domingo, 9 de abril de 2017

Seis: La camisa rosada.

Ayer, había planeado pernoctar donde Don Norman, en Funza, y para ese fin, debía quedarme en Centro Chía, aquel centro comercial reconocido ubicado al norte de Bogotá y ahora con una seria competencia un poco más hacia el norte, sabana adentro.  Pues bien, en aquella tarde, sobre las cinco y veinticinco, y cargado con mi maleta y con algunas cosas que por cuestión de espacio, debía cargar en la mano.

Esas "algunas cosas", no eran más que botellas plásticas, que había reunido durante mi estadía y lógicamente, contenían bebidas que sabiamente consumí en su momento.  Con toda la carga, me le medí a caminar desde Centro Chía hasta el terminal, cruzando por la famosa Avenida Pradilla para llegar por el parque principal.  Y en un punto intermedio de ese recorrido, sucedió todo.

Pasaba sobre la glorieta del McDonald's y como ahí es bastante difícil cruzar ese paso sin estar pendiente del tráfico vehicular, tuve mucha precaución de no ser atropellado.  Cuando estaba terminando ese paso, cruza frente a mí una camioneta gris, tripulada por una pareja joven, siendo el hombre el que conducía.  Él me pregunta: "Oiga, ¿no le gustaría recibir una camisa que me sobra?"

Quedé sumamente atónito cuando vi esa escena, pero no pude replicar antes de que aquel hombre me dijera "venga, tómela".  Sin tiempo para pensar, porque debía pasar rápido, la tomé y ellos se perdieron entre el tráfico.  Cuando los perdí de vista, me dije, "¿qué estarían pensando?"   Seguramente pensaron, que por lo que llevaba en la mano, sería un reciclador, pero no le di mucha importancia y continué para hacer una parada en el Éxito, para comprar bebida y seguir hacia el terminal.

Después de casi una hora de caminata, abordo el bus que me dejaría en mi destino final, donde Don Norman.  Apenas descargo y le cuento todo lo que pasó allá en Chía.  Él no podía creerlo, y me pidió que mostrara la camisa, en Chía apenas pude tocarla unos segundos.  La vi detenidamente, ¡y la muy condenada resultó ser de marca reconocida!  Otro detalle, estaba un poco sucia, pero eso se corregía con una buena lavada.

Don Norman seguía sorprendido y notamos otro detalle, el color.  Era rosada.  A pesar de que estaba muy elegante, no me agrada mucho ese color para mi ropa.  Solo debíamos revisar un detalle, la talla.  Don Norman pregunta qué talla es y yo le digo que es talla L.  Acto seguido, se la prueba, y como él no es nada tonto, se la probó y se la quedó.  Decidió que la tomaría para trabajar.

Así terminó una camisa rosada que me regalaron dos desprevenidos que creyeron que soy un reciclador, cuando en realidad soy un peregrino, un caminante eterno dentro de este mundo.  Don Norman recibió algo que le servirá mucho en sus labores.  Y gracias a esta locura, que solo suele sucederle a la gente de mi patria amada, también viví aquella frase que reza "las apariencias engañan".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si viene aquí a comentar, que sea para eso, no para armar pleitos. Si viene a otra cosa, váyase para su casita y deje que otros que sí tengan voluntad de comentar correctamente lo hagan.