viernes, 21 de marzo de 2014

Un puente festivo.

Un puente festivo cualquiera en esta meseta, significa que habrá demasiada gente.

Viajarán de la fría sabana, en sus autos, de todos los tamaños, gamas y colores, gentes que viven de sus trabajos o de sus rentas, a disfrutar la única certeza que posee esta meseta.  Otros, que viajan en el transporte público en su mayoría, retornan por un breve espacio de tiempo a visitar a su tierra amada, aquella que los vio nacer y crecer, para recordar esos buenos tiempos de infancia y juventud.

Anapoima se hincha de alegría al ver tantas personas cruzando por sus calles, soportando el calor y el frío, soportando el tumulto propio, soportando nuestras propias carencias y defectos.

Todos disfrutan, sin embargo, el olor propio de esta meseta.

El sábado y el domingo de cada puente festivo Anapoima vive su éxtasis.  Todos compran pizza y hamburguesa, todos beben cerveza y licor, todos bailan, todos disfrutan de la tranquilidad que inspira este poblado clavado en la meseta.  En las fiestas, el fervor aumenta, porque todos quieren ver a sus bandas, a sus grupos de danza, quieren bailar al ritmo de ellas y apreciar más el vínculo sentimental que los aferra a seguir siendo colombianos.

El lunes festivo, todos deben regresar a casa.  Algunos, con resaca, otros cansados, pero felices por disfrutar de esta meseta.  ¿Volverán?  Seguramente.  Esta meseta, como dice el himno, siempre querrá a sus hijos y a quienes la vienen a buscar.

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