jueves, 31 de julio de 2014

Adiós, Julio.

Ha finalizado este caluroso mes.  Ha sido más caluroso de lo que esperaba.  He pasado días donde el pegachento sudor ha sido más insoportable de lo normal.

Aún no hay noticias del DANE.  Tengo más opciones de salir de ese proceso que de quedarme.

Fui a mi primera sesión específica de oftalmología, donde me retrasaron más tiempo del necesario y me obligaron a pernoctar en Bogotá.  No quería hacerlo, pasé un día muy horrible gracias a los chismes y a la arrogancia de la gente.  Me irrita que la gente "coma cuento" y no sea capaz de investigar las causas de lo que sucede en este mundo.

Pagué la deuda con William, esperaba eso, tuvo un final de semestre muy horrible y me sentí muy mal por eso.  Ojalá haya recuperado algo.

Volví a escribir ayer, pues no tenía la inspiración fina.  Eso sí, lo hice en el proyecto en el cual estoy vinculado, sobre una cuestión particular.

Contacté a mi profesor favorito en la universidad, hacía un buen tiempo no conversaba con él.  Le comenté lo que quiero hacer y por qué no lo puedo hacer.  Ojalá algo resulte.

También tuve que ir a La Samaritana para el tema de mi brazo y el resultado fue "alentador".  Ya estoy nuevamente en terapia física, pero sigo asustado.

Después de algún tiempo, viajé a Mesitas para apoyar a la delegación de Juegos Intercolegiados y vi jugar a los niños del colegio de mi vereda.  Perdieron en la semifinal, lloraron, los animé, quise llorar más que ellos.  Añoro ese 2007 cada vez que voy a un Intercolegiado.  También realicé, después de unos meses, el recorrido a Bogotá por la misma Mesitas.

De resto, creo que una etapa está por terminar.  No sé si desee seguir adelante.  No he podido concretar un plan que debo concretar antes de que llegue el 10 de Agosto.  El Mundial no lo ganó la selección que quería que ganara.  Mi mamá cumplió cincuenta años de vida.  Apenas salí el 20 de Julio.  No fui a ninguna celebración del Día de la Virgen del Carmen.

Agosto es un mes algo oscuro para mí, pese a que es el que me enorgullece más.  Ojalá todo lo que llegue en esos días, sea prolífico para mí.

lunes, 7 de julio de 2014

Perder.

Esta mañana, leí un texto de Daniel Arango donde expresaba su visión del perder.  Y sí que estoy muy de acuerdo con lo que escribió.

He vivido muchas situaciones en mi vida, donde he perdido.  Poco y mucho, no puedo decir que nada.  Dinero, tiempo, algunas cosas, notas, logros, amores.

¿Cómo siento el perder?  No me agrada, empezando por ahí.  Siempre tengo en mi mente el hacer mis cosas bien y terminar victorioso.  Y si hay que competir, con más veras hay que buscar el primer lugar.  Algo así como lo hice cuando aún se calificaban con notas las materias que uno veía en el colegio -ahí solía ser el mejor- o cuando me presenté a la capacitación del Censo Nacional Agropecuario.  En la universidad, ese "ser el mejor" se transformaba en el "ni por el chiras vaya a perder", algo así como jugar a empatar en un partido de fútbol.  Claro está que esa frase se convertía en "vaya por el cuatro, puede hacerlo y hágalo por su beca"; en algunas ocasiones se lograba.

Cuando ha llegado la hora de perder, sobre todo cuando se trata de una respuesta positiva que espero con mucha ansiedad, les confieso, no lo asimilo bien.  Me enfurezco mucho.  Lloro, si mis glándulas lacrimales dejan.  Si puedo golpear algo -no a alguien-, lo golpeo.  Lanzo cualquier cantidad de improperios al aire.  Quizá arrastre a los que están cerca de mí, pero ellos tratan de tranquilizarme, algunas veces con éxito, otras sin él.  En alguna ocasión, una pérdida no pudo superarse en semanas.  Pero, generalmente, es cuestión de días superarla sin cicatriz alguna.

