viernes, 15 de abril de 2016

Lejos de casa (otro regalo adelantado).

Anoche, como lo había comentado en otros textos, debía viajar a la ciudad de Neiva, capital del Departamento del Huila.  El fin de este viaje, era cumplir con una invitación que nos hicieron tanto a mí como a los demás miembros del proyecto en el cual estoy involucrado y como tal invitación la habían hecho con el suficiente tiempo de antelación -desde Marzo-, y descartando a aquellos que no podrían asistir por razones bastante lógicas.

Después de cumplir un compromiso en mi colegio, juzgar la final del torneo intramural de fútbol de salón, que estuvo reñida por solo diez o doce minutos.  Inmediatamente terminé, debí devolverme a casa pues dejé los audífonos del Lumia y me era fundamental no viajar sin ellos.  Llego caminando hasta el centro, y después de una impaciente espera, sobre las once y cuarenta llega un móvil de Auto Faca que me transportaría hasta Girardot, primera escala del viaje.

Sin necesidad de correr ni de perseguir a nadie, llegamos tranquilamente a Girardot faltando unos cuantos minutos para la una de la tarde.  Aprovecho para salir del Terminal hacia el Éxito, que queda apenas pasando la calle, para intentar comprar algo de comida y de bebida.  Me había antojado de algo de proteína, pero había una fila absurda y el sistema no quería recibirme los beneficios que poseo por ser cliente de esa cadena.  Sin más, apenas pude llevar gaseosa y chocolatinas.

Vuelvo al Terminal y era hora de emprender la segunda parte del recorrido, el paso hasta El Espinal (Tolima).  Abordo un móvil de Cootranstol que saldría a la una y cuarenta de la tarde, lo cual de entrada me dejaba con serias inquietudes para llegar con suficiente tiempo de antelación a Neiva.  Pasadas las dos y cuarto llego al Espinal y ahí empezaron los problemas.

En la taquilla de Coomotor, empresa por la cual debía viajar para llegar a Neiva, no estaban reportados mis datos para poder abordar el primer vehículo que me transportara.  Así, sobre las dos y media, perdí la primera opción para viajar hasta allá.  Casi una hora permanecí en el Terminal del Espinal esperando alguna solución, y la desesperación estaba siendo presa de mí.  Ninguno de mis compañeros contestaba, intenté comunicarme vía telefónica y redes sociales, y preciso el líder del proyecto y del viaje estaba durmiendo como una marmota.  Casi no se resuelve el problema, gracias a que la gente de Coomotor estaba lo suficientemente ocupada en lo suyo, pero hubo humo blanco; los demás viajeros invitados me recogerían en las afueras del Terminal del Espinal sobre las tres y media de la tarde.  Por supuesto, en un móvil de Coomotor que no ingresaba al Terminal y de mucho mejor servicio.

Abordo y me libero con facilidad del calor gracias a que el aire acondicionado estaba encendido y con la temperatura justa, así que llegaría fresco como lechuga a Neiva.  Mis compañeros de viaje, agradecieron el haber salido y el haberlos esperado con algo de paciencia -que alcanzó a agotarse y a hacerme pensar que no viajaría-  Fue un viaje raudo, cruzamos ese camino sin entrar casi a ningún poblado y a Neiva llegamos pasadas las cinco y media.

En el Terminal de Neiva, no supimos qué hacer de entrada, solo atiné a decir que debíamos ir al Centro de Convenciones José Eustasio Rivera -lugar en el cual ya había estado una vez y se llama así en honor al autor de "La Vorágine"-.  Me refresco un poco y ya listos, buscamos un taxi con espacio de carga suficiente para poder transportar lo que se traía para la ocasión, las revistas; descartamos uno a uno taxis de esos "zapaticos" para encontrar el que justo se adecuaba a lo que necesitamos, un sedán.  Cargamos y nos fuimos directo al centro de convenciones y mis compañeros estaban preocupados por la distancia, afortunadamente yo sabía que este sitio no estaba lejos del Terminal y la carrera, por consiguiente, salió muy barata.

