lo cierto es que en esta fecha, aparte de pedir algo más para mí, dejo a un lado el egoísmo y pido por ustedes, por mi familia, por mis amigos, por aquella persona que marcó mi vida.

Como todos los años, ¡deseo de todo corazón una Feliz Navidad para todos y que la llegada de nuestro Señor Jesucristo, los bendiga y los ilumine en todo lo bueno que se propongan!

domingo, 21 de diciembre de 2014

Necesito un abrazo.

Dos días muy perversos tuve.

El viernes, un miserable auxiliar bachiller de policía me insultó y no tuve más que pegarle un puñetazo.  Sé que es ilegal hacerlo.  Estuve detenido por más de una hora en el Comando y créanme, no soporto la petulancia de los auxiliares bachilleres de policía que rondan aquí.  Corruptos, sinvergüenzas, altaneros, por no decir otros adjetivos que rayan en la grosería.  Son unos niños que les faltó rejo en la casa.  Se aprovechan de la falta de legalidad que hay en algunos aspectos de nuestro entorno y hasta patrocinan que la gaminería y la suciedad sean la constante en esta meseta.

A esto estuve de ser judicializado y estaba dispuesto a asumir las consecuencias, con mucha tranquilidad, porque sabía que él me provocó y podía yo alegar defensa propia.  Yo me disculpé con el mismo comandante -está casado con una compañera de universidad- pero el sinvergüenza a quien agredí, siguió siendo el mismo petulante de siempre.  Me gustaría hacerlo quedar mal en todo sitio, pero sé que existen unas mejores formas de acallarlo, al igual que a sus compañeros, que por su conducta enlodan a la Policía.

Hoy, unas monjas me estafaron, haciéndome perder veinte mil pesos y las muy orondas se fueron.  Me alteraron el día, hasta el Lumia alcanzó a pagar las consecuencias.  Juré, con el respeto que se merecen las personas que pertenecen a las comunidades religiosas, que un acto así no se quedaría sin su recompensa.  Detesto que una religiosa no profese los valores que supuestamente dice tener y transmitir.  La patrona debió poner de su bolsillo ese dinero, aún me causó más rabia.

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Estos dos días, me amargaron los días previos a la Navidad.  Lloré mucho, de la rabia, de la frustración.

En esta noche necesité más que nunca de un abrazo.

No importaba de quién viniera, podía ser de alguien de mi familia, de algún amigo, de alguien que me estimara mucho, incluso hasta de esa persona.  Lo necesitaba.

Aún necesito ese abrazo.

Necesité, que alguien me diera ánimo y me dijera "Jairo, tranquilo, no ha pasado nada".  Así hayan pasado treinta diluvios seguidos, me hubiera ido a la cárcel o tuviera que pagar ese desfalco con mi propio dinero.

Nadie en mi casa me da un abrazo, ni mis pocos amigos ni mis conocidos.  Tampoco soy persona de dar abrazos ni besos en la mejilla.  Quizá haya sido la costumbre rígida que tomé desde niño, de mantener distancia respecto a la gente; pensarán muchos que soy una persona seca y distante.

Pero, esta noche de fin de semana, mi corazón clama ese abrazo.

Pido perdón a ustedes por lo que narré de entrada, la agresión a ese muchacho.  No es correcto, lo sé, pero entiendan que una autoridad no puede pasarse por la faja sus propios deberes, inclusive el de respetar su entorno y a la gente que lo habita.  A las monjas, ya les daré su recompensa, pero no será excesiva, sabré construirla.

A esta hora, aún lloro de tristeza, pero se pasará la página pronto.

De todas formas, aún quiero un abrazo.  No solo de compasión, sino también de felicidad y de alegría, porque viene una preciosa fecha y valdrá la pena estar contento para disfrutarla.  Sepan comprenderme, queridos amigos; aquí estaré por si me necesitan.

Y así no lo reciba físicamente, ¡agradezco ese abrazo que me den!  ¡Muchas bendiciones para ustedes!

sábado, 13 de diciembre de 2014

"Auto Rojo".

Vilma Palma e Vampiros es una de las grandes bandas del rock argentino y latinoamericano, fundada en 1990 por Mario "Pájaro" Gómez, Gerardo Pugliani y Jorge Risso, quien abandonaría el grupo años después.  El nombre surgió gracias a un grafitti escrito en las persianas de una fábrica de muebles de Rosario que al poco tiempo se fue borrando, quedando el nombre que adoptó la banda gracias a Jorge Risso.  Su recorrido musical inició en los clubes de la ciudad de Rosario y ganando poco a poco adeptos que los catapultaron a la fama.

La canción que compartiré hoy, está incluida en el álbum "3980", lanzado en 1993. Sobre ella, puedo decir que fue la primera canción del rock en español que recuerdo, pues la escuché en el paseo que tuve al Parque Jaime Duque.  ¡Aquí está, escúchenla!



"Te busqué en mi auto rojo a las 6,
llevaba un frac muy nuevo
que en verdad no me quedaba muy bien.
Te llevé por la ruta que va a al sur,
'nene, ¿no vas rápido?',
dijiste mirándome, extrañada".

"Te confesé que quiero,
meterte en mi cama,
viéndote sonreír de placer,
te prometí que solo 
tocaría tus pies,
si empañamos los vidrios
esta bien".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

"Soñaba ver tu pecho tatuado,
debajo de tu collar
que en verdad tengo ganas de arrancar.
Te toqué por la línea que va al sur,
'¿puede ser mas rápido?',
te dije mirándote, exaltado".

"Te confesé que quiero,
meterte en mi cama,
viéndote sonreír de placer,
te prometí que solo 
tocaría tus pies,
si empañamos los vidrios
esta bien".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

"Amor, si estas con ganas de más,
porque no te desvistes en la parte de atrás,
si te da igual, desgarra mi frac,
esta noche es muy simple, dices que no y ya está,
no puedo parar, ya no aguanto más,
me siento imparable con tu parte de atrás,
si te da igual, date la vuelta".

"Te confesé que quiero,
meterte en mi cama,
viéndote sonreír de placer,
te prometí que solo 
tocaría tus pies,
si empañamos los vidrios
esta bien".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

"Ahora hace calor,
la música suena bastante bien
te juré por mi amor,
que atrás la vamos a pasar mejor".

viernes, 12 de diciembre de 2014

El peor viernes de todos.

Era algún viernes entre Noviembre y Diciembre del 2004.

En ese día, se debían entregar los documentos finales de los proyectos de grado del décimo semestre de ese entonces.

Yo trataba, solo contra el mundo y con un pírrico apoyo, terminar el mío de la mejor manera posible.

Mi sueño, era terminar ese proyecto y graduarme en el 2005.

Pero, lo que voy a contar, fue la mayor frustración de mi vida.  Aunque la haya contado en parte en otro momento, aquí la contaré con más detalles.

Ese viernes fue un día muy frío en Bogotá.  En ese día, la secretaria de la facultad -una joven morena, algo voluptuosa-, estaba algo enferma, y sabía que tendría un día excesivamente estresante por el tema de esas entregas.

Algunos lograron entregar sus documentos y los anexos temprano en la mañana, para su propia fortuna.  Los demás, la gran mayoría, y dentro de la cual me incluyo, dejaron la entrega para la tarde, por razones sustentadas en nuestra propia cultura.

Recuerdo muy bien que tuve que comprar una memoria USB de 256MB para poder guardar todo, y costó bastante, casi $100000 en esa época.  Ahí guardaba los documentos, incluso debía usar disquetes en caso de que esa memoria fallara, guardando el proyecto por partes para evitar problemas con el espacio.  Pues, en ese viernes, corrí contra el reloj para que me imprimieran los documentos del proyecto y los encuadernaran en el centro de copiado que hay en el primer piso del Edificio Fundadores.

Por poco y me quedo por fuera de la oficina de la Facultad, ya que habían dado una hora límite, las cinco de la tarde.  Llegué unos dos o tres minutos antes y la oficina estaba llena de estudiantes listos para entregar el proyecto.  Esperé pacientemente y entregué los documentos, con algo de angustia.

Lo peor vendría minutos después.  Mi asesor, fue al laboratorio de informática donde realizaba mi proyecto, lo revisó y con un poco de indolencia me dijo que mi proyecto no era apto para ser sustentado.  Mi sueño de graduarme joven se derrumbó como un castillo de naipes.

Lloré como nunca había llorado en mi vida, entré becado y quería salir becado.  Había decepcionado de tal forma a mi familia que ni quería volver a casa.  Llamé a la innombrable y le dije que celebraran, pues ella y sus compañeros querían verme derrotado y efectivamente lo lograron.

