miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Cómo me convertí en ingeniero sin computador? (Parte I)

Hoy comienzo una serie que narra lo que fue mi carrera profesional.  El antes, el durante y el después.

Anoche, me puse a pensar sobre el por qué me terminé graduando como ingeniero de sistemas, sin tener una herramienta informática propia.  Nunca entenderé por qué lo hice ni cómo lo hice.  En estas líneas, durante estos días, les contaré mucho sobre esa experiencia.  Aquí vamos.

¿Cómo llegué y cómo fueron mis primeros dos semestres?

A la Piloto llegué gracias a una beca que me gané en un concurso, con metodología similar al Examen de Estado que se realizaba en ese entonces, allá en Septiembre de 1999.  Casi me quedo sin el cupo que me permitiría aceptar la invitación de esa universidad, pues en mi colegio -el Departamental Integrado de Anapoima, no me acostumbro a decirle "Julio César Sánchez"- decidieron seleccionar tres estudiantes de cada undécimo y echando suertes, un compañero del segundo undécimo no fue seleccionado.  Cabe anotar que aún estaba fresco el Examen de Estado para todos nosotros y la preparación que nos habían hecho para salir airosos en La Mesa el 21 de Agosto de 1999 me serviría bastante para ese concurso.

Presenté ese concurso sin expectativa alguna, sin esperar nada a cambio, en la ciudad de Girardot.  Allá tiene una sede igual de importante a la principal en Bogotá la Universidad Piloto de Colombia.  Después de un pequeño incidente, le pregunté a un funcionario si ofrecían licenciaturas allá, cuya respuesta fue negativa.  Con esa idea me regresé para Anapoima y había que esperar...

En Octubre, la impaciencia de tener decidido dónde estudiar me hizo planear con mi papá un viaje hacia Girardot, entre semana.  Había declinado buscar una opción en Bogotá, porque para ese tiempo, no estaba acostumbrado al clima frío y no quería alejarme demasiado ni de mi tierra ni de mi familia.  Entonces, la primera parada de ese viaje, fue la Universidad de Cundinamarca, para preguntar por las licenciaturas y salimos bien atendidos de allá.  Como me había ganado la Distinción Andrés Bello -en ese año se entregaron por última vez para los mejores bachilleres por cada municipio-, no era complicado para mí el ingreso, solo había que tramitar el crédito ante el ICETEX.

Cuando estábamos pensando en regresar, tuve una corazonada y le dije a Don Norman: "Papá, ¿podemos ir a la Piloto?  No sabemos nada del concurso por el cual vine y quiero saber qué pasó".  Accedió inmediatamente, y tomamos un taxi hasta allá, entramos y conocimos a Esperanza Ducuara, la funcionaria encargada de atender a los aspirantes.  Le pregunté gentilmente sobre el concurso y me mostró un documento que certificaba, para mi propia sorpresa, que había conseguido el segundo puesto en mi categoría, y por consiguiente, la beca para estudiar allá.

Supe antes que todos en Anapoima y a Don Norman le dije: "Aquí me quedo".  En Anapoima, no se enteraron hasta prácticamente finalizado el año lectivo, pues la comunicación oficial de la Piloto no había sido enviada y cuando se hizo pública, la celebración fue notoria dentro del colegio, gracias a que la noticia se entregó en una actividad cultural.  ¡Hasta el compañero que más me molestaba en ese entonces me felicitó por ese logro!

Solo quedaba ultimar los detalles, graduarme, inscribirme, legalizar la beca y de paso, arrastrar a Marcela.  Ella no tenía decidido dónde estudiar, y en parte por no dejarme solo, ingresó a la misma Piloto, pero a estudiar Contaduría Pública.  La Navidad de 1999 estuvo llena de ansiedad por esperar el día de inducción.  Debí abandonar la Banda Municipal de Anapoima y mi último concierto como integrante activo fue el sábado anterior a esa inducción, ¡fue maravilloso!

