viernes, 30 de enero de 2015

Londrinazo: La polla que nunca se ganó.

Estadio del Café, Londrina (Brasil), 30 de Enero del 2000.

Era un apacible domingo del verano brasilero, y se definían los dos cupos del grupo A del Torneo Preolímpico de Fútbol para selecciones compuestas por jugadores menores de 23 años, Sub-23 que llamábamos.  El día anterior, Argentina y Uruguay habían conseguido los dos cupos del grupo B a la fase final, con una victoria uruguaya por dos goles a uno y eliminando a su vez a la selección peruana.

La selección nacional no podía perderse este torneo y mostró a una selección competente, llena de talentos y por la cual se apostaba lo suficiente para que consiguiera uno de los dos cupos al torneo de los Juegos Olímpicos que se realizarían en Sidney (Australia) meses más tarde.  La selección quedó encuadrada junto a Brasil, a Ecuador, a Chile y a Venezuela.

El 19 de Enero, la selección derrotó 4-2 a Ecuador (Alexander Viveros, Mayer Candelo * 2, Jairo Castillo; Moisés Candelario, Iván Kaviedes), dando un buen presagio, pero el día 21, empató 1-1 (Jairo Castillo; Leonel Vielma) con la que dejaría de ser la Cenicienta del fútbol sudamericano, la selección venezolana.

Pero el día donde todo fue alegría -y una auténtica venta de humo-, fue el 26 de Enero.

Ese día, la Sub-23 goleó 5-1 a Chile con una magistral actuación de los integrantes de ese equipo.  Tres goles de Leon Darío Muñoz, uno de Rubiel Quintana y otro de Mayer Candelo pusieron a soñar al país con una hipotética clasificación a los Olímpicos, ¡hasta de la medalla se hablaba!  Pero no contaban con lo que pasaría ese domingo...  Ah, el que descontó para Chile fue un inolvidable del fútbol colombiano, un tal Julio Gutiérrez.

Recuerdo bien que un comentarista innombrable en muchos círculos, por el cual fue apodado "Refisal" y otro señor que se hacía identificar como Rick Astley, dijeron que para que la selección fuera apeada de ese sueño -eliminada del torneo- debía perder por goleada ante Brasil.  Ahí empezaron los problemas.

Javier Álvarez, ex-técnico del Once Caldas que clasificó a su primera Copa Libertadores, y que por ese logro fue llamado a dirigir la selección mayor y el seleccionado que debía clasificar a Sidney, notó mucho nerviosismo entre sus dirigidos y la noche previa al partido, los mandó a dormir con la misma indumentaria con la que se presentarían al campo de juego, guayos incluidos.

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A primera hora, ese domingo, Ecuador y Venezuela jugaban un partido que no definía nada, solo por cumplir el calendario.  Los venezolanos derrotaron a los ecuatorianos por 4 a 2, con un gran partido de Jorge Rojas.

A segunda hora, llegó la cita con la historia.  Javier Álvarez quiso reservar a varios jugadores que tenían amonestaciones acumuladas para no arriesgarlos a perderse partidos de la fase final.  Y con el nerviosismo aún a flote, el partido se inició.

No habían pasado diez minutos, y Álvaro cabecea un balón caído desde la esquina para abrir el marcador.  Al cuarto de hora de juego, un tal Roldanillo Caúcho Ronaldinho Gaúcho anota su primer gol.  Edú en dos ocasiones y Athirson -con complicidad infame de Pedro Portocarrero- dejan el primer tiempo con un saldo "lamentable", cinco a cero.

Javier Álvarez no sabía qué hacer, inclusive hizo modificaciones antes de finalizarse la primera mitad.  Inició ese segundo capítulo de esa "película de terror" y Adriano, Lucas, Warley y un penal de Ronaldinho redondearon ese resultado.  Fabián Vargas y Mayer Candelo terminaron expulsados.  Inmediatamente finalizó ese partido, Javier Álvarez fue despedido de su cargo y ahí empezó su curva descendente dentro de su carrera como entrenador de fútbol profesional.  Y David Montoya dejó sus lágrimas en el gramado.

No se clasificó a la fase final, mucho menos se lograría el tiquete a los Olímpicos, y la medalla se convirtió en una utopía.  Chile, quien estaba pensando en hacer la maleta y devolverse a su casa, se encontró con ese golpe de suerte, clasificó a la fase final, clasificó a los Olímpicos y conseguiría una valiosísima medalla de bronce con la ayuda de Iván Zamorano, Pedro Reyes y Nelson Tapia.

Los responsables directos de esta debacle fueron: Robinson Zapata; Rubiel Quintana, Pedro Portocarrero, Alexander Posada, Roberto Carlos Cortés; Fabián Vargas, Víctor Murillo (Alexander Viveros), Iván López (Felipe Arce), Mayer Candelo; Jairo Castillo (David Montoya), León Darío Muñoz.

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No recuerdo qué estaba haciendo la tarde del partido contra Chile aquí, seguramente estaba viajando para la inducción.  Lo cierto, es que fui testigo de la venta de humo tan infame que estaban promocionando los periodistas, en especial los dos que cité en los párrafos anteriores.

Cuando supe que existía esa posibilidad matemática de una "catástrofe", me enteré al rato que una emisora tropical de la región llamada Toca Stereo, fundada en Tocaima y trasladada a Fusagasugá -ciudad donde aún está alojada- lanzó, presa de la costumbre y de la euforia causada por ese resultado increíble, su acostumbrada quiniela, o polla, como acostumbramos decirle en estas latitudes.

Ahí mismo me entró el presentimiento.  Quería llamar, escuchaba los pronósticos exageradamente optimistas -y que rayaban en la insensatez y la locura absoluta- que decían que esa selección derrotaba a Brasil, con resultados clásicos, 1-0, 2-0, o 2-1.  Hubo gente que llamó y con mucha cordura predijo esos mismos resultados -e incluso un 0-3- a favor de Brasil.

Pero, yo fui el más sensato de todos.  Dije que a esa selección le iban a meter diez goles.  ¡A todos les decía que les iban a meter diez goles!  ¡Desde que "Refisal" abrió la boca hasta el día del partido!

Lo irónico, nunca llamé a apuntar mi pronóstico en esa bendita polla.

Y el resultado, a pesar de que fallé por un gol, se dio.  Los golearon.  Seguramente me ganaba el premio que ofrecía Toca Stereo.  Pero no llamé.  Ni se me pasó por la cabeza pedir prestado un teléfono, ni ir a Telecom a llamar a esa emisora.

Esa fue la polla que nunca me gané, la de ese triste día para el deporte colombiano.

Y desde ese día, no volví a creer en una selección nacional masculina de fútbol, al límite de defenestrarla.  Créanlo.  Por ese resultado y por esa alegría estúpida, nos pasa lo que nos pasa, hasta el final de los días -así hayan logrado algo en un Mundial-. 

Para terminar esta historia, los dejo con dos videos, la sabia apreciación de "El Siguiente Programa" y un repaso de la televisión brasilera sobre ese partido.


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