Minutos después, llamé tanto a mi padre como a mi madre, que en vez de consolarme y dejarme en paz, me dijeron que siguiera adelante.  Yo les respondí que no me ayudaran más, no lo merecía.  ¿Para qué seguir?

Ese viernes, fue el peor de mis poco más de treinta años de vida.  Lo fue, porque me humillaron, me pisotearon con saña y esa fue la cereza del pastel.  Desde ese día, mi vida nunca fue la misma de antes.  Me considero y me consideran el peor y lo sigo siendo, ni lavándome con lejía me quito esa mancha.  ¿Qué perspectiva podía tener yo si tendría que gastar por lo menos un semestre más intentando graduarme?  ¿Qué favor le hacía a mi familia gastando dinero que no se tenía en ese semestre?

De nada sirvió ese esfuerzo.  Salí de allá con los pies por delante.

Diez años después, el recuerdo sigue vivo, porque como lo había dicho, mi vida no siguió siendo la misma.  Esa Navidad, fue la peor de todas.  Varios días después, presenté el bendito ECAES y los resultados no fueron los mejores.  De ese semestre, me quedó la sensación consistente en que no sirvo para muchas cosas de mi profesión real.

Hoy, no sé qué pensar...

domingo, 30 de noviembre de 2014

Adiós, Noviembre.

Se vivió y se dejó vivir, así de sencillo.

Fue un auténtico mes para evocar, para recordar cosas buenas y no tan buenas, como esas quince historias que narré a mi modo, recordando ese camino que marcó mi educación básica.
 
Disfruté de mi Concurso de Bandas, la fiesta máxima de mi casa, disponiendo de todo el tiempo que tenía.  Escuché todo lo que podía escuchar, grabé todo lo que tenía que grabar, aún están pendientes algunas cosas por publicar.
 
Me adelanté -aunque realmente lo hice desde Octubre- algo de mi Navidad, comprando cosas para mí.  No tendré un mal fin de año en lo material.

En lo espiritual, trato de superar ese mal trago que me dejó lo sucedido con el Censo Nacional Agropecuario, pero, aún clamo venganza.  Es una pena que la rama judicial haya entrado en paro, porque necesitaba hacer varios trámites, incluso en la misma Fiscalía; tampoco ha ayudado la Personería de La Mesa.  Tampoco mi familia ha ayudado en una solución, ni siquiera algunos conocidos, que -perdonando la expresión- en vez de brindar ánimo me hacen a un lado como si fuera un tipo prepotente.

Tuve días muy buenos y otros muy malos.  Mi padre se preocupó mucho la semana que termina hoy, porque no tuve un buen amanecer ese lunes.  Sufrí más de lo necesario por culpa de un energúmeno que no sabe lo que es respetar a un niño.

Llovió lo suficiente, hizo bastante frío en esta meseta, al igual que demasiado calor gracias al mismo ciclo del agua.  Siendo honesto, me quedo con ese frío, el calor me recordó mucho a Girardot o a Neiva; supe disfrutar estas variaciones del clima.
 
Dos veces pude ver a esa persona, dos veces tuve que "salvarle las papas".  Ojalá se haya dado cuenta que no soy una porquería de persona como lo piensa.  Ojalá tenga algún sentimiento de gratitud.  ¿Diciembre tendrá la respuesta a esas incógnitas morales y espirituales?  Yo sé qué estoy haciendo -pidiendo, para que me entiendan- por ella; ojalá todo lo que se haya propuesto, lo logre.

Llega el mes más nostálgico para mí, espero que no sea un matiz de tristezas, como lo ha sido en estos últimos años.  Dios permita que no lo sea.  Ojalá el regalo que siempre he deseado llegue.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

26 de Noviembre de 1999. (Parte 2)

Cinco años después, completo este precioso relato...

La fiesta había terminado, por lo menos la que me correspondía junto a Marcela, sobre las diez u once de la noche.  No recuerdo bien si había llovido, creería que San Pedro sí abrió la llave, aunque fuera por un breve lapso de tiempo.

Al otro día, asistí al grado de Jorge, un compañero de la banda, quien estudiaba y vivía en Apulo para ese entonces.  Él estudiaba en el Colegio Departamental Antonio Nariño de ese poblado y la ceremonia fue programada por la noche, nos pidieron el favor de asistir a la ceremonia y de amenizarla; incluso permanecimos buena parte de la noche en Apulo para acompañarlo en su fiesta, queríamos quedarnos más tiempo, pero Don Pedro no nos autorizó bajo ninguna circunstancia.  Lo que sí permaneció durante buena parte de la noche fue la lluvia, que fue lo suficientemente fuerte para asustarnos.

Este 26 de Noviembre se convirtió en un "doble día", queridos amigos.  Es imposible olvidarlo, y contaré algunas anécdotas previas a lo que fue ese día.

La beca de la Piloto.

Había contado que me enteré antes que el mismo rector del colegio -el chiguano Fabio Edilberto Jara- a comienzos de Octubre en un viaje de futuro académico hacia Girardot junto a Don Norman.  Me entero antes que todos, quizá haya soltado alguna pincelada.

En una semana cultural, la última que tuve, había anunciado mi retiro de la Banda Municipal, porque deseaba concentrarme en lo que sería mi primer semestre, pero me arrepentí.  El jueves, me había juntado con mis compañeros músicos de ese undécimo y debíamos hacer una interpretación disfrazados como personajes de Los Picapiedra.  Al finalizar la jornada, había llegado una carta remitida por la seccional de la Universidad Piloto para el colegio donde certificaban que había conseguido el segundo puesto en ese concurso-prueba y que tendría mi beca para estudiar.

¡Ahí fue la fiesta!   Casi todo el mundo me felicitó por ese logro, hasta el compañero que me hizo la vida imposible en muchos días, me refiero a Carlos Torres.  Me cargaron en hombros por una parte de la cancha múltiple, esa que raspaba como lija.  Sé que Carlos me estimaba por todo, independientemente de todos esos momentos tensos.

Mejor bachiller, más cantado que...

Previo a la ceremonia de graduación, se tenían que cumplir ciertas ceremonias, que a primera vista eran demasiado aburridas y rigoristas, pero que al final, valieron un poco el tiempo que se gastó en ellas.

Una de esas ceremonias, era la entrega de símbolos de parte del undécimo que salía -es decir, nosotros- al undécimo que llegaba -el décimo grado de 1999-.  El problema surgió cuando llegó la hora de la realización de la ceremonia en mi salón.

Todos querían participar, en especial entregando un símbolo.  Alguien, presa de la furia, y representando a muchos que en algún momento de su vida no estaban contentos conmigo, soltó esta perla:

-"¿Para qué participamos en esto, si ya sabemos que Jairo se va a llevar todo?"

Honestamente, no quería participar en esa ceremonia, ni quería saber de ella.  Sabía que se iba a desatar una discusión fuerte por ese tema.  Al final, creo que terminé entregando un símbolo, pese a la oposición de todos, y si no me equivoco, fue un balón como representación del deporte.

Unas semanas antes, había tenido una discusión tremenda con Amparo Melo, profesora de química y directora de nuestro salón, con lanzamiento de cuaderno espiral al piso y todo.  Por esta situación, citaron a Doña Myriam al colegio -fue la última vez que la citaron por algo mío que no fueran los boletines- y recuerdo, que la misma profesora Amparo le dijo a mi mamá que yo debía apersonarme de algo casero, cosa que en lo personal nunca me ha gustado.  La causa de la discusión, fue la que por todo el mundo discute y pelea, el maldito dinero, creo que por una actividad que teníamos planeada para el fin de año y porque de ahí hubo un malentendido que involucró a Marcela también.

Lo cierto fue que la profesora Amparo me cargó mucha rabia durante las últimas semanas del año lectivo y una semana antes de finalizar el año lectivo -creería incluso que unas dos-, hubo reunión de profesores en jornada académica para definir, en secreto, quién sería el mejor bachiller de esta promoción.  Era lógico que la puerta de acceso al edificio administrativo, el mismo donde está la sala de profesores, estuviera cerrada, la "seguridad institucional" imperaba.  Ay del que se acercara así fuera en chiste por allá...

Bueno, una profesora después de la graduación me contó cómo fue la reunión.  El rector y los coordinadores los cogieron a todos a mansalva y les preguntaron quién debía ser el mejor bachiller, uno por uno.  Dos candidatos había, Carlos Javier Salgado y quien escribe.  Todos los profesores votaron por este servidor salvo una, la profesora Amparo.

Ella aún estaba cegada por la rabia de ese momento y creía que no merecía ese galardón.  Si hubiese sido por lo malo, hasta la profesora Cecilia y el profesor Leonel votarían en contra, pero como fueron más los milagros y las buenas obras que lo malo, pues...

