lunes, 2 de junio de 2014

¿Cómo me convertí en ingeniero sin computador? (Parte VI)

Aquí llega el último año de carrera, del cual no recuerdo mucho.  Ni siquiera entiendo cómo terminé.

2005: Otro fracaso y una alegría pírrica.

Porque mi familia, en especial, Don Norman, lo pidió, decidí continuar en la Piloto, matriculándome en Girardot, pero terminando el proyecto en Bogotá.  Quería salir cuanto antes de ese proyecto, pero con muchas más libertades, "empezando" por el hecho de solo cursar esa materia.  No tuve compañeros con quién compartir mis experiencias, escasamente tenía que ir a la facultad cada miércoles en la mañana para las   correspondientes asesorías.

Necesitaba mejorar mi base de datos y en dos meses, repasé lo que no aprendí en dos semestres completos de Bases de Datos, gracias a los buenos oficios del ingeniero Ibo Cerra, quien de paso, me invitó a probar Oracle y sus poderosas herramientas.  Seguía usando el mismo equipo de cómputo que me facilitaron en esa sala especializada, e intentaba, por todos los medios, mantener mi concentración.

En Mayo, el fracaso volvió a tocar a mi puerta.  Mi asesor consideró, que aunque el proyecto estaba mejor estructurado, no tenía un estado del arte aceptable.  Mejor dicho, era un esperpento.  Así que tampoco se podía sustentar en ese semestre.  Salí enfurecido de la facultad, quería romper todo, lancé al piso los documentos del proyecto entre muchos improperios, en fin...  ¿Otra vez sufriendo y haciendo sufrir a mi familia de esa forma?  Ya ni sabía qué hacer.  Ni tenía ganas de estudiar más.

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No sé qué carajos quería Don Norman conmigo, pero volví a la Piloto en Julio para intentar terminar esa carrera.  Otra vez quise continuar en Bogotá, ¿para qué me devolvía a Girardot?  ¿A iniciar el proyecto desde cero?  Lo peor, solo tendría ese semestre para pasar, si perdía nuevamente, saldría como un perro de ahí.

Encontré increíblemente algo más de ayuda.  Un compañero -Hernán- se ofreció a ayudarme con ciertas cosas del proyecto, en especial en el tema de la programación, pero no fue capaz de enseñarme cómo debía quitarle la criptografía a las cosas que hizo para mí, aparte de que me hizo perder algo de dinero que a duras penas conseguía.  Tuve que volver a escribir el código, con mucho sufrimiento, a escasas dos semanas de la entrega final.  Y sabría Dios si podría sustentar...

Finalmente, mi asesor se apiadó de mí y me dejó sustentar.  Por Dios, ¡era el proyecto de grado más fácil de realizar que se haya visto en la Piloto!  Contra el reloj, conseguí los materiales para imprimir y encuadernar los documentos del proyecto y construir los archivos ópticos.  Recuerdo tanto, que un día debí madrugar para salir hasta Mosquera y recoger unas pastas con sus velobind para encuadernar que había olvidado en Anapoima, ¡no había dinero suficiente para pagar una simple encuadernación!

Sustenté, y la nota final fue demasiado justa para lo que realmente fue el proyecto, dicen que me quedó en cuatro, pero realmente debió ser un tres.  No fue demasiada gente a mi sustentación, y eso que hice demasiado ruido.  ¿Otra anécdota?  Un jurado tuvo que prestarme su portátil para poder instalar los servidores y presentar el proyecto en funcionamiento.  Fue vergonzoso.  La alcaldía de aquí, no fue capaz de prestarme ni siquiera una torre.  Y la funcionaria responsable de darme el aval, ni siquiera fue capaz de gestionar una ayuda similar.  Pero bueno, se terminó todo.  Solo quedaba entregar los documentos empastados, donde tuve demasiados problemas gracias al poco profesionalismo de un tipógrafo local, los cuales hicieron cambiar esa empastada por una más "profesional" en Bogotá.

Así terminé la carrera, en un anonimato puro, sin querer celebrar, no merecía terminar.  Nunca merecí terminar.  Ya había dicho, quería retirarme en ese noveno semestre.  Pero se terminó.  Igual, las cicatrices quedaron y después de muchos años, aún siguen haciendo mella; ya es otra historia.

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