jueves, 26 de enero de 2017

El paseo más largo de mi vida: Parte III - Recorriendo el Valle de Aburrá.

El plan para ese martes no era fácil de desechar, pero tampoco lo era para organizar.  Establecida mi "base de operaciones" en ese hotel cerca a la Unidad Deportiva, decidí buscar sitio para desayunar en las cercanías de la Avenida Colombia, con el fin de ganar tiempo y adelantarme a la venta de boletas en las taquillas del Atanasio Girardot.  Madrugué excesivamente, porque las taquillas abrían a las diez y debí hacer acto de paciencia por algo más de una hora dentro del hotel para luego volver.

Pregunté por las localidades que me habían sugerido en todas las redes sociales a disposición, las de oriental alta -el segundo piso del estadio-.  En las taquillas me dijeron que aún quedaban boletas, pero unas presencias no muy gratas, resumidas en algunas personas que en vez de trabajar y ahorrar con esfuerzo para darse estos gustos se gastan ese dinero en vicio y se van a los estadios y sus alrededores a pedir plata para comprar las boletas, me hicieron desistir de inmediato de comprar mi entrada.  Me retiré de ese sector inmediatamente, vigilé que no me siguieran y decidí iniciar mi recorrido en el Valle de Aburrá.

Conocí el Centro Comercial Obelisco, famoso por la construcción que lleva su nombre, y reconocido en Medellín por sus tiendas de artículos deportivos.  No lo vi tan concurrido, incluso observé muchos locales vacíos.  Al menos, la cercanía a la Unidad Deportiva le da motivos para sobrevivir, por razones obvias.  Recorro un poco más hacia el norte, donde encuentro una manzana llena de tiendas de artículos electrónicos, buscando algo para mi cámara de video, y me devuelvo con el fin de conocer al detalle la Unidad Deportiva, aquella que fue remodelada y ampliada para albergar los Juegos Sudamericanos del 2010.  Encontré a mucha gente practicando en las piscinas, y a uno que otro practicando deportes extremos y acrobacias circenses.

Finalizada la tarea, venía lo mejor, recorrer el Valle por la línea del Metro.  Abordo mi vagón en la Estación Estadio y me dirijo hacia el occidente, para llegar hasta San Javier.  Quería disfrutar un poco del paisaje, pero no quise salir de la estación, así que lo del Metrocable quedó para otra ocasión, por el tema del tiempo.  Regreso hasta San Antonio y hago el cambio para tomar el camino hacia el sur y devolverme para seguir hasta Niquía -en Bello-, donde sentí mucho vértigo no solo por la altura, sino por el viento tan fuerte que cruzaba a esa hora, más o menos las cuatro de la tarde.  Me devolví de nuevo, pero por otra razón que me marcó duro sobre el tiempo del recorrido.
 
Averigüé dónde podría conseguir boletas para el partido y alguien me comentó que en Mayorca, un centro comercial ubicado entre Envigado y Sabaneta existe una Tienda Verde -el expendio oficial de Atlético Nacional- y allá fui a dar para preguntar por ellas.  No había boletería para la localidad que quería.  Con ese panorama, recorrí ese sitio para buscar promociones en ropa y calzado, las cuales fueron muy pocas, y con el sinsabor del no encontrar nada, decidí irme hasta Sabaneta.  Estaba sumamente concurrido el sector de su parque principal, pues había misa en su templo -curioso hasta para mí, normalmente mis martes son solitarios- e incluso algunas tabernas tenían clientela.  Me pareció muy bonito ese poblado, prácticamente invisible para muchos, pero infaltable en un buen recorrido por esa región.

Retorno rápido a Mayorca, para recorrerlo nuevamente y sin afanes, hasta que cerraran.  Acto seguido, ya sobre las ocho y media de la noche, regreso al hotel.  Hacía algo de frío, pero, ¿para qué abrigarme?  Me había nutrido lo suficiente para resistir tal condición climática.  Estaba ansioso.  El partido ya era prioridad al otro día, solo quedaba llegar a buena hora para conseguir la ansiada boleta.  Y por supuesto, había que descansar lo mejor posible.

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