Ese viernes, recibí dos placas conmemorativas, una por el puntaje en el Examen de Estado y la otra, por ser el mejor bachiller del colegio.  ¿Que si deseaba que la profesora Amparo se la tragara la tierra?  La verdad, no, ¿para qué?  En esa mañana no sabía nada de eso, solo quería que la ceremonia transcurriera normalmente.

Poco después, la profesora Amparo se acercó y nos abrazamos.  En el fondo, ella sabía que hice historia.  Quizá más historia que otros bachilleres que salieron antes y después de mí.  Quería que me llevara esos galardones.  La rabia pudo con ella, de acuerdo.  Y bueno..., si no fui el mejor bachiller de este colegio en todos estos años, ¿entonces quién?

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En todos estos años, evoco mi colegio y todas las vivencias que tuve.  Trato de mantenerme conectado con sus actividades, hasta me han sugerido que lidere la formación de una asociación de egresados, pero muchos de mis compañeros y conocidos bachilleres tienen más que una vida y se les dificulta organizarse.  He tratado de asistir a todas las ceremonias de graduación después de mi etapa universitaria, y trato de hacer buenas migas con algunos elementos de esas promociones.

Es una pena contarles que algunos profesores actuales desconozcan la historia y pasen por encima de la gente que en cierta forma, valoró este colegio más que a su casa y a su propia familia, guardando las proporciones.  Yo quisiera que esos docentes de ahora, conocieran quiénes fueron esos estudiantes que hicieron no solo grande a un colegio, sino a un precioso poblado llamado Anapoima.

Volviendo al tema, ya hice el deber de recordar a mis profesores.  Vuelvo a hacerlo, ya no por lo malo, sino por lo bueno y su intención de forjar personas llenas de conocimiento y valores.  La lista no será necesaria de repetir.  He de recordar a mi rector en esa época, Fabio Edilberto Jara, quien me trató muy bien durante todos estos años.  He de recordar a Juan Bautista Nova, "Don Juanito", el sempiterno secretario pagador del colegio, que en alguna ocasión se disfrazó de profesor.  He de recordar a David, el cascarrabias celador.  Y también a todas las personas que alguna vez hicieron parte de la rama administrativa del colegio.

Mañana, quizá la próxima semana, regresaré al colegio para recorrer sus salones, para correr por los pasillos, para divisarlo desde el balcón de la rectoría, para sentarme en sus bancas de concreto o en sus "sillones de piedra".  El 26 de Noviembre de 1999 nunca se olvidará, por más triste, furioso y con ganas de acabar con la vida esté.

Y para finalizar, este texto está dedicado a todos mis compañeros, los de promoción, los que ingresaron conmigo y se quedaron en el camino y a todos aquellos compañeros de otros cursos que conocí dentro de estas edificaciones de ladrillo lacado que componen lo que fue el Colegio Departamental Integrado de Anapoima, hoy Institución Educativa Departamental Julio César Sánchez García.  Aunque, con el viejo nombre siempre me quedaré...

martes, 25 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Colombia bien escrita.

Había visto una vez en casa que el diario "El Tiempo" realizaba un concurso de ortografía denominado igual que el periódico, pero que no tenía participación masiva de colegios -y hoy en día todavía no la tiene-.  Poco tiempo después, también había visto la final de un concurso que se llama igual como el título de esta historia.

"Colombia bien escrita" era un concurso mucho mejor estructurado, tenía participación de todo el país en forma cronológica y escalonada por departamentos, y tenía un músculo financiero y de patrocinios increíble.  Recuerdo que Bic, Papas Margarita, Bavaria y Compaq patrocinaban ese evento.

La intención mía para 1998 era participar en ese concurso e hice todo lo necesario para participar.  No recuerdo muy bien quién me comentó sobre la existencia real del concurso, creo que fue mi profesora de Castellano la difusora.  Pero sí recuerdo bien que en la vetusta biblioteca del colegio encontré el catálogo del concurso de 1997, el cual reposa completico en casa.

Ahí encontré el teléfono al cual debía comunicarme para conseguir la información y participar.  Los teléfonos monederos de Telecom se convirtieron en mis amigos durante muchas tardes gracias a que debía llamar con cierta frecuencia a la administración del concurso.  Allá siempre me contestaba Rocío, quien soportó la natural impaciencia y ansiedad de este servidor.  La publicidad del concurso llegó a la oficina de la Secretaría de Educación de Anapoima, no al colegio, y se tuvo el tiempo y la paciencia suficiente para realizar la inscripción correspondiente.

En Octubre de 1998, llegó la primera oportunidad.  Una mañana fría en Bogotá, aún hacía más frío dentro del Teatro Antonio Nariño de la Gobernación de Cundinamarca.  Se juntaban Cundinamarca y el Distrito para escoger los representantes para la final nacional.  El primer problema surgió cuando llegué junto a Don Norman y a Doña Myriam -¿qué, me iban a dejar solo en esa quijotada?- y Rocío me atendió, no sin antes agradecerle la atención y disculpándome por la llamadera.

-"¿Qué grado está cursando?"

Simplemente contesté: "Estoy en décimo grado".

Pensé que el viaje se perdería en ese instante, pero Rocío tuvo compasión de este servidor al decirle:

-"No sabía nada de que el concurso era solamente para estudiantes de once".

Hecha la difícil tarea de convencer a la organización para participar, me senté en la primera fila del teatro, mis padres se ubicaron varias filas atrás.  Como habían mezclado a Cundinamarca y al Distrito en la competencia, al determinar las eliminatorias, me enfrenté a un estudiante del afamado Colegio San Carlos, de Bogotá.

El formato era sencillo, el maestro de ceremonia dictaba una palabra y el que se equivocara, perdía, si ambos se equivocaban, ambos salían de competencia.  Y así empecé, el maestro dictó "crucifixión" y en un momento de duda, cambié la "cc" que había garabateado en el tablero por una "x", mientras que el estudiante del San Carlos se quedó con la "cc".  Conclusión, Anapoima había pasado de ronda.

Tenía todo para clasificar, hasta que llegué al emparejamiento con una niña de la Normal Departamental de Pasca, en la semifinal.  Nos dictaron "idiosincrasia" y pensé que se escribía igual que "democracia".  Adiós, Anapoima.  Fue bella esa primera experiencia, pero se pudo hacer más, en serio.

En 1999, la premisa era ganar o ganar.  Ya sabía cómo debía prepararme, en ese proceso la profesora Martha Carrillo me ayudó con varias jornadas de dictados y yo me preparé con mis propios compañeros en una épica jornada de "muerte súbita".  Hice la inscripción con suficiente antelación.  Y otra vez, el Teatro Antonio Nariño me recibía para lograr la hazaña.

No recuerdo a quién eliminé en primera ronda ni cómo, pero otra vez fui eliminado en la semifinal y otra vez junto a una representante de un colegio de la Provincia del Sumapaz.  A una niña del Colegio Departamental Femenino Teodoro Aya de Fusagasugá y a mí nos dictaron "pleitesía" y otra vez una "c" me sacó del sueño.  Qué embarrada.

Ese día lo rematamos -porque otra vez Don Norman y Doña Myriam me acompañaron en esta locura- con un paseo por Bogotá, donde compré un libro del Mundial de Francia en un Panamericana -cortesía de Don Norman-, pero que tuvo un amargo final, pues me robaron un reloj de pulso en un colectivo en el centro.

Al siguiente año, motivé la participación del colegio en la edición correspondiente del concurso, pero la ganadora no quiso viajar, lo cual fue una pena, sus razones tuvo.  Siempre he deseado que Anapoima tenga representantes en los concursos nacionales de ortografía, lo necesitamos.

A esta hora de la vida, no sé qué sucedió con "Colombia bien escrita", lo último que supe es que para el 2000 realizarían el primer concurso hispanoamericano.  ¿Lo seguirían realizando, tanto a nivel internacional como nacional?  Eso solo lo sabré si averiguo más en este mundo de palabras bien escritas por unos pocos y maltratadas por muchos.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Cuando uno no tiene profesores buenos...

Así como tuve profesores muy buenos, también tuve profesores, que de una u otra forma, me decepcionaron, pese a sus buenas intenciones.

No recuerdo haber tenido profesores de dudosa reputación en mis dos primeros años de bachillerato, aunque recuerdo que no tuvimos un profesor de Educación Artística de manera estable en séptimo.