Con el tiempo en contra, lo único que podíamos hacer era bajar las cajas y seguir derecho a la entrada del centro de convenciones.  No tuvimos que esperar, solo nos preguntaron a qué veníamos y solo respondimos "a la ceremonia de Coomotor".  Sencillo.  En el segundo piso, sí que nos esperaban.  Yo venía con ropa de cambio apropiada para el evento y lo primero que hice fue buscar un baño para tal tarea; allí, gracias a un "cameo de espejo", reconocí a alguien que seguramente había visto en medios impresos y la televisión, bastó solo un saludo como para preguntarme "¿No he visto en alguna parte a este tipo?"  Rato después me di cuenta que ese tipo era Rodrigo Villalba Mosquera, ex-Gobernador del Huila y actual Senador de la República.

La ceremonia no inició a la hora que estaba pactada, a las seis y media de la tarde, pues muchos invitados especiales no pudieron arribar a tiempo, en especial la presentadora del evento, una tal Ana Karina Soto.  Era obvio que a ellos los ingresarían al auditorio por otro lado, dadas las cuestiones de seguridad que imperan en un departamento como el Huila, así que no los vimos cruzar.  Lo que sí vimos, es la cantidad de personas que ingresaron por la entrada principal al auditorio, casi todas con algún vínculo con Coomotor: Socios, empleados, familiares, periodistas, proveedores, aficionados.  Nosotros, aprovechamos ese "tiempo extra" y entregamos muchas revistas a todos aquellos que se cruzarban por nuestra mesa; yo decidí armarme con la videocámara y aproveché para hacer un breve recorrido grabando todo lo que veía hasta el auditorio.  También, tomé algunas fotografías y me deleité con la historia en imágenes de Coomotor.

Pasadas las siete y media, todo el mundo estaba presente en el auditorio e iniciamos la ceremonia.  Una presentación institucional de rigor, los honores a la patria y la presentación cortesía de Faiber Tamayo -un viejo conocido de la afición y reconocido periodista radial en el Huila- y de la misma Ana Karina Soto.  Me interesaba mucho escuchar a Armando Cuéllar, el actual gerente de la cooperativa desde 1999 y quien la salvó de una segura desaparición cuando asumió ese cargo; el discurso fue muy emotivo, lleno de nervios y de muchos agradecimientos a las personas que lo respaldaron en este largo camino.  Tuve la fortuna de grabar ese discurso, pero el trabajo no fue perfecto; como en el Concurso de Bandas, no faltaron los mediocres que se atravesaron delante de la videocámara sin notarla.

Acto seguido, llegaron las condecoraciones provenientes de todas partes: Del Senado, de la misma Gobernación del Huila, de la Asamblea del Huila, de las alcaldías, de algunos concejos municipales, de los terminales, y así.  Ahí llegó el momento cómico de la noche.  Un error en el libreto para los presentadores, hizo que Ana Karina Soto se equivocara con los nombres de algunas personas que entregaban las condecoraciones para Coomotor, teniendo que poner la cara de forma alegre culpando a ese bendito papel.

Como nadie quería que fuese una ceremonia aburrida, se organizó una preciosa velada cultural para los asistentes.  Primero, se presentó un grupo de danzas modernas denominado "Ritmo Extremo", quien mostró buena parte de su repertorio coreográfico, incluyendo salsa y un homenaje a Michael Jackson.  Luego, se presentó una cantante llamada Naki, de raíces emberas y nominada al Grammy, de lo cual casi nadie en el auditorio conocía.  Por último, se presentó un émulo de intérpretes de música romántica de los setenta, alcanzo a recordar que interpretó música de Sabú y de Raphael.