Desde ese fatídico día del 2004, la impulsividad, la mala leche y la furia en toda su expresión han mermado, poco a poco, a veces retornando a algunos picos altos gracias a la necesidad física de lograr algo bello, grande e importante, pero mi propia apatía me impide expresar esa frustración por perder como solía hacerlo en mi juventud.

¿Que si es bonito perder?  Nunca lo es, queridos amigos.  Dicen que el que se expresa con furia y lanzando improperios es un mal perdedor.  Lo es, pero si de esa combinación hay consecuencias para lamentar.  Para mí, el auténtico mal perdedor es aquel que toma eso como una cotidianidad, callado, sin decir más cosa y sin lamentarlo.  Lo peor, es que en algún momento estuve bordeando ese triste camino.

Y considero también que muchos de nosotros, somos tildados como "malos perdedores".  Lo que realmente sucede, es que todos queremos estar encima del promedio, de la mediocridad, del montón; lo que no podemos hacer, es desconocer nuestra propia naturaleza ni las diferencias lógicas que tengamos entre sí.

Ahora sí, ¿a quién le gusta perder?

viernes, 4 de julio de 2014

Sentimientos encontrados.

Hoy inició la ronda de cuartos de final del Mundial de Fútbol.

El primer partido, entre Francia y Alemania, fue un auténtico bodrio.  Un cabezazo de Mats Hummels en los primeros minutos de juego había definido el partido.  Los germanos esperarían al rival que saldría del segundo partido.

Ese segundo partido, se jugaba entre Brasil y Colombia, en Fortaleza.

Todo el mundo esperaba ese partido, hasta el mismo gobierno.  Y ese mismo gobierno tomó una decisión bastante apresurada.  Todas las entidades públicas trabajarían media jornada e invitaban a que las privadas hiciesen lo mismo.  Aquí no hubo excepción.  Debía tramitar una orden médica en mi entidad prestadora de salud con cierta urgencia y no hubo servicio en horas de la tarde gracias al bendito partido.

Con más rabia se me acentuó la animadversión por ese equipo llamado "selección colombiana de fútbol".  No podía creer que no podría realizar esa diligencia gracias a esa decisión gubernamental.  Me sentí muy ofendido.  Tenía planeado viajar el lunes hacia Bogotá para regresar el martes en la tarde, con el documento en la mano y poder realizar los tratamientos que requiero.

Hago un pequeño paréntesis.  Mi animadversión por ese equipo nació hace catorce años, en un torneo clasificatorio a los Juegos Olímpicos que se realizaron en Sidney, en un hecho que se conoce como "El Londrinazo".  Más adelante, cuando pase toda esta parafernalia les contaré una anécdota que tuve con ese hecho y el suceso como tal.  Y les aclaro, no extiendo esa animadversión hacia las selecciones femeninas.

Volviendo al hilo de la historia, era lógico que apoyaría a Brasil en esta llave y había manifestado en varios sitios de este poblado que era muy difícil que Colombia los derrotase, por factores que rayaban en lo político y lo económico.  Y con esa idea, me fui al parque a ver el partido, la Alcaldía Municipal en otra decisión muy criticable, autorizó la instalación de una pantalla gigante para que la gente pudiese verlo.

Llegó el gol de Thiago Silva, como acostumbran anotarle a Colombia, desde un tiro de esquina colocado al segundo palo.  Siempre he dicho que esos goles se los hacen solo a equipos como San Marino.  Y así transcurrió ese primer tiempo, con el gol en contra y la impotencia de no poder llegar con claridad.  Ahí tuve un incidente gracias a lo obtuso que fue Velasco Carballo, el árbitro del partido, que dejó las tarjetas en la casa.  Un ex-vecino hizo sonar una maldita corneta en mi oído, cosa que me repugna hasta el límite de mi visceralidad y un contratista bastante polémico del "ente deportivo municipal" se las quería dar de Don Norman y nos fuimos a los empujones; el tipo hizo el gesto de empuñar una navaja, a lo que le respondí "si me va a pegar, hágale, que yo no tengo nada qué perder".