En octavo y décimo, empezaron los problemas.  Tuvimos de profesora de matemáticas y de trigonometría a la misma Coordinadora Académica, la licenciada Luz Marina Monsalve.  Por sus propias labores en la coordinación, perdimos muchas clases y la consecuencia fue obvia, no aprendimos a factorizar bien, ni aprendimos a realizar las famosas elípticas.  Yo debo decir que no la culpo por sus reiteradas ausencias, culpo más al colegio por ese exceso de trabajo que le cargaron.  Es más, ni mala docente es, porque se notó su gestión y sus ganas de sacar el colegio adelante en muchas malas situaciones.

En ese mismo octavo, nos quedamos sin profesora de inglés, y llegó un profesor que, me perdonarán la expresión, tenía más labia que pedagogía.  Me refiero a Apóstol Espinel.  Lo apodamos "Morbosín", porque no era precisamente un adalid de la decencia en algunas ocasiones. ¿Aprendimos algo de inglés con él?  No mucho, quería que aprendiéramos a hablar el idioma de Shakespeare escuchando canciones, cuando a duras penas sabíamos construir frases con las correctas normas gramaticales que impone ese idioma.  Creería que es un consenso general que él fue el peor profesor que tuvimos y quizá, el peor que ha tenido el Colegio Departamental Integrado de Anapoima.  Nos lo aguantamos hasta undécimo.

A esta mala hora de la vida hubiera deseado haber recibido una clase de inglés con Martha Carrillo o con Amanda Arrechea, en ese tiempo tenía muy buenas referencias de ellas.  Bueno, el que recibió instrucción de ellas fue mi hermano, a él lo hicieron sufrir lo suficiente (?) en inglés.

Así como hablo de lo malo, no puedo ignorar a los buenos profesores y profesoras que tuve: Leticia Rojas, Cecilia Mantilla, Amparo Melo, Leonel Urrego, Luz Helena Cáceres, Héctor Fernández, Aníbal López, Gilma Acevedo, Sandra López, Carlos Baquero, Isabel Baquero, Nancy Quevedo, Jorge Vallarino, Lisbeth Hernández.  Seguramente se me escapa algún nombre, pero creo que ellos se quedaron en mi recuerdo por las buenas enseñanzas que nos dejaron.

Como lo había dicho, muchos de estos profesores que nombré, ahora disfrutan de un merecido descanso por tantos años dedicados a forjar generaciones de anapoimunos.

Volviendo al tema, y para cerrarlo, pese a estas decepciones, las fallas conceptuales no hicieron demasiada mella en mi futura formación, pero de todas formas..., en algún momento tendrán que notarse, ¿verdad?

domingo, 23 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Mi banda.

Me salgo un poco del hilo de las historias para contarles algo que hizo parte de mi vida durante poco más de cuatro años, compaginándolo con mis estudios y con muchos conciertos y anécdotas que en algún momento serán contadas.

Así es, queridos amigos y amigas, me refiero a la grande y gloriosa Banda Municipal de Anapoima.

Compartiré una foto que nos tomaron en Octubre de 1999, unas semanas antes del Concurso Nacional de Bandas que se realiza en este poblado.  Cabe anotar que en ese día -un sábado- estrenamos los uniformes que vestimos para esa sesión fotográfica.


De izquierda a derecha, primera fila: Alexander Forero, Fabio González, Carlos Gómez, Alberto Sánchez, Fabio Rojas, Wilmer Pesellín, Yuberney Ruiz.
Segunda fila: Enrique Baquero, Ingrid Barbosa, Deicy Camacho, Daira Cifuentes, Paola Pachón, Manuel Riveros, Camilo Pérez, Carlos Suárez, John Espinosa.
Tercera fila: Jessica Bonilla, Paula Parra, Sandra Díaz, Maritza Pava, Lorena Flórez, Mary Luz Barbosa, Leidy Luna, Jorge Arias, John Baquero.
Cuarta fila: Pedro Ignacio Castro (director), Jairo Méndez, Alberto Peña, Héctor Montenegro, Jaiver Salamanca, Alberto Díaz, Franz Pesellín, Rafael Méndez, Andrés Garzón, Oswaldo Moreno.
Quinta fila: Tammy Peña, Shariffa Pesellín, Jonathan Villabón, Émerson Méndez, Héctor Ovalle, Luisa Peña, Óscar García, Héctor Munévar.
Faltan en la fotografía: Diego Rojas y Leonardo Romero.

Así estaba conformada la banda en ese entonces, queridos amigos.  Como alguna vez les conté, fui percusionista, pero me quedó el gusto por la música interpretada por este tipo de agrupaciones.

En ese mismo año, el maestro Pedro -que en gloria esté-, me felicitó por haber logrado la Distinción Andrés Bello, e incluso me felicitó por conseguir la beca en Girardot.  Muchos regaños me gané, algunos problemas tuve, pero este músico de corazón se formó gracias a él.

Había anunciado mi retiro en ese mismo Octubre, pero pudo más mi corazón y me quedé como integrante activo hasta Enero del 2000, dos días antes de la inducción en la Piloto.  Incluso ellos estuvieron en ese 26 de Noviembre amenizando esa ceremonia, hasta yo pedí piezas para que las interpretaran.

Extraño mi banda, extraño esos momentos de las tardes anapoimunas donde nos juntábamos para montar piezas de todo el repertorio universal, extraño los juegos, extraño los viajes.  Es una pena que por culpa de unos políticos insensibles, nos rompieran muchas ilusiones, culpándonos incluso de rebeldes y de sindicalistas.  A muchos el futuro no nos sonrió y terminamos alejados de algo que nos unió, la música.

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Anoche, me reuní con varios de mis compañeros para celebrar el Día de Santa Cecilia, santa patrona de los músicos.  Pasamos una deliciosa noche, aunque con cierto exceso de licor y de frío, pues había llovido lo suficiente en esas montañas anapoimunas.  Recordamos muchas cosas, nos divertimos, cenamos sancocho para combatir la borrachera, y bueno..., en la mañana terminó la fiesta para la mayoría de nosotros, pues yo tenía que cumplir con varios compromisos desde temprano, así que abandoné la fiesta a eso de las cuatro de la mañana.

¿Valió la pena ir esa noche a la fiesta?  Por supuesto.

Y ustedes, ¿pasaron un Feliz Día de Santa Cecilia? 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Logros perdidos.

Había contado que en 1996 se cambió el sistema cuantitativo -las notas- por uno cualitativo, el que se conoció como el sistema de logros.  En esos dos primeros años, que correspondieron a octavo y noveno, me fue muy bien, no perdí ni en apariciones fantasmagóricas un solo logro y solía recibir en mis boletines apreciaciones como "excelente" o "sobresaliente".

Llegué a décimo grado, en 1998, y vería asignaturas nuevas, muy distintas a lo que vimos entre sexto y noveno.  Ya no tendríamos que ver nada de historia ni de geografía, ni religión.  Veríamos física, química, trigonometría, filosofía.  Y en una de esas materias, tropecé por primera vez.

Leonel Urrego sería nuestro profesor de física, tanto en décimo como en undécimo, después de su regreso como profesor de este servidor y sus compañeros el año inmediatamente anterior y en el segundo periodo de ese décimo, veríamos dentro del temario velocidad y aceleración, con sus consabidas ecuaciones y sus despejes.  Ahí, casi todo el salón perdió al menos uno de los dos logros de la asignatura para ese periodo, incluyendo a este servidor.  Solo uno o dos compañeros sacaron ese periodo en limpio, para envidia de los demás.

Nunca pensé que un día así llegaría.  Me sentí mal, y en algún momento pensé que podría perder el año lectivo, pero, para mi fortuna, se quedó esa pequeña mancha al final de ese año y pude llegar al 26 de Noviembre de 1999.

Al siguiente año, ya en undécimo, el profesor Leonel se compadeció de todos nosotros y cuando llegó la jornada de recuperación, todos los que habían perdido esos logros, se nivelaron.  Quizá él no quería repetir una experiencia que tuvo antes de llegar a Anapoima con una promoción de bachilleres.  Recuerdo que debíamos presentar un trabajo escrito sobre los temarios que no pudimos superar.

De resto, no perdí ni un solo logro más en mis dos últimos años de bachillerato.  Seguí siendo el mismo "ñoño", pero yo empezaba a perder ese apelativo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Doña Cecilia.

Cecilia Fonseca de Pérez fue -o es, no sé nada sobre su actual existencia- una de esas personas llamadas "motivadoras organizacionales" y solía frecuentar Anapoima por su propio trabajo a finales de los noventa.

En 1998, "Doña Cecilia" visitó mi colegio, contratada seguramente por el municipio, para dictar una charla de esas para ambos salones.  Yo estaba cursando décimo grado y recuerdo que ese día teníamos Educación Física, así que asistimos con la sudadera blanca y gris.

