miércoles, 25 de enero de 2017

El paseo más largo de mi vida - Parte II: El regreso a El Retiro.


Al llegar a Medellín intenté hospedarme en el hotel que está ubicado en el Módulo de Encomiendas del Terminal del Norte, pero fui tan mal atendido que su oferta de habitaciones, aparte de decepcionarme, me espantó. Con el cansancio del viaje a cuestas, me fui al Punto de Información Turística para solicitar una guía y poder orientarme.

Había leído sugerencias sobre hoteles en el sector de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, así que decidí irme al Metro y sin demasiada información en la cabeza, pude llegar a la Estación Estadio. Salgo de ahí y fácilmente encuentro los hoteles, sobre la Carrera 70; pregunto en varios cuánto vale la noche y encuentro precios bastante exorbitantes gracias a que en esa semana se estaba realizando Colombiatex. Afortunadamente, encontré uno justo para lo que tenía presupuestado para esos tres días, y sin alejarme demasiado del Estadio.

Cuando ocupo mi habitación, me encuentro con una desagradable sorpresa, ¡me traje las llaves del trabajo! Después del acostumbrado madrazo, traté de resolver el problema y después de unas llamadas, supe que mi patrona sabiamente sacó el duplicado de esas llaves con antelación y me tranquilicé, había pensado enviarlas por algún servicio de mensajería expresa para evitarme problemas.

Sobre las diez de la mañana, y sin poder recuperar energías gracias a ese inconveniente, decido regresar al Terminal del Norte para viajar. Sí, de nuevo. Pero no de vuelta a casa, como mucha gente se pensaría. Viajaría hacia un destino que no visito desde 1998. Me refiero a El Retiro, un poblado bastante típico del Oriente Antioqueño el cual visité dos veces –la otras fueron en 1997 y en 1998, ambas con la Banda Municipal de Anapoima- y el cual es reconocido por su industria carpintera.

Justo a tiempo llego a la taquilla de la Sociedad Transportadora de El Retiro –SotraRetiro-, empresa 100% guarceña y única que cubre esa ruta, adquiero un tiquete ida y regreso para ahorrarme unos cuantos pesos –el tiquete sencillo cuesta $6300, ida y regreso cuesta $12000- y abordo el móvil 215, un busetón Chevrolet FRR Forward carrozado con Marcopolo Sénior. Partimos en punto de las diez y media y cruzamos buena parte de la ciudad de Medellín para llegar a la Avenida de Las Palmas, donde iniciamos un descenso pronunciado, allá el cansancio acumulado hizo de las suyas y perdí en algunos momentos la noción de espacio.  Me despierto nuevamente cerca al ramal que lleva a la famosa Loma del Escobero, en territorio envigadeño, y le pido al conductor que me permita sentarme en la silla del copiloto, donde iniciamos una animada conversación sobre El Retiro, algo de actualidad y del por qué me dio por viajar hacia ese poblado. Disfruto del paisaje que adorna esta región y el conductor me agradece el recordar su tierra. 

La ansiedad por llegar a El Retiro se acentuó cuando tomamos el ramal que conduce a ese poblado en la ruta hacia La Ceja y Sonsón. Ese tramo angosto, pero correctamente pavimentado me devolvió a ese recorrido que hice en esas sendas ocasiones de juventud. Noto que la inversión turística ha pisado muy fuerte en esta región y El Retiro no fue excluido de ella, observando algunos “malls” y la cantidad suficiente de condominios que podrían evocar mi casa.

Ingresamos a El Retiro y noto que los años, aparte de no llegar solos, han dejado la marca del cemento en su área urbana. Por una vía perimetral, rodeada por condominios, conjuntos residenciales y un parque lineal hacemos tránsito hacia el centro del poblado, el cual no cambió demasiado desde aquel último viaje. Mi recorrido finalizó sobre las doce y después de despedirme del conductor, lo planeado en El Retiro iniciaba, merendar algo y caminar por todo el poblado para reconocer sitios que ya conocía y conocer qué había de nuevo allá.

Sobre las tres y media de la tarde, decido que ya es hora de regresar hacia Medellín. Me dirijo hacia las instalaciones de la Sociedad Transportadora de El Retiro y después de dejar pasar la buseta de tres y cuarenta y cinco por no tener mi silla favorita disponible y de no abordar la de las cuatro porque me negaron ocupar esa misma silla, decidí, después de una respuesta poco satisfactoria de parte de parte de la taquillera y del jefe operativo al presentar mi queja del por qué no puedo escoger la silla que quiero y de ver cómo mi tiquete fue tachado en dos ocasiones, abordar el móvil 201, que saldría a las cuatro y cuarto. Olvidaba comentarlo, en ambos trayectos me retuvieron el tiquete de viaje, ¿acaso no manejan el sistema de copias? 

¡Me importó muy poco que la taquillera me dijera que ese móvil no tenía silla alguna adelante! ¿Cómo se imaginan ustedes ese móvil? ¡Era un “trompón”! ¡Hacía muchos años no viajaba en un “trompón”! Un bus Chevrolet B60 carrozado con el inmortal Superior Panorámico me llevaría de regreso hacia Medellín, salimos a las cuatro y cuarto con muy pocos pasajeros y durante el recorrido, completó su cupo y no contento con eso, motivó sobrecupo, ya que a esa hora muchos residentes en Medellín y que a su vez trabajan en sitios ubicados en esa ruta regresan a sus casas. Aproveché el recorrido, salvo algunos microsueños después del ramal a la Loma del Escobero, para tomar fotografías y por supuesto, disfrutar del atardecer.

Después de descender el Alto de Las Palmas y soportar una serie absurda de “tacos” –el término paisa para describir la congestión vehicular- por todo Medellín, llegamos al Terminal del Norte sobre las seis de la tarde, para continuar con mi agenda en la capital antioqueña.  ¿El plan?  Fue muy sencillo, encontrarme con un buen amigo y colega de afición -Luis Fernando Bermúdez- y su familia, quienes me llevaron a su casa para cenar y departir un buen rato.

Pasadas las diez de la noche regresé al hotel, contento, porque había vuelto a un sitio que me dejó gratísimos recuerdos y al cual seguramente volveré para conmemorar veinte años de mi primer viaje largo representando a mi tierra.  Contento también, porque departí con personas que apenas conocía por los grupos de personas que abundan en Internet.  Y más contento aún, porque tendría la oportunidad de conocer más del hermoso Valle de Aburrá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si viene aquí a comentar, que sea para eso, no para armar pleitos. Si viene a otra cosa, váyase para su casita y deje que otros que sí tengan voluntad de comentar correctamente lo hagan.