Finalizó el primer tiempo y fui por una cerveza, la cual me la tomé con mucha calma, retornando a un punto cercano a donde me había ubicado antes.  Todos los demás presentes que estaban en el parque hacían fuerza para que esa selección clasificase, pero yo seguía firme con mi idea.  Mario Yepes anotaba un gol que sería anulado por un fuera de lugar, alcanzaron a celebrarlo, pero cuando vi al árbitro, me tranquilicé.  James Rodríguez le comete una falta muy peligrosa a Hulk y David Luiz la transforma en gol.  El mismo James Rodríguez transforma un penal cometido por Julio César a Carlos Bacca.  2-1.  Camilo Zúñiga le comete una falta durísima a Neymar, dejando como consecuencia la fractura de una vértebra.  ¿Y el árbitro?  Bien, gracias, hasta la FIFA lo felicitó...

Finalizó el partido y me fui sin despedirme de nadie.  Con una sonrisa en el semblante.  Mi objetivo se logró.  Pero...

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De acuerdo, es mi país.  Vi gente triste, llorando.  También gente contenta por lo logrado.  ¿Fue la mejor actuación de una selección mayor en un Mundial?  Sí, está bien.

Pero eso, no me hace cambiar mi percepción general sobre la selección.

La selección no puede ser un bálsamo ni una pastilla del olvido para los problemas que poseemos como sociedad.  No podemos ampararnos en ella para coger el día que le corresponda jugar, para declararlo día de juerga y perdición, descuidando las labores diarias.  No podemos ampararnos en ella para que la gente, presa del vicio, se enfrasque en asuntos de sangre, donde se han perdido algunas vidas.

Nosotros mismos no sabemos manejar las circunstancias y por esa razón, han sucedido tragedias que son muy difíciles de olvidar.  El triunfalismo excesivo, la "metida al rancho", la necesidad infame de "mojar prensa" son taras que esta sociedad necesitada de valores ha arrastrado en estos últimos años, por algunos pocos logros que se han logrado con mucho esfuerzo, como los del ciclismo.

Sigo caminando y veo que la celebración se disuelve, poco a poco.  Mi mamá me ve feliz, pero como decía Baljeet, el personaje de Phineas y Ferb, "por dentro permanezco frugal".  No puedo alegrarme de forma tan descarada por ese resultado.  Simplemente lo quería, por las razones y el motivo deportivo que expuse.

Algún día, cuando aprendamos a manejar todas esas situaciones, podría volver a simpatizar con la selección, como cuando tenía nueve años.  O cuando consigan algo grande, más allá de la Copa América del 2001 o de un Sudamericano de categorías menores.  La sangre tira, queridos amigos, y eso no puede negarse; algún día la sangre hará el correspondiente llamado.

Para concluir, esto es un deporte, y como tal, está lleno de aficiones.  No podemos dejar que las aficiones superen nuestros deberes y nuestra conciencia.  Si usted apoya a la selección, está bien, lo sigo respetando, de pronto lo molesto un poco, pero nada más.  Si yo no la apoyo, espero que respete mi decisión de no hacerlo.  En algún punto, tendremos que llegar a un acuerdo.

Y respecto a algunos comentarios que sostienen que no soy colombiano por no apoyar a la selección, les respondo, el no apoyarla no significa que no represente mi nacionalidad.  Si hay personas que no soportan a Shakira por las razones que sean, ¿soy yo el indicado para criticarlas por su patriotismo respecto a Shakira?  Si hay personas que no les agrada el vallenato, ¿debo ser el indicado para criticarlas por su patriotismo respecto a ese género musical?

En fin, me voy a descansar con sentimientos encontrados, porque a pesar de mi alegría, sé que muchas personas que le tuvieron fe y creyeron en esa selección, no pasaron una buena tarde con ese resultado.  La vida volverá a su curso normal y otras alegrías llegarán para cada quien.

martes, 1 de julio de 2014

¡El Caldas es campeón!

Anapoima, 1 de Julio del 2004.

Disfrutaba de unas deliciosas y merecidas vacaciones en el que sería mi "último" año de universidad, y en ese mismo tiempo, seguía con cierta ansiedad y cierto esmero la campaña del Once Caldas de Manizales en la Copa Libertadores de América.

Debo confesar que el Caldas no es mi equipo del fútbol colombiano del cual soy hincha, pero me simpatiza lo suficiente como para tenerle algo de cariño.  Y ese equipo del 2004, me garantizaba el guardarle más cariño de lo normal, al mismo nivel del que le tengo a Nacional, si puedo decirlo.

