sábado, 8 de abril de 2017

Siete: Una ansiada victoria.

Anoche, Nacional visitó a Millonarios en El Campín.  Tres días antes, el equipo titular jugaba en Brasil el ansiado partido ante Chapecoense por la Recopa Sudamericana, aquella serie que debió jugarse si no hubiera sucedido esa tragedia que a todos nos afectó.  Cierto fue, pese a ese golazo de Macnelly Torres, que no fue un gran partido, que el equipo tuvo muchos errores defensivos y que si se sigue así, no vamos a pelear por nada.

Millonarios quería aprovechar ese irregular momento en las competiciones internacionales de nuestro Verde, y quería, como todos sus hinchas, derrotarlo a como diera lugar.  Nosotros, los verdolagas, con algo de preocupación esperábamos cómo se plantearía el partido con parte de la nómina titular y cómo nos animábamos con algunas hazañas logradas por el Verde en sus visitas al Campín, como este hermoso taconazo de Juan Guillermo Ricaurte en el 2002.

El primer tiempo fue igual de perverso, incluso peor, que el partido completo en Chapecó.  Errores defensivos, fáciles llegadas por las bandas por parte de los jugadores azules, falta de generación de opciones defensivas.  Y todos los insultos, iban para un jugador en específico, John Édison Mosquera.  Dadas las cosas, parecía Nacional una evocación de aquella selección griega de la Eurocopa del 2008.

El segundo tiempo inició con mayores riesgos.  Millonarios generó las suficientes oportunidades para ganar el partido, incluso con una mayor diferencia.  Nacional también las tuvo, e incluso el vituperado Mosquera tuvo una clara para convertir.  Ambos técnicos -Reinaldo Rueda y Miguel Ángel Russo- no querían hacer cambios pronto.  Incluso, se le pedía a Rueda que ingresara a un jugador de características muy diferentes, me refiero a Andrés Felipe Ibargüen.  Ingresó faltando cinco minutos, y en ese poco tiempo, alcanzó a darle un revulsivo, pero sin frutos.

Llegó el minuto 89, y en una jugada increíble generada por Alejandro Bernal, quien terminó pasándola a Aldo Leao Ramírez para que disparara cruzado y venciera la portería azul.  ¡1-0 a favor y en El Campín!  Medio país apostaba por el empate entre los dos rivales más enconados de la primera división.  Ni yo mismo lo creía.  Ese último minuto y los tres que añadieron, fueron eternos, porque Millonarios intentó generar opciones para empatar y porque Nacional estuvo como si un bebé hubiese metido los dedos en un tomacorriente.

¡Finalizó el partido!  ¡El invicto se mantiene!  A pesar del irregular desempeño del equipo de mis amores, me sentí muy contento.  El regalo que siempre he querido recibir en vivo, lo recibí a la distancia, escuchando el partido por la radio y siguiéndolo por las redes sociales.  Algún día, veré a Nacional allá, en la casa grande del fútbol bogotano, lastimosamente, los extremos que han generado algunos aficionados hacen difícil el poder asistir con tranquilidad.  Pero, insisto, ese día llegará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si viene aquí a comentar, que sea para eso, no para armar pleitos. Si viene a otra cosa, váyase para su casita y deje que otros que sí tengan voluntad de comentar correctamente lo hagan.