No recuerdo muy bien qué sucedió, si hubo algún problema o porque ya traía alguna consideración frente a los contenidos que ella exponía, pero no ingresé al aula múltiple.

Mis compañeros sí ingresaron, más de uno salió motivado a cambiar, otros salieron igual como entraron, sabrá Dios si "Doña Cecilia" les revolvió el pensamiento, qué se yo.  Lo único cierto es que yo no entré.  Terminó esa sesión y todos volvimos a nuestras actividades diarias.

Lo curioso vendría horas después, ya en casa.

Doña Myriam me pregunta como siempre:

-"¿Cómo le fue?"

Y yo respondo:

-"Bien.  Ahí vino esta señora, la que fue al Supermercado a dictarles la conferencia, Cecilia Fonseca de Pérez".

Hacía unos meses, Doña Cecilia se había presentado en el Supermercado Anapoima, lugar de trabajo de ese entonces para mi mamá.

Ella exclama:

-"¿Cómo?  ¿Esa señora fue allá al colegio?  ¿Usted entró?"

Respondo:

-"Sí, señora, yo no entré a esa conferencia.  ¿Eso para qué?"

Pensé que mi mamá se enfurecería conmigo, pero no fue así.  Simplemente exclamó:

-"Ay, m'hijo...  Esas vainas son muy cansonas.  A mi me aburrió la vez que vino al Supermercado"

Y efectivamente eso sucedió, ella salió muy decepcionada y aburrida de esa ocasión cuando "Doña Cecilia" vino a "motivar" a ella y a sus compañeros de trabajo.

En lo que a mí respecta, me irritan mucho las conferencias motivacionales y los mal llamados "libros de autoayuda".  Me enfurece ver a Jorge Duque Linares, para mí no es más que un charlatán; lo veo un segundo en la televisión y lo mínimo que hago es cambiar el canal.  Declino inmediatamente cualquier invitación a una charla-conferencia-foro-seminario sobre esos temas.  Pienso que hay muchas personas, sin necesidad de cobrar montones de plata ni presentarse en grandes escenarios, dan mejores consejos, palmaditas en la espalda y ánimo para salir adelante en situaciones adversas.

Según muchas personas, debería ir a eso o a un psiquiatra, pero no, no lo hago y juré no hacerlo.  Más problemas no quiero tener por culpa de asistir a esas cuestiones.  Siento que en vez de mandar a la gente a donde "los loqueros" o a conferencias verborrágicas, debo dar soluciones o ayudar en algo si no puede darse todo; en igual forma espero ayudas de ese estilo cuando las requiero.

Y para mi fortuna, y lo que quedó de ese bachillerato, no tuve más conferencias de ese estilo.  Fue una bendición.  Creo que "Doña Cecilia" no volvió a aparecer nunca más por esta meseta, gracias a esa sensación que tuvo Doña Myriam.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Las tapas.

1994, sexto grado.

En ese primer año de enseñanza secundaria, en la vieja "cooperativa" -tienda escolar, para que me entiendan-, se vendían únicamente productos de Postobón, pues ese conglomerado entregaba el armazón para construir sin problema alguno las tiendas escolares en casi todos los municipios de Cundinamarca.  Anapoima nunca fue la excepción, lógico.

La "cooperativa" estaba ubicada donde están actualmente el restaurante escolar y los lavabos, al lado del aula múltiple.  En esos primeros años, estaba rodeada de mucha tierra, algo de maleza y piedras, lo cual hacía difícil regresar de ese sitio limpio en épocas de lluvia.

Como en ese año se disputaba el famoso Mundial de Fútbol en los Estados Unidos, Postobón no fue ajeno a esa manifestación y puso a disposición de los colombianos varias promociones.  La primera, era apoyar la publicación del álbum Panini, bajo la modalidad del canje de tapas.

De la segunda promoción, es la que voy a hablar.

Postobón, en la cara interna de las tapas de las presentaciones personales de sus gaseosas de 266 mililitros, y que incluían a la Pepsi, imprimía preguntas y respuestas sobre los Mundiales de Fútbol.  Durante cada descanso y en ciertas ocasiones, al finalizar la jornada, mi tarea era recolectar esas tapas y aprenderme las preguntas y las respuestas.

Claro está, que la diversión que representaba esa tarea se volvía fastidiosa, cuando algunos compañeros me cogían a mansalva para preguntarme lo que aparecía en esas tapas.  Llegaron algunos días donde esa tarea me hastiaba hasta más no poder.  Me fastidiaban con eso y como no soy persona de estarme quieto en un solo sitio, en algunos momentos me sacaban la piedra.

Esos trozos de metal terminaron en Mondoñedo varios meses después, ya que aprendí todo lo que pude de ellos, por vejez propia se oxidaron y Doña Myriam se cansó de verlos rondando por la casa.

Lo cierto de esto, fue que aprendí muchas cosas de los Mundiales y conocí cosas sobre gente como Ferenc Puskás, Pelé o Diego Armando Maradona.  Poco a poco, mi conocimiento se nutría más al leer otras publicaciones o ver aquel programa de la OTI con Roberto Rivelino a bordo los días sábados.  Pero, con esas benditas tapas de Postobón nació mi pasión por los Mundiales y las competiciones internacionales de fútbol, pasión que aún perdura después de veinte largos años.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Días de furia.

Debo confesar y reconocer que en mis años de bachillerato no era un alma de Dios cuando tenía problemas o cuando me molestaban.  Nunca reaccionaba con tranquilidad, nunca hacía "de tripas corazón", nunca apelaba a las enseñanzas del santo Job.

Toda amenaza, toda mala palabra o actitud, se respondía con furia, con rabia, en muchas ocasiones quedaba rencor en el ambiente, quedaba la impresión de que conmigo no se podía hablar.  Pero, claro, ¿cuándo se podía reaccionar tranquilamente si lo que se recibía era una burla constante?

Algunos de mis compañeros -no citaré nombres por respeto a ellos mismos- tenían por tarea burlarse, en especial de mi físico delgado, el cual siempre he portado.  ¿Las consecuencias?  Peleas, golpes, dolor físico y una que otra lágrima derramada.  Y aunque no lo crea, algunas personas que me estimaban mucho en el colegio y en la misma Anapoima se preocupaban demasiado por estas situaciones.

¿Los causantes?  Nada, dejar así, que ni una llamada de atención recibían.  ¿Y yo?

A mí casi me expulsan del colegio en sexto grado por recibir tres llamadas de atención, y todas provocadas.  Claro, como el culpable de todo siempre será uno, y los demás no asumen su parte, pues...  A pesar de algunos incidentes que podrían tildarse de "pendejos" en años posteriores, el temor a ser expulsado seguía latente.  Gracias a Dios, nunca se llegó a tal extremo, alguien allá arriba -en el Cielo y en las oficinas administrativas del colegio- sabía que no podía salir de semejante forma.

En undécimo, un incidente causado por una actividad que debía liderar me hizo perder los estribos ante mi propia directora de curso, quien decidió no volverme a hablar por varias semanas, las últimas de bachillerato.  Incluso hay una anécdota que pudo influir en un galardón que recibí ese 26 de Noviembre, después la contaré.

En otra ocasión, en décimo, me fui a los golpes con otro compañero y la consecuencia fue haber roto el pantalón del uniforme.  Para disimular la rotura, me tocó permanecer buena parte de la jornada -fue un miércoles, si no me equivoco- con la camisa con el uniforme por fuera, cosa que nunca había hecho en los seis años que duré en el Colegio Departamental Integrado de Anapoima.  Ah, por ese mismo incidente, decidí "blindarme" en mi vestimenta para evitar problemas con las niñas.

También choqué feo con algunos otros profesores, por cosas que no valdrá la pena narrar.  Nunca protagonicé peleas en "El Triángulo", porque, sencillamente, eso esa caer demasiado bajo, mis problemas suelo resolverlos "aquí y ahora".

Doña Myriam sufrió conmigo, porque gracias a varios de esos incidentes, le tocó hacer presencia en el colegio.  Ella detestaba ir allá por cosas que no fueran los boletines, y supongan cómo reaccionaba cuando sucedía algo conmigo.  ¡El problema no se quedaba ahí, a la casa llegaba y empeoraba la situación!

Todas esas expresiones, casi diarias, me dejaron cosas malas, de acuerdo, pero a la larga, muchas cosas buenas a mi favor.  Me gané una buena reputación, de "tipo duro".  Aprendí que esta vida no es precisamente un camino de rosas.  Quizá lo supe desde sexto.  Esto me enseñó también que a ciertas situaciones no se les responde ni con actitudes cariñosas ni con palabras dulces, pero hay que saber usarlas.  Pero una cosa más importante aprendí, no se le debe hacer a los demás lo que no quiere que se le hagan.  Con esa ley terminaré mis días, lo aseguro.