Venían de ser campeones del rentado nacional en el primer semestre del 2003, al derrotar al Júnior en su estadio, el Palogrande.  Fue acompañado por el Deportes Tolima -campeón del segundo semestre- y por el Deportivo Cali -mejor reclasificado-.  El Tolima caería sorpresivamente por el Deportivo Táchira en la fase de grupos y el Cali caería en cuartos de final frente a River Plate, después de eliminar al Cruzeiro en Belo Horizonte.

¿El Caldas?  Perfecto, gracias.  En su fase de grupos -el Grupo 2-, debió enfrentar a Vélez Sarsfield, al Maracaibo y al Fénix uruguayo.   Inició su recorrido venciendo 3-0 a los uruguayos en Manizales, seguido de una victoria en Maracaibo por 2-1.  Perdió su primer partido en el José Amalfitani por 2-0, pero consiguió vencer a los de Liniers en la revancha en Colombia por idéntico marcador.  Aseguró su clasificación con una victoria ante el Maracaibo por 2-1 en el Palogrande.  El último partido en Uruguay fue un trámite, terminó empatado a dos goles.

El verdadero camino iniciaba en Mayo.  El rival era el Barcelona de Guayaquil.  El primer partido terminó empatado a cero, pero el segundo, deparó sufrimiento.  José Gavica, a los cinco minutos del segundo tiempo casi entierra la ilusión del Caldas, pero Jorge Agudelo salvó los muebles a siete minutos del final.  La serie se fue a los penales y los "blancos" fueron más efectivos llevándose la serie por 4-2.

Se reducían los contendores y el Caldas debería enfrentar a un grande del fútbol brasilero y sudamericano, el Santos.  En Brasil, vestidos de negro, aguantaron ochenta y tres minutos, porque Basilio había anotado el gol para el "pez"; pero cuatro minutos más tarde, Arnulfo Valentierra consigue el empate y una pequeña ventaja para el partido de Manizales.

Allá, en el Palogrande, el 27 de Mayo, faltando veinte minutos para finalizar el partido, sucedió esto:



Otro rival grande del fútbol brasilero vendría a Manizales, el Sao Paulo.  En el Morumbí, el Caldas se trajo un valioso empate a cero, que permitía soñar con la final.  En Manizales, Herly Alcázar abría el marcador a los veintisiete minutos, pero Danilo, aprovechando que Samuel Vanegas estaba siendo atendido por los médicos, empató cinco minutos después.

Todo apuntaba a los penales, pero en la agonía del partido, aparece esta magistral jugada:


Así, solo quedaba esperar al que quizá fue el mejor equipo sudamericano de la década pasada, el Club Atlético Boca Juniors, quien venía de eliminar a su archirrival, el Club Atlético River Plate, en el mismo Estadio Monumental de Buenos Aires.  El primer partido se jugó en La Bombonera, el 26 de Junio, donde el Caldas, de negro nuevamente, en una muestra de coraje, amor por la camiseta y concentración, sacó un empate a cero.  Recuerdo mucho la anécdota que me comentaron sobre John Viáfara en ese partido, donde no pudo aguantar sus ganas de vaciar sus intestinos y tuvo que terminar jugando en una condición que espantaba a los jugadores de Boca.  Recuerdo la chilena de Samuel Vanegas.  Recuerdo el tiro libre de Elkin Soto que pegó en el palo.  La Bombonera enmudeció al finalizar ese partido.

El partido de vuelta en Manizales, fue apoteósico.  El Palogrande había completado su capacidad de cuarenta y cinco mil espectadores, casi todos hinchas del Once Caldas.  En todo el país, todos estaban pendiente de ese "equipo de todos" en el que se convirtió el "blanco-blanco" de Manizales, que enamoró a más de un hincha.  Dentro de ese marco, antes de los diez minutos, John Viáfara fusila a Abbondanzieri desde unos cincuenta metros y desata la alegría en nuestra Manizales del alma.

