sábado, 29 de marzo de 2014

Sábado.

En todos estos años, he visto cómo ha cambiado mi percepción respecto a este sexto día de la semana, el sábado.

De aquellas tardes de juegos y televisión con mis hermanos, a los sábados de estudio en Girardot, donde no pasé un solo semestre sin tener clase programada para ese día, a los sábados variables de estudio en Bogotá, llegué a los sábados aburridos y altamente inoficiosos que poseo desde hace unos ocho años.

No encuentro razón lógica ni sentimental para encontrarle "sabor" a la mayoría de sábados que vivo recientemente.

No hay programación agradable para mí en las tardes de sábado.  Programas de chismes, poco fútbol, películas que no me atraen.  Y la programación del cableoperador que poseemos no ayuda mucho.

Suele hacer calor en esta meseta, y el calentamiento global lo hace más insoportable.  ¿Piscina?  Buena idea, pero no voy a una desde hace varios años.

¿Fútbol?  El parque lo remodelaron hace diez años, ya no es lo mismo.  Hay que ir a los extremos del poblado para lanzar unos cuantos tiros, patear unos cuantos balones.  No hay gente con quién jugar.  Todos han crecido y no tienen tiempo para recordar esos juegos de infancia.

¿Videojuegos?  Me quedé en PlayStation 2...  Si tuviera una máquina fuerte, cogería el emulador y reviviría las tardes de SuperNintendo y N64 que solía llevar allá en los noventa.

¿Mi banda?  Extraño esas noches mágicas donde llevábamos a mucha gente, a través de la música, a disfrutar de la alegría de ser anapoimuno.  Extraño esas noches, donde nos consideraban unos grandes instrumentistas y donde aprendí a valorar mi tierra por pertenecer a un grupo que la hacía grande.

Ahora todo buen plan se resume en salir y gastarse todo el dinero posible en alcohol y lujuria.  Esos no son planes para mí.  Aquí veo a muchos en esa tónica en estos sábados, deteriorando su hígado y su corazón y arriesgando quizá, las relaciones estables que tanto tiempo tardaron en construir.

Otros suelen salir a comer en algún restaurante de comida rápida, plan que algunas veces logro concretar, si el dinero abunda.  Unos con sus familias, otros solos, como yo.  Ya dije que soy un gregario, muchas veces, de lujo.  A veces tengo con quién compartir mi momento.

A veces, salgo a caminar por el pueblo y me siento por ahí, esperando quizá a que mi hora llegue o que pase rápidamente el tiempo y que el sueño toque a mi puerta, para regresar a casa y dormir.

A veces, salgo de este poblado a explorar otras tierras que no conozco, con el fin de cumplir el objetivo de despejar mi mente y sentir otros aires, otros climas, otras formas de vivir.

Pero cuando el tedio gana, ¡no queda de otra, hay que dormir!

Ah, sábado...  ¡Has hecho grandes cosas por mí!  ¿Las seguirás haciendo o harás que caiga derrumbado por esas cuestiones del aburrimiento?  Espero no llegar hasta allá, ¡hay muchas cosas que aún no he disfrutado en esta vida y no hay mejor día para hacerlo que un sábado!

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