"Soy de los que todavía creen que ciertos problemas se arreglan a las trompadas"

José Ómar Pastoriza

martes, 18 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Sufriendo con las exposiciones.

Cecilia Mantilla Moreno era la eterna profesora de Ciencias Sociales de mi colegio, había llegado a este poblado sobre los primeros años de funcionamiento del plantel en su sección secundaria, y por ese halo de eternidad y de conocimiento, se ganó el aprecio de toda la comunidad de Anapoima, no solo de la del colegio.

Antes de continuar con el tema, ella siempre creía que los Países Bajos, entendámonos como los componentes del Benelux, son Holanda, Bélgica y Dinamarca.  Yo le refutaba miles de veces que no era Dinamarca sino Luxemburgo.  Ella se quedó con esa idea, yo me quedé con mi propio Benelux, que es el que todos conocemos.

Bien, dentro de los años que nos tuvo a cargo en sus materias -séptimo, octavo y no recuerdo si nos enseñó materias en noveno-, ella tenía dentro de su metodología de enseñanza, hacer que el salón entero participara exponiendo varios temas del contenido que se vería en cada año, especialmente en Historia.  Yo me moría del miedo y de la vergüenza al saber que había exposiciones en cada año, por un simple detalle, no era ni bueno ni rápido tomando notas en una exposición cualquiera.

Cada vez que exponían mis compañeros, mi brazo derecho no coordinaba con mi cerebro y la consecuencia era más que lógica, mi cuaderno se convertía en vivo reflejo de esa situación, se atrasaba.  Había que pedirle el favor a Marcela o a cualquier otro compañero o compañera con mejor capacidad de síntesis  y de velocidad de escritura para que me prestara el cuaderno y ponerme al día, cosa que en ciertos momentos no se lograba por la cantidad de hojas que había que transcribir.

Exponiendo, no me iba mal, lo confieso.  Me preparaba lo mejor posible para cada exposición y cuando llegaba la hora de que me refutaran, sabía salir del embrollo sin problemas.  Así me gané una buena reputación como expositor, ¡podía ser un gran conferencista!

Solamente en esas materias, tuve problemas con las exposiciones, de resto, no había tantos problemas, a veces una desconcentración en un dictado.

La profesora Cecilia, se retiró en el 2002, tres años después de mi bachillerato, junto a otro grandazo del Colegio Departamental de Anapoima, mi propio hermano.  Ella aún considera a los tres hermanos Méndez como los mejores estudiantes que ha tenido Anapoima en su historia; pese a todo, ¿alguien podrá refutarla?

lunes, 17 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Conociendo la informática.

Sigo en 1996.

Para ese año, llegaron los primeros computadores al colegio, unas torres con MS-DOS 6.2 y Windows 3.1, que eran los que mandaban la parada en esa época, aún con Windows 95 en pleno auge.  Eran objeto de deseo, hasta para los amigos de lo ajeno; recuerdo bien que tuve un incidente feísimo gracias a un trackball -la bolita que hace que los ratones de esas máquinas funciones- perdido en la sala de informática.

En ese año, salió la Revista Enter en el periódico El Tiempo y obvio, quería coleccionarla, desde el primer número.  Recuerdo muy bien que salía en los días miércoles en las ediciones que no circulara la Revista Motor.  En otro feo incidente, se me perdieron esa primera edición y otra de los primeros números; conservo todavía en casa la mayor parte de esas ediciones que circulaban directamente en el periódico.

Para ese mismo año, sobre el segundo semestre, tendríamos un profesor de informática de tiempo completo, aunque pagado por el municipio.  Me refiero a Marco Tulio Criollo.  Él fue nuestro primer profesor de informática y gracias a él, me quedó el gusto por la tecnología.

Recuerdo mucho que él llevaba un libro editado por McGraw-Hill España que se llama "Informática Básica", y siempre que hubiese clase, le pedía prestado ese libro.  Alguna vez, me lo llevé para la casa, con el fin obvio de leerlo y devolverlo en óptimas condiciones, cuestión que siempre cumplía como persona de palabra que suelo ser.

Aprendí mucho sobre MS-DOS y Windows 3.1, así como la misma historia de la informática, que a duras penas, antes de su llegada, sabía sobre el lanzamiento del PC de IBM en 1981.  Aprendí inclusive sobre la pascalina y su funcionamiento más conocido en ese entonces.  Como había superado mi problema con la mecanografía, manejar un teclado de computador me facilitó mucho la vida y poco a poco fui olvidando el ruido causado por los tipos de las máquinas de escribir.  Así, poco a poco, empecé mi trajinar tecnológico y deseando cada día más desde el alma el poseer un computador y tratando de mantenerme al día en ese aspecto de la vida.

Al final del año lectivo, el profesor Marco Tulio dejaría Anapoima, por buscar otros horizontes en su profesión.  Nunca volví a saber de él.  ¿Dónde estará?  Lo único cierto, es que ese libro terminó en mi poder, porque el profesor Marco Tulio me lo regaló, y para mi fortuna -y como una forma de respeto hacia él y hacia mi propia forma de ser- aún lo conservo en la mejor condición posible.  ¡Hasta con una nota firmada por él llegó ese libro!  ¡Creo que me lo regalaron de forma sorpresiva antes de que él abandonara Anapoima!

Suelo leerlo cuando lo tengo al alcance y me sirvió de mucha ayuda en quinto semestre de mi carrera, pues ahí vi de nuevo sistemas numéricos.  Nunca olvidaré su portada ni su contenido.

Para despedirme, comparto con ustedes la portada de ese libro, sé que más de uno debe conocerlo:


domingo, 16 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: ¿Quién dijo promoción?

Cursaba octavo grado, allá en 1996.  El primer periodo, lo recuerdo, se manejó por el sistema de notas, que sería reemplazado por una directriz del Ministerio de Educación Nacional.  Ahora, todo lo que se refería a la calificación de los estudiantes se manejaba por una escala cualitativa.

El año anterior -1995- se rumoreaba con el tema de la promoción.  Luego de que varios estudiantes perdieran materias en sexto grado, el séptimo grado se dividió en dos grupos, y un buen estudiante que fue mi compañero en quinto de primaria y en ese sexto, se cambió de grupo, nunca conociendo sus razones.

A ambos, a él y a mí, nos tenían "candidatizados" para pasar de año automáticamente, ¿por qué?

Bueno, la figura de la promoción automática se había establecido por la reforma que se realizó de la Ley General de Educación.  Consistía en algo así: Si uno era "buen estudiante" y superaba cierto número de logros con la etiqueta "sobresaliente", el colegio podía trasladarlo al grado superior correspondiente, que en mi caso, era noveno grado.  En algunos colegios de mi provincia se aplicó, según escuché, y no se me haría para nada raro que en el Francisco Julián Olaya -el colegio departamental de La Mesa- se hubiera dado esta situación.

Tanto él, como yo, éramos demasiado buenos estudiantes y éramos los "caballos de exposición" de cada salón.  Superábamos todo con creces, sin demasiados problemas.  Aún así, con una pared separándonos, teníamos una buena relación.

Faltaba lo importante...  La promoción ansiada y que en cierta forma se deseó, no se presentó.

¿Por qué no se presentó?  Quizá por miedo, quizá por ignorancia, quizá por algún factor psicológico, quizá por la misma edad...  Lo cierto fue que terminé mi bachillerato con la mayoría de compañeros con los cuales lo inicié, joven todavía y con un récord.  Años después, me enteré que una persona había logrado su bachillerato con menos edad que muchos que salieron de ahí a mi edad de ese entonces.

¿Cabría yo en ese grupo de las hijas de las profesoras, de Bernardo, de Jaime Díaz, de Yair, de Manuel Poveda?  No lo supe, aunque podría decir que no encajaría nunca en un grupo fuerte como ese.  Quizá lograría salir de bachiller a los catorce años, como esa persona hace unos ocho años.

El status quo hizo de las suyas, como en aquel capítulo de Los Simpson donde Lisa fue promovida y Bart fue devuelto al tercer grado.  Al final, no me importó demasiado ese asunto.  Ahí seguí y el camino al 26 de Noviembre de 1999 continuó.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Parque Jaime Duque.

En ese mismo 1994, mi colegio -el Departamental Integrado de Anapoima- realizó la única salida colectiva y general que he vivido y disfrutado durante toda mi etapa educativa.