Yo presencié a ratos la velada, lo que me interesaba ya pasó y debía estar pendiente de nuestro sitio y cómo estaba el compañero que se quedó allá.  Iba y volvía.  Lo cierto es que el tiempo pasó con cierta rapidez y pasadas las nueve y media, llegó la hora de cenar.  Antes de ello, me encuentro con algunos conocidos de un evento anterior en Bogotá y les entrego sendos ejemplares de la revista; también me encuentro con una periodista que en tiempo anterior trabajó para Coomotor, me quería hacer quedar mal en televisión (?), pero no logró su cometido, pues envié al líder del proyecto y del viaje para que fuese entrevistado.

¿La cena?  Fue un delicioso manjar.  Era de soportar la fila compuesta por todos los asistentes, pero valió la pena.  Carne, papa a la francesa, algunas salsas y bebida a elección.  Por supuesto que pedí Kola Cóndor, no quería salir de ahí con licor en la cabeza.  También hubo acompañamiento musical, un dueto de saxofón y organeta amenizó ese momento.

Sobre las diez y media, la gente poco a poco abandonaba el José Eustasio Rivera.  Algunos asistentes que no nos notaron cuando llegaron, se dieron cuenta de nosotros y se llevaron más revistas para sus casas.  Preguntaban incluso, si la vendíamos.  Logramos otros contactos importantes para el futuro de la publicación.  Y la preocupación rondó para el líder del viaje, ya que el cuarto viajero -no era yo- debía estar a primera hora en Bogotá, pues tenía clase en su universidad.  En cuanto a mí, no había tanto problema, la idea era estar en Anapoima al amanecer siguiente y podía quedarme un rato más.

Sobre las once, después de dejar limpios los platos y recoger todo, el cuarto viajero y yo nos fuimos para el Terminal de Neiva y con unas instrucciones muy precisas, llegamos al Módulo Centenario, pero no debíamos salir de ahí luego de contactar al funcionario de Coomotor que nos colaboró, teníamos que ir a los módulos antiguos y presentarnos en la taquilla.  El cuarto viajero salió primero, sobre las once y treinta y cinco, y yo decidí esperar un poco más, hasta la una y media de la mañana.

Recorro el Terminal por dentro y lo que observo, aparte de conductores, auxiliares y taquilleros buscando pasajeros para Florencia, es un paisaje algo desolador.  También, gracias a mi innata curiosidad, encuentro un comunicado de prensa expedido por el mismo Terminal sobre un triste evento que causó la muerte de un conductor de Taxis Verdes a manos de un auxiliar de Expreso La Gaitana.  Recordé muchos malos momentos y siempre me dije que algo así va a pasar en casa cuando la administración fomente la indisciplina y las malas maneras de algunas personas en el transporte intermunicipal.  Compro sendos ejemplares de La Nación y del Diario del Huila -los periódicos de allá-, e ingreso a la capilla para rezar y agradecer el poder llegar allí y poder regresar sano y salvo a casa.

Sobre las doce, me dirijo a la sala de espera de Coomotor, donde encuentro pasajeros con varios destinos: Pitalito, Florencia, Mocoa, Bogotá, San Vicente del Caguán.  Poco a poco se vaciaba la sala, y antes de la una, hago chequeo y me comentan que mi viaje debe ser adelantado por una cuestión mecánica del móvil original que me transportaría.  Siendo así, a la una y diez de la mañana parto en un móvil proveniente del Caquetá y como el asunto radicó en un adelanto, tuve que buscar una silla cómoda y no muy lejos del acceso al vehículo.  Tuve suerte, encontré la primera silla disponible y junto a mí se ubicó una anciana que venía desde el Piedemonte Caqueteño, con la cual pude conversar un rato.