Pero, los partidos duran noventa minutos y en el minuto siete del segundo tiempo, Nicolás Burdisso aprovecha un espacio y convierte un cabezazo en el empate en la serie, el cual no se alteró al final del partido.  A los penales se definiría esta Copa Libertadores de América.

Arnulfo Valentierra abriría la serie de penales, pero falla su disparo siendo atajado, algo acostumbrado en su carrera deportiva, sin demeritar su capacidad para convertir tiros libres en goles.  Rolando Schiavi, "El Flaco", iniciaría la serie para los "xeneizes", pero mandó el balón fuera del estadio.  Elkin Soto, el crédito de la ciudad, cobra bien y anota el primer gol de la serie.

Aquí aparece la figura de Juan Carlos Henao.  El arquero, santo y seña del club manizalita, pero nacido en Riosucio, le ataja el penal a Raúl Cascini.

Wilmer Ortegón, el experimentado jugador vallecaucano, debía anotar el tercer penal, pero lo falló, también atajado.  Nicolás Burdisso, el mismo que había enviado la serie a esta dramática definición, también falló, enviando su disparo al horizontal.

Cuarto cobro para ambos.  Jorge Agudelo, el mecánico automotriz y héroe en las series ante Barcelona y Sao Paulo, convirtió el penal.  Solo quedaba que Henao le atajara el penal a Franco Cángele o que este lo enviara lejos del arco.  Y lo segundo sucedió.  ¡Once Caldas campeón!  ¡Se convirtió en el segundo club campeón de la Copa Libertadores de América!

¿Quién puede olvidar a Juan Carlos Henao?  ¿Quién puede olvidar a Samuel Vanegas y a Édgar Cataño?  ¿Quién puede olvidar a John Viáfara y a Rubén Darío Velásquez?  ¿Quién puede olvidar a Arnulfo Valentierra?  ¿Quién puede olvidar a esa dupla inverosímil de delanteros compuesta por Jeffrey Díaz y Herly Alcázar?  ¿Quién puede olvidar a Dayro Moreno en sus inicios?  ¿Quién puede olvidar la contribución de Wilmer Ortegón?  ¿Cómo ignorar a Elkin Soto, "El Sultán"?  ¿Cómo ignorar a Diego Arango y a Raúl Esneider Marín?  ¿Cómo ignorar a Jorge Agudelo y a Jonathan Fabbro?

No podemos olvidar tampoco a Miguel Rojas, a Edwin García, a Germán Casas, a Javier Araújo, a Sergio Galván, a César "El Indio" Hernández, a Alexis Henríquez, a Edwin Móvil, a Mauricio Casierra, a Rolando Ramírez y a Juan Carlos González.

¡Y no podemos olvidar, por nada del mundo, al cuerpo técnico liderado por Luis Fernando Montoya!

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En esa cálida noche, en este poblado, se había determinado instalar una pantalla gigante para que el pueblo pudiese ver el partido.  Yo, lo vi en casa junto a mi familia; mi papá lo vio en Funza, en su residencia.  Cuando finalizó el partido, salí a celebrar, en calma, junto a algunos amigos.  A alguien llamé en esa noche, recuerdo a quien, quizá en un desesperado intento por arreglar las cosas.

En Manizales, todo fue una fiesta.  La Feria de Manizales se había adelantado.  Todos estaban contentos con el equipo de su ciudad, con su Once Caldas del alma. En el resto del país, como aquí, los hinchas y los simpatizantes de ese equipo de vestimenta blanca, se celebró ruidosamente semejante éxito.  Nadie había podido pasar por alto semejante hazaña, de un equipo de los considerados "chicos" de nuestro fútbol profesional.  Lo lograron.  Con merecimientos.  Con mucho coraje.  Con mucho amor por el club.

Sigo siendo simpatizante del Once Caldas, ojalá puedan volver a una Libertadores y repetir una hazaña similar.  Quiero también lo mismo para mi Nacional.  Y como pude observarlo en un especial que Guillermo Prieto -a.k.a. "Pirry"- hizo sobre esa hazaña, este tipo de celebraciones deben llevarse en paz, a través de las hinchadas, no como suelen hacerlo algunos antisociales que ven esas manifestaciones como motivo para derramar sangre.

De todas maneras, solo queda decir...

¡Muchas gracias, Once Caldas campeón!