En ese día de Mayo, si no me equivoco, todos los estudiantes de mi colegio abordaron todos los buses pullman que tenía Flota San Vicente para viajar.  A nosotros, el Sexto A, nos correspondió el mejor que había, el 763.  A los otros, les correspondió algunos móviles un poco más antiguos.  De todas formas, todos los estudiantes iríamos a un destino muy especial en la Sabana de Bogotá, el Parque Jaime Duque.

Jaime Duque Grisales era un aviador caldense, quien se trasladó a Bogotá a muy temprana edad y fue uno de los pilotos más importantes y trascendentales que tuvo Avianca, convirtiéndose en el primer jefe de pilotos de origen nacional.  El 27 de Febrero de 1983, en un sector rural de Tocancipá, inauguró el parque que lleva su nombre, el cual fue construido para brindar diversión y esparcimiento para las familias, y cuyo lucro -es decir, los ingresos que generase el parque- se destinaría para las personas menos favorecidas.

A media mañana llegamos al parque, después de cruzar buena parte de Bogotá, ya que la carretera entre Funza y Cota aún era una trocha.  Lo primero que se hizo allá, aparte de cruzar lo que fue la Autopista Norte por debajo, fue ver el imponente avión con el que Jaime Duque inauguró las rutas transatlánticas de transporte aéreo para Avianca.  Luego, pasamos a visitar la réplica del bergantín Independiente, recorrimos la mayor parte de las atracciones que tenía el parque en ese tiempo, incluyendo la réplica del mapa de nuestro país -si no me equivoco, uno podía lanzar monedas a los cuerpos de agua que la rodeaban-.

Varios de nosotros queríamos montar bicicletas acuáticas, pero nos lo prohibieron, así que decidimos ir a la Divina Comedia, donde me fui con algunas compañeras -entre ellas mi "traga" de colegio- y nos metimos el susto de nuestras vidas, ¡la representación del Infierno de Dante era prácticamente real!  ¿Y qué me dicen del Taj Mahal?  ¡Te confundes con el verdadero así no más!

Regresamos después de un día muy bien invertido y disfrutado, cansados y con el frío de la sabana dejando mella en algunos.  Allá empecé a valorar mucho -quizá más de lo necesario- la presencia de Angélica en mi vida y en mi entorno.  Allá escuché por primera vez "Auto Rojo" de Vilma Palma e Vampiros.

Volví allá varios años después, en una salida de Medio Ambiente de la Piloto, pero la experiencia no fue igual...

Eso es lo que recuerdo de mi primera salida al Jaime Duque.  ¿Volveré?  Ojalá pueda hacerlo con Don Norman y/o con Marcela.  Pronto tendrá que darse...


viernes, 14 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: La Yupana.

Leonel Urrego Peña es un personaje bastante particular en la historia de la educación anapoimuna y cundinamarquesa, si me puedo extender.  Había llegado en 1993 al Colegio Departamental de Anapoima proveniente del Departamental Pío XII de Pacho, donde dictaba Matemáticas y Física, materias que no abandonó a su llegada a Anapoima.

Con su sentido del humor propio e inseparable de su personalidad, recibió a este servidor en su primer año de bachillerato, allá en Enero de 1994.  Con problemas varios y llamadas de atención hacia quien escribe, trató de forjar a un mejor ser humano, sin desconocer las capacidades propias.

Dejó este terruño hace varios años, por problemas varios con algunas personas de la comunidad educativa, incluyendo a Doña Myriam.  Aquí hizo su vida, reconstruyó una familia.  Tomó el camino de Oriente, y en uno de esos poblados donde el pan de sagú y la morcilla abundan, se afincó para continuar con su labor docente, encontrándolo en una ocasión muy especial, pues yo estaba laborando en uno de esos poblados.

Una sola cosa dejaría imborrable el recuerdo de este profesor.

En sexto, una de las primeras tareas del profesor Leonel era construir una tabla compuesta por dos láminas superpuestas y debidamente pegadas de cartulina, cartón cartulina o cartón paja, según las posibilidades de cada uno.  La lámina superior, debía tener unos agujeros cuadrados, no recuerdo cuántos.  El fin de esa tabla, era el de aprender a manejar sistemas numéricos -en especial, la famosa "base decimal" o los números naturales- llenando esos agujeros con granos de varias especies, llámense maíz, fríjoles, lentejas, que fue lo primero que aprendimos en ese sexto.  Esa tabla se llamaba la yupana.

Esa yupana, es un invento inca y significa en quechua "lo que sirve para contar" y a pesar de ser una extrañeza para muchos de nosotros, facilitaba la enseñanza y el aprendizaje de las operaciones matemáticas básicas.  Es un ábaco sin aros, a decir verdad.

Siempre llevaré el recuerdo de la yupana cuando recuerdo mi primer año de bachillerato, es el mejor recuerdo que tengo, independientemente de todos los problemas que tuve en ese año, que preferiría olvidarlos.  Por cierto, pese a un primer periodo regular gracias a unas malas notas -precisamente- en matemáticas, logré pasar ese primer año de bachillerato, cosa que no lograron varios de mis compañeros, lo cual lamenté en su tiempo.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Caminando, caminando...

En 1993, volvimos a Las Mercedes, ya que Don Norman encontró trabajo en una finca vereda adentro, a un kilómetro de la carretera que la comunicaba con el centro de Anapoima.  Eso indicaba que deberíamos caminar todos los santos días los tres para ir a estudiar cumplidamente a la Policarpa Salavarrieta.

Todos los días, en esos preciosos amaneceres de la meseta anapoimuna, recorríamos esos eternos dos kilómetros y debíamos recorrerlos de regreso con ese calor canicular del mediodía calentano.  Cansados llegábamos, agotados al límite regresábamos.  En una que otra ocasión algún hombre de buen corazón me transportaba en su moto o en su automóvil, agradeciendo siempre ese gesto.

Recuerdo mucho un amanecer muy lluvioso, en el cual no nos mojamos, pero el entorno de esa mañana no parecía tal, sino el de un atardecer excesivamente gris.  Recuerdo esos amaneceres donde el sol, aparte de calentar, acompañaba una deliciosa brisa proveniente de las montañas del norte y que hacía apacible el clima.

Todos los días, caminábamos sin cesar y con los zapatos, nos cansábamos más, así que en cierto momento, a la pinta diaria le incluimos los tenis que habían adquirido nuestros padres para Educación Física.  Así, con los tenis, llegamos hasta ese Noviembre donde abandonamos la Policarpa, ¡hasta las fotos con los diplomas incluyen los tenis!

Nuestro quinto de primaria, aparte del caminar, fue lo más normal del mundo, peleas, buenas notas, los cuadernos cuadriculados para matemáticas, los rayados para las demás materias, no existió más el cuaderno ferrocarril.

Y caminando, caminando, terminamos la primaria Marcela y yo.  Gratos recuerdos dejamos en la Policarpa y varios de nuestros compañeros en ese año llegaron al bachillerato.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Sin kínder y sin primero.

En este mes, se cumplen quince años de recibir mi grado de bachillerato, como en algún momento lo dije, uno de mis pocos momentos dulces durante mi vida.  Así, sin un orden específico, narraré quince historias sobre mi educación básica, historias alegres, tristes, malgeniadas, y así, hasta donde mi memoria y mi percepción me permitan contarlas.  Hoy inicio, y espero que el 26 de Noviembre pueda terminar sin problemas.  Así que empecemos...

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En aquella vereda de Las Mercedes, vivía una familia de campesinos apellidada Méndez, oriunda de una población donde pasaba el ferrocarril, llamada San Antonio de Anapoima, quienes, aparte de las labores propias del campo, trabajaban en un condominio en construcción llamado Las Acacias.  Su hija mayor, cursó sus dos primeros años de educación básica primaria en la escuela de la vereda, donde, a pesar de la escasez de personal a educar, se destacó como una gran estudiante.

Los problemas vendrían, cuando Don Norman, el padre de familia, decidió trasladar a su hija a la Concentración Escolar Policarpa Salavarrieta, la escuela primaria más prestigiosa de Anapoima -disputando su prestigio con la General Santander-.  Allá, las profesoras le dijeron tanto a él como a Doña Myriam, que su hija debía repetir esos dos primeros años que cursó en Las Mercedes, alegando supuestos retrasos en su formación.  No se podía hacer nada, la niña debía cursar de nuevo primero y segundo de primaria.

