martes, 2 de abril de 2019

Trece: Mecanografía.

De los gratos y sufridos recuerdos que me dejó mi paso por el Colegio Departamental Integrado de Anapoima fue una asignatura que generalmente se ve en colegios técnicos, denominada "Mecanografía".  Esta asignatura, dictada por la profesora Isabel Baquero, recordada por su difícil temperamento en diversas ocasiones, fue el sufrimiento para varios estudiantes de mi generación, inclusive para mí, pues me costó mucho aprender a mecanografiar con cierta propiedad.

Recuerdo bien que el colegio tenía un salón destinado para Mecanografía, con sus mesas y por supuesto, con sus máquinas de escribir.  Al poco tiempo, al crecer la cantidad de estudiantes y al deteriorarse las mesas, se tomó la decisión de que se practicaría en los salones de clase, con las máquinas encima de los pupitres.  Yo, antes de ingresar a Sexto, recibí de regalo de cumpleaños una máquina muy bonita -la conservo, y eso que mi mamá me intentó jugar una broma de muy mal gusto con eso- y mi hermana consiguió la suya gracias a una tía; éramos de los pocos que traíamos nuestras propias herramientas a clase.

Con todo eso, sufrí mucho para realizar los trabajos y adaptar mis manos a la postura exigida -las dos manos sobre la línea ASDF-JKLÑ-, sacándome muchas rabietas al límite de las lágrimas, malgastando papel bond y hojas de corrector e incluso, pidiendo ayuda para poder presentar las carpetas con las lecciones.  Tardé casi dos años y medio para aprender a digitar sin mirar el teclado, pues me costó incluso trabajar con el papel encima de mis manos o con los trozos de cinta aislante pegados sobre las teclas.

Esa mañana de miércoles o de jueves, lloré inconsolablemente porque no podía, mientras mis compañeros hacían todo muy bien.  Una estampita de María Auxiliadora, me calmó e hizo que sacara fuerzas de donde no podía y logré adaptarme al teclado.  Superé con suficiencia lo que restó de año y el Noveno, donde ya supimos todos que no volveríamos a recibir esa asignatura.  Pero, el recuerdo quedó y dejó muchas cosas buenas.

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A comienzos de año, descubrí en los equipos de cómputo de mi colegio una aplicación denominada MecaNet, la cual permite aprender mecanografía a través de los mismos, y con varias ventajas, no se gasta papel, mucho menos corrector, y no se necesita llevar una máquina de escribir al colegio.  La misma tecnología ha hecho obsoletas las máquinas de escribir, pero ha hecho necesarias las impresoras para hacer tangibles los escritos en los procesadores de texto.  Y ni se diga del famoso libro "Mecanografía Gregg", editado por la McGraw-Hill y de necesaria consulta y uso dentro de las clases de secretariado de finales del Siglo XX.

Gracias a la existencia de los teléfonos móviles, los jóvenes se dedicaron a usar solo dos dedos, sus pulgares, descuidando la necesidad de aprender a digitar con todos los diez dedos que les dio la vida.  Como soy consciente de las necesidades de la comunidad donde resido, valoré que estos jóvenes deben aprender a digitar para poder seguir con los temas que conozco de la Informática, porque no es justo que ellos no sean capaces de hacer algo que pueda sacarlos de la pobreza y porque deben ser agentes de cambio positivo para sus comunidades.  Si yo pude aprender, así me haya tomado el tiempo necesario para hacerlo, ¿por qué ellos no?

Espero que en vez de dejarse obnubilar por los vicios de la Internet, estos jóvenes que tengo a mi cargo sepan de una buena vez que estas clases les servirán para la vida, porque no tendrán dinero siempre para pagarle a alguien que les digite una carta y tampoco podrán redactar sus documentos académicos con propiedad.  Por estos conocimientos sigo vivo y estoy aquí, y no es por nada, ni por agrande, que por los mismos, la gente me busca y he podido salir adelante con mis proyectos.

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