domingo, 1 de junio de 2014

¿Cómo me convertí en ingeniero sin computador? (Parte V)

Vamos con el peor año que pude haber vivido en treinta de vida, el 2004.  Hace casi diez años...

2004: Veinte años y el fracaso llegó.

Había comentado que en el semestre anterior, la brecha entre mis compañeros girardoteños y yo, surgiría.  Para mi fortuna, consolidé, una buena relación, pero algo distante, con buena parte de mis compañeros bogotanos; sinceramente, nunca entendí una razón exacta para que ellos me brindaran su aprecio.  Puedo dar varias respuestas, entre ellas, que siempre fui serio y neutral en las discordias entre "bandos", o que siempre fui honesto con ellos y nunca les negué un saludo, a pesar de algunos momentos tensos.

El 2004 inició finalizando la práctica en Mazuera, dejé muchos amigos allá y, cómo no, me hubiese gustado quedarme trabajando allá.  El plan del semestre era regresar a Girardot para evitar más inconvenientes con mis compañeros, pero Don Norman, en un arranque de melancolía me pidió expresamente que no lo hiciera, con las siguientes palabras: "No me deje solo, hijo".

Mi papá para ese entonces, aún vivía solo en Funza, en el mismo lugar donde trabaja, como lo hacía -para ese entonces- desde hace nueve años. Necesitaba de mi compañía y eso forzó a quedarme estudiando en las edificaciones de la 46 con 9.  Ya dominaba a la perfección el movilizarme en Transmilenio y en el transporte intermunicipal sabanero, por lo menos en lo que corresponde a Funza.  Pero, quería irme, no quería tener más problemas en Bogotá.

Mi semestre se componía de cuatro materias y la primera parte del Proyecto de Grado, las cuales se superaron con suficiencia.  Pasada la Semana Santa, sucedió esto, y antes de esas fechas, rompí relaciones con el grupo que venía de Girardot, tanto por cerrados, como por un incidente con un personaje innombrable en la casa y porque me harté de que me excluyeran por mucho tiempo para varias cosas.

Además, por esos mismos problemas, pensé en retirarme de la universidad, no quería terminar la carrera en medio de malas caras y enemistades.  Incluso pensé en suicidarme.  En Marzo, después de un viaje relámpago a Girardot, desistí tanto de esa decisión radical como en la de retirarme de ahí.  Si lo hubiera hecho -retirarme-, seguramente no viviría el calvario que viví el siguiente semestre y los años que le siguieron.

Pues bien, increíblemente pasé con 5,0 Simulación Digital, pensé que perdería esa materia.  Las otras materias, las pasé sobre cuatro y salvé la beca nuevamente, pero con la salvedad de que no hice el deber de trasladar ese beneficio para que la sede de Bogotá la administrara, perfectamente la hubiera perdido.  Seguí matriculado en Girardot, como forma de respeto y aprecio por las personas que me apoyaron en muchas situaciones que viví.

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Último semestre, era hora de hacer las cosas bien y cerrar con broche de oro cinco años de beca.  El Once Caldas consiguió, contra pronóstico, ganar la Copa Libertadores, situación que viví en pantalla gigante y en casa.  Pero, sucedieron cosas absurdas...

Como me quedé solo, y no acostumbraba conversar demasiado con mis compañeros -los bogotanos-, tanto por el tiempo que compartíamos en clase como por las labores propias de ellos, mi proyecto de grado terminó siendo proyecto de un solo hombre.  Quería realizar un portal para Anapoima, la que es y siempre será mi casa.

Solo vi dos o tres materias más junto al proyecto.  Todas, con notas regulares, pero ilusionantes.  En el último mes y medio, participé en un seminario obligatorio de Habilidades Gerenciales, con fiesta de smoking y trajes largos incluida.  Esa fiesta la narraré después.

No había contado cómo tuve que luchar para poder hacer mi proyecto.  Para ese tiempo, aún no tenía computador y ni forma había de tener uno en Funza, me costaba mucho hacer tareas y cualquier labor que involucrase concentración en la residencia de Don Norman, así que algunas tareas debía hacerlas en la misma universidad.  ¿Y el proyecto?  Bien, gracias.  Tuve que gestionar ayuda en la oficina de Gestión Informática para que me facilitaran un equipo de cómputo en una sala especializada para ser usado en horarios disponibles o cuando algún profesor de buen corazón lo permitiera en sus propios horarios de clase.  Casi todos los profesores, salvo uno, que era bien engreído, accedían a facilitarme un equipo, salvo en fechas de exámenes, para poder adelantar mi proyecto.  Lo peor, no podía quedarme más allá de las seis de la tarde, salvo algunas escapadas; a las siete de la noche tenía que estar en Funza por cuestiones de seguridad.

El proyecto documentalmente era bueno, pero en la realidad, para esa época, fue un fiasco.  Como la formación en Bases de Datos fue peor que nula, gracias al profesor que tuve, la base de datos que tenía que montarle al proyecto estaba muy mal diseñada.  En Noviembre del 2004, en sus últimas semanas, llegó el acabose.  Mi proyecto no fue declarado apto para sustentarlo.  Ahí se me fue el mundo.

Lloré como nunca había llorado en mi vida.  Lo primero que hice, apenas supe, fue dedicarle vía telefónica la derrota a la innombrable; "¡celebren!", le dije.  Acto seguido, llamé a mis padres y les dije claramente "¡No me ayuden más!".  Quería suicidarme.  No solo defraudé a mi familia, defraudé a muchas personas que creyeron en mí, defraudé a la gente de la Piloto en Girardot, defraudé a la gente de la Piloto en Bogotá.  Me ayudaron mucho en todos lados.  Hasta plata me daban por si algún día no tenía para comer; hubo días donde solo tenía para los pasajes de bus y de Transmilenio.

¡Quería acabar mi carrera becado!  ¡Pensé en mis hermanos y su estudio!  ¿Cómo carajos creía que iba a continuar si mi familia tenía que gastar más dinero en el intento de graduarme?  De veras, quería acabar con mi vida, o dedicarme a otra cosa si no lograba acabar con mi existencia.  Hasta deseé que me echaran de la casa y me fuera a vivir a una calle.  Mi familia no quiso hacerlo..., ¡pero debió!  ¿Me crían con rigidez y me permiten esa afrenta?  Increíble, pero cierto.

En ese final de año, mi calvario personal inició.  Humillado, pisoteado, aplastado con saña.  Y así, viví la peor Navidad que tuve en muchos años de vida.  ¡Regalos así no podía darle a mi familia!

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