Más grande sería el problema, cuando el segundo de sus retoños, veía gustosamente los programas de televisión educativa que transmitían los antiguos canales 1, 2 y 3 de Inravisión, aprendiendo poco a poco algunas cosas que tardaban más tiempo en aprenderse en una escuela pública, como la Policarpa.  En 1991, casi cumplidos los siete años, ese segundo retoño fue matriculado en tercer año de primaria dentro de la Policarpa Salavarrieta, ya que, gracias a todo ese conocimiento que acumuló viendo esa televisión le permitieron no cursar ni el preescolar, ni primero, ni segundo de primaria.  Todo por seguir a su hermana y no separarse de ella, ya que ni en 1989 ni en 1990 le permitieron estudiar.

Ese mismo año, ese segundo retoño no quiso completar su año lectivo, retirándose y con la bendición de poder cursar sin problemas el siguiente año, eso sí, con un cambio de jornada, debiendo estudiar por la tarde y viviendo con más comodidades en el área urbana, pues su familia dejó de trabajar en Las Mercedes por cuestiones que superaban cualquier esfuerzo.

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Ese segundo retoño, el protagonista de estas líneas, es este servidor de ustedes.

Como se contó, la vida en cierta forma me premió no cursando todos esos cuatro años de formación previa, donde las profesoras solían coartar la creatividad propia de esas edades.  Por eso, quizá también sea tan poco apegado a hacer las cosas a lo cuadriculado, aunque debo seguir ciertas normas que la sociedad impone por simple lógica.  Por esa televisión educativa nacional, aprendí a sumar, a restar, a multiplicar, a escribir.  Conocí muchas especies del mundo animal por esa misma vía, de acuerdo.  Incluso conocí algo de Geografía, materia que no se enseñaba en primaria.

Con esa historia, empezó lo que mucha gente de aquí considera una leyenda.  Yo ya no lo considero así, simplemente fue una etapa afortunada.  De todas formas, así fue y queda solo el recuerdo.  Me gustaría entrar con facilidad a mi escuela, a esa Policarpa Salavarrieta y recordar todos esos años.  Mis hermanos también entraron así a la primaria, sin cursar preescolar.  Marcela pudo haber salido de bachiller dos años antes que yo, pero esos criterios, Dios mío...

En 1993 se cerró esa linda etapa, para un Noviembre también, después les contaré otra historia de esa primaria maravillosa, queridos amigos y amigas.

domingo, 2 de noviembre de 2014

"Fandanguillo"

Victoriano Valencia Rincón (Montería, 1970), hijo del artista cordobés Guillermo Valencia Salgado, es un compositor, arreglista y pedagogo enfocado en la producción creativa.  Es licenciado en música de la Universidad Pedagógica Nacional y magister en composición de la Universidad EAFIT de Medellín.

En las dos últimas décadas, su trabajo se ha enfocado en fomentar, masificar y tecnificar la música de banda en Colombia, haciendo parte de varios programas gubernamentales.  Sus obras han trascendido fronteras, destacándose entre ellas, el movimiento "Carcoma" de la suite "Bestiarium", realizada por varios compositores internacionales, y la obra que compartiré a continuación.

"Fandanguillo", es una mezcla entre el ritmo más popular de las sabanas del Sinú, el fandango y el pasillo de la región cafetera de nuestro país.  La obra fue compuesta y presentada en el 2003, donde logró ser la campeona del Concurso Nacional de Bandas de San Pedro (Valle del Cauca), donde se premian obras inéditas del folclor colombiano.  La interpretación es de la Banda Sinfónica Estudiantil de la Institución Educativa Nuestra Señora del Rosario de Neira (Caldas), participante en el Concurso Nacional de Bandas "Pedro Ignacio Castro Perilla" de este año.  ¡Disfrútenla, es muy estimulante!

viernes, 31 de octubre de 2014

Adiós, Octubre.

Para este final de mes suelen coincidir la Noche de Brujas ("Halloween") y el Concurso Nacional de Bandas que se realiza aquí, en Anapoima.

Para mí, este fin de semana -que empezó ayer jueves, en la tarde-, es sagrado y nadie puede tocarlo; aunque debo estar pendiente de una situación particular.  Este fin de semana es el que me permite descansar de mí y de mis propios defectos, en ocasiones me causan más problemas de los que pienso.

Independientemente de eso, despido este mes escuchando música interpretada por bandas de viento, o "bandas de pueblo", como suelen decir algunos.  En mi percepción, ese último concepto dejó de tener cierta vigencia, y ya no solamente los pueblos poseen bandas, sino los colegios y algunas universidades.

Yo hice parte de mi banda de música, la grande y gloriosa Banda Municipal de Anapoima, en su segunda generación.  Y pese a ser un simple percusionista, me quedó este preciado gusto que no cambio por nada, escuchando bandas por muchos años y afinando poco a poco mi sensible oído, que no soporta ruidos infernales, sino el precioso sonido emitido por un instrumento de viento.

A esta hora de la vida, estoy escuchando el concierto de la Banda Sinfónica de Santa Cecilia, una banda juvenil de Villavicencio, traída por la organización del Concurso para rendirle homenaje a los Llanos Orientales.  Anoche, disfruté del regreso de Orlando "Cholo" Valderrama a esta tierra, después de siete años y medio y de la primera ronda, donde las bandas interpretaron obras de este gran cantautor.

El mes fue agridulce, la resaca por lo del Censo equivale a lo sucedido en ese fatídico Noviembre del 2004.  No valdrá la pena luchar por algo más, ya no quiero enviar una sola hoja de vida, me siento humillado en mi buen nombre.  Hasta de mentiroso me han tildado.  Ya no quiero tomar un solo medicamento más por muy enfermo que me encuentre, a duras penas me tomaré el antigripal y los antiparasitarios cuando corresponda; por culpa de esos químicos no tengo trabajo y no tendré nunca uno, haciendo mi vejez -que probablemente no llegará- indigna y frustrante.

Queda preparar el mes más ignorado de todos -Noviembre- y lo que será Diciembre.  Algo habrá que hacer para recuperar el dinero perdido por no tener ese trabajo por el que se luchó por casi seis meses.  De resto, que sea Dios el que decida qué hacer conmigo, porque yo seguramente me anticipé.

Cerrando este texto, comparto una interpretación de una banda sinfónica del himno del Llano, y a su vez, el himno del alma de los venezolanos, el joropo "Alma Llanera".

domingo, 26 de octubre de 2014

"Viviendo en una caja".

Living in a Box fue una banda británica formada en la ciudad de Sheffield en 1985 por Richard Darbyshire, Anthony Critchlow y Marcus Vere, vocalista, baterista y tecladista respectivamente.   La banda estaba orientada al synthpop y al llamado blues de ojos azules.  La banda duró poco tiempo, ya que por diferencias musicales y el cambio de empresa discográfica se separaron en 1990.

Su único éxito, que a su vez fue la canción con la cual debutaron en la escena musical, se llama igual que la banda, "Living in a Box", lanzado en 1987 dentro de un álbum llamado igual.  La canción tiene demasiados aires típicos de una canción ochentera, en especial la introducción con el sintetizador.  Alcanzó a ocupar un "Top 5" en las listas musicales de la Gran Bretaña.

Aquí comparto la canción, de paso confesando que refleja algún momento de mi vida actual.




"Woke up this morning, 
closed in on all sides,
nothing doing.
I feel resistance,
as I open my eyes,
someone's fooling.
I've found a way to break 
through this cellophane line, 
'cause I know what's going on 
in my own mind!" 

"Am I living in a box?
Am I living in a cardboard box?
Am I living in a box?
Am I living in a cardboard box? 
Am I living in a box?"

"Life goes in circles,
around and around,
circulating.
I sometimes wonder,
what's moving underground,
I'm escaping!
I've found a way to break 
through this cellophane line, 
'cause I know what's going on 
in my own mind!" 

"Am I living in a cardboard box? 
Am I living in a box? (Living!) 
Am I living in a cardboard box?
Am I living in a box? (Living!)
Am I living in a box?  Woh-oh!"

"(Living!)
I can't stand another (living!), oh-oh!
(Living!)
Oh-oh!"

"I've found a way to break 
through this cellophane line, 
'cause I know what's going on 
in my own mind!" 

"Am I living in a box? (Living!) 
Am I living in a cardboard box?
Am I living in a box? (Living!)
Am I living in a cardboard box? 
Am I living in a box? (Living!)
Am I living in a cardboard box?
 Am I living in a box? (Living!)
Am I living in a cardboard box?
Am I living in a box? (Living!)
Am I living in a cardboard box?
Am I living in a box? (Living!)
Am I living in a cardboard box?
Am I living, am I living, am I living, 
Am I living, am I living, am I living. 
(In a box?)" 

"Am I living, am I living,
am I living in cardboard box? 
Am I living in a box? 
Am I living, am I living,
am I living in a cardboard box? 
Am I living in a box?"