martes, 3 de junio de 2014

¿Cómo me convertí en ingeniero sin computador? (Parte VII)

Es hora de finalizar esta historia conmemorativa.  Aquí vamos:

Epílogo

Había finalizado la tarea, pero el año que seguía, el 2006, no traía tantas buenas noticias.  En ese año, se realizó el Censo Nacional de Población en este poblado, quise participar, pero me retiraron de ese operativo porque debí viajar el día en el que se realizaba una capacitación.  Para esos días, también entregué todos los documentos correspondientes y definitivos de mi proyecto, ya corregidos y listos para quedarse en la biblioteca; allá están, comiendo polvo y olvidados hasta por este servidor.  En Junio de ese año, sucedió esto, lo que correspondía a la recompensa final por tanto sufrimiento.

Solo he tenido una oportunidad laboral en mi profesión, aunque con la odiada modalidad del contrato por prestación de servicios, con la Alcaldía Municipal, hace siete años.  Con el primer pago que hicieron, pagué mi tarjeta profesional, aquella que en varias ocasiones he deseado devolver.  Además, en ese año, decidí involucrarme con el tema del deporte y con otros trabajos que rayaban más en lo informal que en lo formal.

En el 2008, me formalicé como instructor deportivo aquí, pero una serie de eventos desafortunados y la permisividad frente a actitudes peores que le he visto a muchos personajes -¡aún persisten!- me hicieron salir del maldito y engreído Ente Deportivo Municipal.  Unos meses después, me ofrecieron ser contratista de la empresa estatal de correos, lo cual fue una experiencia buena pero muy difícil, gracias a que no eran cumplidos con los pagos y en más de una ocasión tuve que enfurecerme con ellos por ese tema, ya que exigían estar al día con el tema de la seguridad social.

En el 2009 y en el 2010, seguí formalizado con el tema deportivo, pero lejos de casa.  Debía salir e intentar ganarme el sustento, en dos experiencias muy enriquecedoras, conociendo otras costumbres, otras latitudes, sin salir de Cundinamarca, aunque aprovechando también la cercanía con otros departamentos para conocerlos.  Así volví a Villavicencio desde el 2006, a Medellín desde 1998 y conocí Honda y La Dorada.  Intenté estudiar otra carrera, más vinculada con el deporte, pero una serie de inconvenientes, impidieron finalizar el primer semestre y continuar.

Desde el 2011 hasta hoy, no pude volver a trabajar con el deporte formalmente, gracias a una serie de requisitos que está exigiendo el Departamento para sus formadores deportivos.  Me estanqué.  A finales de ese año, conseguí un trabajo en La Calera, que solo duró mientras transcurría Enero del 2012, porque en un poblado como ese, o se come o se vive, y el sueldo no daba para cumplir las dos condiciones.  Renuncié y dejé un sentimiento de pesar en esa empresa, ¡ni yo mismo pensé que mi trabajo fuera a ser tan valorado!

De ahí, hasta hoy, no ha vuelto a llegar ni una sola oferta laboral, ni en las pocas cosas que aprendí en la informalidad.  Sigo luchando por estar vivo.  Poco dinero entra a mi bolsillo.  Había dicho en alguna parte que las empresas solo buscan "gente bonita" y yo no pertenezco a ese grupo.  Quieren experiencia y sangre joven, tampoco cumplo con esas premisas.  Quieren que sea esclavo de un sistema, yo solo quiero ser el mismo de siempre.  ¿Qué me queda para mí?  Esperar a que se vayan las horas lentamente y listo.  Ese es mi final.

Desde esas épocas, no volví a tener contacto alguno con la mayoría de compañeros de Girardot, escasamente con Rafael y con Yeny.  Con los de Bogotá, converso con mayor frecuencia.  En cierta forma, aún mantengo contacto con algunos profesores de la Piloto, tanto en Bogotá, como en Girardot, tratan de motivarme.  No todo podía ser tan malo después de todo.  Pero la comparación, aunque odiosa, es muy cierta.  ¡Mis compañeros de Girardot ya tienen por lo menos una especialización encima y unos trabajos más que dignos!  ¡El peor ubicado de toda esa hornada del 2000, es este servidor!  ¿Quién más podría ser?  Y ni me pregunten el por qué no he podido ir siquiera a un simple diplomado relacionado con mi profesión.

No tengo el trabajo que deseo.  Nací para ser líder, no para ser un esclavo.  Ya quemé la etapa esclavista.  Y si quiero seguir siendo esclavo, prefiero hacerlo en las cosas que a mí me gustan, así no me representen gran cosa.  Mi familia ahora necesita de mí y de lo que logre para sacarla adelante en estos malos momentos.  Pero, con esta realidad..., ¿cuál liderazgo?  ¿Cuál futuro?  ¿Cuáles ganas de seguir adelante?

Ayer se cumplieron ocho años de graduación como profesional.  Aún no tengo mi propia herramienta, me la prometieron algunos allegados como si fuera el cielo y la tierra.  Sigo estancado, esperando una señal divina o humana que me haga cambiar de situación.  En esta última semana, se han presentado situaciones positivas que hacen cambiar el rumbo, aunque también, los fantasmas de lo sucedido en estos años, me han hecho sacar muchas más lágrimas.  Cierto es que debo poner mucho de mi parte, tratando de olvidar todas esas frustraciones, pero sé, en mi humilde percepción, que ni siquiera Supermán podría tirarlas a la basura como si fueran envolturas de papas fritas.

¿Aún merezco una segunda oportunidad?  Lo dudo.  Muchas veces me han cerrado las puertas sin siquiera disfrutar de una oportunidad que he clamado a mi manera, sin necesidad de lagartear como político.  Me he apartado del "mercado" por eso, ya ni siquiera visito portales de empleo.  Ni siquiera insisto demasiado en las oficinas de egresados.  No hay mucho qué decir del tema sentimental.  Como lo decía, solo queda esperar...

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