No dormí mucho.  Recuerdo que sobre Aipe me dormí y desperté en Natagaima, en Castilla y en El Guamo.  Ahí debía estar pendiente sobre el paso por El Espinal.  Increíblemente, escuché a la tripulación del vehículo realizar una llamada telefónica a la taquilla que tienen allá, donde les informaron que no había demanda de pasajeros.  Por esa razón, el bus pasó de largo, olvidando que tenían que dejar un pasajero en el Terminal, teniendo que descender en la glorieta de Molinos Roa y caminar hasta allá, un trayecto que era algo sencillo, pero muy peligroso.  ¡Eran las tres y media de la mañana!  Y por poco dejo el trípode en ese bus...

Con el temor de ser asaltado o atropellado por una tractomula desbocada, caminé lo más rápido que pude y arribé al Terminal del Espinal indemne.  Vi que sí había alguna demanda de pasajeros, solo que presente había nada más un móvil de Transportes Purificación y algunos infructuosamente querían viajar en Expreso Bolivariano.  Tenía afán de llegar lo más pronto posible a Girardot y en Cootranstol no pudieron ayudarme, me indicaron que fuera a la taquilla de Auto Fusa y allá no había nadie.  Sobre las cuatro y cuarto, llegó un móvil de Auto Fusa proveniente de Ibagué, no demoró mucho tiempo allí y partió con destino Girardot, lo cual me estaba favoreciendo.

Cuatro y cuarenta y cinco de la mañana.  Llegué a Girardot.  El objetivo era tomar el móvil de Auto Faca que partiría a las cinco de la mañana y se logra, partiendo unos minutos antes para evitar rivales.  La intención era dormir el mayor tiempo posible.  Me encuentro con alguna conocida en la salida de Girardot, la saludo y en Tocaima me encuentro a alguien indeseable, por lo cual cambio de sitio inmediatamente para que no me vea y duermo hasta la llegada a Anapoima.

Eran las seis y media de la mañana, con algo de cautela, quizá inexplicable, se tardó más de hora y cuarto para llegar a casa.  Llegué con mucho sueño, descargo mi maleta y procedo a dormir, no sin antes saludar a mi mamá, a mi hermana y a mis mascotas.  El deseo también se cumplió.  Llegar sano y salvo a mi preciosa tierra en mi día.

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Es una de las pocas veces que suelo pasar la víspera y la medianoche previa a mi cumpleaños fuera de mi casa o de mi entorno viajero natural.  Es la tercera vez que piso tierras huilenses, y eso que la semana anterior tenía planeado viajar hasta Pitalito por algo que muchos de ustedes alcanzaron a conocer, lástima que algunas circunstancias extraordinarias cortaron esa ilusión. 

El título lo dice, fue un regalo adelantado, aunque fue planeado.  Quería asistir.  Coomotor me trató muy bien en la segunda ocasión que viajé a Neiva -en otro evento importante- y esa noche no fue la excepción.  Anoche celebró sus cincuenta y cinco años de existencia, aunque oficialmente se celebran el 24 de Marzo, por la Semana Santa.  El mismo Armando Cuéllar en su discurso lanzó una jocosa observación sobre el por qué se eligió esta fecha, haciendo relación a las declaraciones contra la Fecha FIFA que realizó el Obispo de Neiva -estuvo presente- en la misma Semana Santa de este año.

Es hora de agradecer este detalle.  A Charlie y a William, capos escuadra de Colombiabus, por la iniciativa de asistir a la ceremonia y seguir dándonos a conocer como impulsores de una sana afición.  A Eduardo y a Andrés Felipe, por permitirme conocerlos y acompañarlos en los momentos clave de la ceremonia.  A la Cooperativa de Motoristas del Huila y del Caquetá (Coomotor) por la ceremonia en sí, su gratísima atención y las colaboraciones prestadas, sin importar los inconvenientes presentados.  A Luis Fernando Pacheco, a David Bonilla y a Jorge Trujillo, por su atención y por recordar a este servidor.  A Karla María Salas, por su disposición para poder mostrar la afición en los medios regionales.  A todos los asistentes que me regalaron una sonrisa como saludo y como respeto.  A todos, muchas gracias.

Y así, ya son treinta y dos...

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