jueves, 21 de abril de 2016

Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2016.

Este año no quise faltar a la Feria Internacional del Libro, y eso que no era segura mi asistencia.  Afortunadamente, mi hermana me motivó lo suficiente, y me encargó horas antes de llegar a Corferias el llevarle documentos relacionados con su trabajo, a sitios con buena distancia.  Eso significó también que debía madrugar lo suficiente para evitar cualquier contratiempo, pero, la noche anterior fue imposible dormir.

Bueno, algo hice para poder despertarme con suficiencia, tomar el primer móvil y llegar sobre las seis y media a Bogotá y realizar esos encargos, para luego llegar sobre las diez a Corferias.  No sé de dónde saqué fuerzas para no rendirme, quizá el ensueño por vivir un ambiente diferente y aleccionante las motivaron.

En ese segundo día de Feria, vi algo de público, en su mayoría jóvenes con uniforme escolar y eso me permitía deducir que algunos colegios aprovecharon este día para visitarla.  Mi plan era recorrer todos los pabellones uno a uno en doble circuito, y asistir al lanzamiento de un libro por parte de la Universidad de La Sabana.

Los pabellones 1 -en el primer piso- y 7, eran los ocupados por Panamericana, y ya conozco demasiado bien cómo se componen sus almacenes como para describirlos, aunque tenían promociones especiales para los asistentes.  En el segundo piso del Pabellón 1, se ubicó el Pabellón Juvenil de Colsubsidio, un espacio apto para la juventud que visitaba la Feria, con una serie de actividades de aprendizaje sobre ciencia, historia, cultura y algo de vida en general.

El segundo pabellón, correspondía a la Fundación Rafael Pombo, encargada de promover la obra de este autor nacional y de fomentar la lectura entre la primera infancia.  Tal cual, ese pabellón estaba orientado a los más pequeños, y casi todas las actividades enfocaban pintura, dibujo, algo de cine y cosas que uno aprende cuando está en esa edad.

El tercer pabellón, consistía en las editoriales "grandes" en su primer piso y el de las editoriales universitarias en su segundo.  Aquí debo hacer algo de hincapié, la organización del evento dejó por fuera a varias universidades de esa parte del pabellón, incluyendo a mi alma máter.  Me preocupé un poco por ese detalle de no ver a la Piloto ahí.

El cuarto pabellón, era el del país invitado.  Este año, en una quizá absurda contrariedad histórica, se invitó al Reino de los Países Bajos, u Holanda, como conocemos coloquialmente a ese país.  En sí, los holandeses, fieles a su arquitectura y a su forma de pensar, destacaron aparte de su literatura, lo que fue la historia de Anna Frank -con su mundialmente conocido diario-, su visión del diseño y su medio de transporte más característico, la bicicleta.  Quedé encantado con este pabellón.

Del quinto pabellón no hablo mucho, era el de Penguin RandomHouse, sencillamente un pabellón dedicado a sus obras.  El sexto pabellón, estaba compuesto en su primer piso por más editoriales -a semejanza del tercer pabellón- y el segundo, por buena parte de las entidades estatales que suelen realizar publicaciones y una que otra universidad.  Aún no encontraba a la Piloto.  Lo cierto, es que de ahí salí con tres de los libros de "Boogie el Aceitoso" a precio de huevo, en el stand de Editorial Oveja Negra.

Paso de largo el séptimo pabellón y me adentro en el octavo, donde siempre asignan a las editoriales que publican libros universitarios.  También asignaron en ese pabellón a las otras universidades que se quedaron por fuera del tercer pabellón, algunas de poco renombre, y con una alegría personal, ¡pude ver el stand de la Piloto!  Estar lejos de su propio pabellón no fue impedimento alguno para que los asistentes de ese día los visitaran.  Por último, ahí mismo y en parte del sexto, se hizo una alegoría al SOFA, como se ha acostumbrado en las últimas ediciones de la Feria, con stands para caricaturistas, vendedores de afiches, coleccionables, entre algunas otras cosas que se ven en el evento del segundo semestre.

Termino en los pabellones infantiles, donde aparte de literatura, veía también la acostumbrada exposición de material didáctico.  En ese momento, la nostalgia y la impotencia se apoderaron de mí y no pude evitar derramar unas cuantas lágrimas, en un texto posterior explicaré el porqué de eso.  Me refresco y decido almorzar para luego recuperar energías, tanto personales como tecnológicas, más o menos durante dos horas.

Retomo el recorrido desde el principio, esta vez con el fin de realizar el registro fotográfico, pabellón por pabellón y con la calma necesaria para disfrutar el tiempo que restaba.  Solo supe que cerca de las seis, ya estando en el octavo pabellón debía devolverme al tercero con el fin de asistir al lanzamiento del libro que Sergio Roncallo escribió para la Universidad de La Sabana.  ¿El tema?  Era de Filosofía y de entrada no podía entender de qué trata, solo hasta el final del lanzamiento pude; tenía que ver un poco con aquel concepto del "superhombre" de Kant y sus derivaciones en aquel mundo de los superhéroes de la ficción.

Me despido de todos ellos y tenía el tiempo justo para visitar los pabellones infantiles.  Se notaba que algunas personas que atendían los stands se habían ido a descansar.  Poco a poco llegaba la hora de salir.  Alcancé a conversar con los encargados de un stand de materiales didácticos sobre lo que conllevaba el producir todo ese material y comercializarlo para que los niños lo usen.

El reloj marca las ocho y el personal de vigilancia, con un poco de mal humor, pide que el público se retire.  Faltaba no más visitar un mini-pabellón de la Alcaldía Mayor de Bogotá, el cual recorrí con rapidez y solamente mostraba lo que quiere hacer el Distrito en este año y los tres que vendrán.  Bajo la luz de la luna, salgo de Corferias con mucho cansancio a cuestas y con la alegría de haber cumplido el deber de visitar la Feria.

Dudo mucho que asista durante los días que resten para que el evento finalice, pero de una cosa estoy seguro.  El próximo año debo volver.

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