sábado, 28 de enero de 2017

El paseo más largo de mi vida: Parte V - El camino a Manizales.


Después de hacer realidad el sueño de ver al Atlético Nacional en el Atanasio Girardot, ganando largo, dejándome contento y con algo de resaca en la cabeza, decido viajar hacia Manizales desde Medellín en la mañana siguiente. Originalmente, tenía pensado llegar primero a Manizales y luego conocer Medellín, pero haciendo cálculos de tiempo y de logística, me salía mucho mejor llegar primero a la capital antioqueña por lo del partido y al otro día llegar a Manizales.  Con lo sucedido, hubiese deseado madrugar, pero la cerveza se excedió en su misión de ser aliada de la fiesta y logró que no pudiese despertarme antes de las seis de la mañana.

Abandono el hotel, busco algo para desayunar e hidratarme y al no poder concretar a tiempo algo que me facilitaría un poco la vida en Manizales -tener ropa limpia, al lavarla en un servicio ídem-, me dirijo de nuevo hacia la Estación Estadio del Metro para buscar la Estación El Poblado, donde caminando unas pocas cuadras hacia el occidente –bastante largas y que me causaron algo de miedo al ver unas escenas poco edificadoras, las mismas que había visto camino al Atanasio el día anterior- encuentro el Terminal del Sur, donde son despachados todos los vehículos que viajan al Eje Cafetero, a Cali y al Suroeste Antioqueño, cercano además al Aeropuerto Olaya Herrera.  Al llegar allá, ya tenía identificado, por sugerencias, que viajaría en Empresa Arauca.  Como en el viaje a El Retiro, justo a tiempo llegué para salir a las diez y media de la mañana.  El móvil 7057, un Mercedes Benz Sprinter 515 sería el vehículo que me transportaría hasta Manizales.

Es una pena tener que narrar esto, pero en el despacho, se presentaron varios lunares.  Un señor de cierta edad, sin uniforme ni carnetización alguna, se ofreció de una forma poco amable a guardar mi equipaje en el vehículo, a lo cual le respondí que primero, se pedía el favor y segundo, que solo le entregaría el equipaje al conductor.  A los tres minutos, la chequeadora, bastante tosca, me pidió el tiquete con un “es tan amable”, galicismo perverso y mal aplicado por muchas personas en estas latitudes, a lo cual también respondí que yo también debo atender personal -para ese entonces- y por ningún motivo les digo “es tan amable”, les digo “por favor”; a lo cual el otro señor me dijo que no pareciera que trabajara atendiendo personal, lo que perfectamente podía ser respondido con un insulto.  Esa actitud pedante me enferma y abordé el vehículo bastante molesto.

Me quedé callado durante la primera parte del trayecto, la salida del Área Metropolitana del Valle de Aburrá por la Autopista Sur hasta llegar a La Estrella.  Habíamos salido del Terminal con unos doce o catorce pasajeros, en ese municipio recogió dos o tres pasajeros más, tiqueteados debidamente por el personal encargado de Empresa Arauca.   Continuamos y ya notamos los tramos de montaña, buscamos el municipio de Caldas y el siempre temido ascenso al Alto de Minas, donde el vehículo, salvo algunas imprudencias del conductor, se comportó a la altura de lo que esperaba ver.

Descendemos el Alto de Minas sin problema alguno y conozco algunos poblados que están en el filo de la cordillera, Versalles y Santa Bárbara, siguiendo con la constante de las curvas pronunciadas en el recorrido. El descenso se tornó más fuerte al abandonar Santa Bárbara, ya era notorio que nos encontrábamos en el caluroso Valle del Río Cauca y que buscaríamos el poblado de La Pintada, y el trayecto me recordó al peligroso descenso que hay entre San Juan de Rioseco y Cambao en este departamento, una vía alterna para ir a Manizales y al mismo Medellín desde Bogotá.  Noté incluso, que la carretera estaba en reparcheo y en varios momentos, debimos detenernos por los mismos trabajos.

Llegamos a La Pintada sobre las doce y el conductor decide detenerse por unos minutos para almorzar. Yo decidí buscar algo para merendar, y me sorprendió la pésima atención de algunos comerciantes de ese poblado, por fortuna encontré un lugar donde pude comprar algo a los mismos precios que suelo pagar por lo que normalmente consumo. Sobre las doce y media, retomamos el recorrido bordeando el Río Cauca hasta llegar al ramal que lleva a Supía y a Riosucio, conociendo también, los ramales hacia Aguadas, hacia Marmato y el famoso sector de La Felisa, repleto de paradores.

Ya faltaba poco para llegar a Manizales, pero faltaba un buen tramo caluroso y el aire acondicionado, encendido apenas se descendió el Alto de Minas, funcionaba a la perfección y cumplía con el fin de evitar que nos sofocáramos en el recorrido.  Brevemente, aunque no lo crean, tocamos territorio de Risaralda, pues cruzamos por el poblado de Irra, jurisdicción del Municipio de Quinchía, bastante marginal por lo que observé; si no me equivoco, allá se dedican a la minería.  Me causó curiosidad que allí recogiese la última pasajera que le faltaba para completar el cupo del vehículo.

Volvemos a Caldas y aunque parece no notarse, vuelve el ascenso y el café ya puede divisarse en el paisaje. Continuamos y diviso con mucha fortuna otro móvil colega de Empresa Arauca, pero del servicio Súper Estelar, un Chevrolet (Isuzu) LV452 con destino Cali.  La presteza del Sprinter nos permite superarlo en una recta donde se podía hacer tal maniobra cerca al ramal de Tres Puertas, que lleva a los municipios de Risaralda y San José.  En un parador ubicado unos kilómetros más adelante, encuentro otro móvil de Empresa Arauca y uno de Expreso Bolivariano, en su correspondiente parada técnica para que tanto sus tripulaciones como sus pasajeros puedan degustar algún alimento.

Llegamos al ramal de La Manuela, el cual permite ir hacia Pereira sin ingresar a la capital caldense, la cual era nuestro destino final, encontramos el último peaje del recorrido y recorremos el último tramo en una excelente doble calzada desafiando a las montañas cafeteras que ya hacen parte íntegra del entorno.  Sobre las dos y veinte de la tarde, hacemos ingreso al Terminal de Transporte de Manizales y finalizamos el recorrido; el conductor entrega amablemente mi equipaje con la ficha en la mano y procedo a descansar un poco del cansancio acumulado de todo lo sucedido en esos dos últimos días.

Allá, horas después, me encuentro a Diana, mi amiga de esas latitudes, a quien tuve la oportunidad de conocer en el 2015 en otro viaje increíble a Manizales.  La noche allá fue muy fresca y divertida, aunque el encuentro fue muy corto.  Prometimos encontrarnos nuevamente allá, cuando pudiese volver.  Lo cierto, es que el Cable Aéreo se volvió un amigo fiel desde ese primer viaje y por las facilidades de acceso, no hubo mayor objeción para abordarlo.

1 comentario:

  1. Entretenido como siempre :) Gracias por tu mención y como siempre bienvenido a la Ciudad de las puertas abiertas.

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