Llegamos a la inducción un 18 de Enero, Marcela estaba cerca de cumplir años y yo estaba a tres meses del mismo fin.  Llegamos con una conocida del pueblo, y con ella -junto a su hermano, quien estudiaba cocina en el SENA- viajábamos todos los días desde Anapoima hasta Girardot, recogiéndonos en casa, a excepción de los sábados, en los cuales debíamos madrugar para tomar el bus a las seis de la mañana.  Solo en una ocasión, que recuerde, no fui a clase ese primer semestre, gracias a una rabieta que tuvo el "cocinero" por un asunto familiar.  De vez en cuando me quedaba en casa de Hernán, el primer buen compañero y amigo que tuve en esa etapa.

En el currículo, ¿cómo fue ese primer semestre?  Mis materias eran, en ese orden: Cálculo, Fundamentos de Ingeniería, Lógica de Programación, Física Mecánica, Metodología de Estudio, Álgebra Lineal.  No era misión imposible, pero no era fácil, dado mi antecedente escolar en Física.  Me costó sangre, casi la pierdo, al igual que Álgebra Lineal; ambas quedaron en tres.

La que sí perdí, pero por descuidado, fue Cálculo.  Tenía todo para pasar sobrado el examen final y un error estúpido en una operación dejó la nota en 2,5.  Ahí me tiré la beca y todo el esfuerzo que hice por lograrla.  Regresé ese sábado lo más rápido posible a casa, llorando desconsoladamente por ese fracaso y ganándome una agresión violenta por parte de mi mamá varios días después.

Las otras materias, las dejé arriba de 3,5, no recuerdo cómo.  Detesté Lógica de Programación por la forma de enseñar de su profesor, aunque la materia no fue complicada.  Metodología de Estudio fue un paseo.   Fundamentos de Ingeniería tenía su cáscara.

Los compañeros...  Ingresé con casi cincuenta compañeros más.  Todos apiñados en un salón, aunque algo grande.  No nos dividieron.  Me encontré con una conocida del pueblo y con otro que pude reconocer del concurso aquel.  La gran mayoría de mis compañeros, egresados de colegios girardoteños o de Flandes, eran muy pocos los foráneos.  Una de esas compañeras, terminó siendo mi dolor de cabeza y de corazón durante un buen rato, pues me recordaba mucho a una compañera apuleña que tuve en mi bachillerato.

Recuerdo de ese semestre, la salida al Desierto de La Tatacoa, incluida en las actividades de Medio Ambiente que debíamos cumplir como requisito para graduarnos.  Esa historia después la contaré.

Finalizando ese semestre, pensaba más en cómo seguir estudiando y en cómo recuperar esa materia perdida rápidamente.  Pero una buena noticia se acercaba unos meses después.

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La Universidad había decidido hacerle ajustes al currículo de Ingeniería de Sistemas, lo cual hacía que las dos asignaturas a cursar del currículo anterior respecto al Cálculo se fusionarían en una sola.  Además, no se cursaría Física desde el primer semestre.

Mientras tanto, no pude concretar el uso del beneficio que obtuve por ser portador de una Distinción Andrés Bello, por unos documentos.  La buena noticia, es que esa sola distinción me salvó la beca, nunca supe el por qué.  ¿Sería por ser buena persona?  ¿Sería por ganarme el cariño de las altas esferas de la universidad?

Lo único "malo", es que tendría que ver todo el Cálculo en segundo semestre, a excepción de mis compañeros, quienes ingresarían a verlo pasado el mes de Septiembre.  Varios compañeros se rezagaron por haber perdido Álgebra Lineal, pues les cruzaron esa asignatura con la Física que verían los que estábamos "nivelados".

Más de la mitad de los compañeros con los que cursé primer semestre se rezagaron o se retiraron.  Quedó un núcleo bastante fuerte, el que daría de qué hablar en la universidad durante muchos años.  Gente capaz en matemáticas y en programación empezaba a destellar.  Ahí empecé a darme cuenta que algunas cosas de esa carrera no eran para mí, en especial la programación, pues la debía ver los sábados a las siete de la mañana por cuatro horas seguidas.

Esa materia se llamaba "Software de Lenguajes".  Las otras materias que vi eran, en su orden: Cálculo Diferencial e Integral, Estructuras de Datos, Física Electromagnética, Lógica y Epistemología I.  Me fue muy bien en varias materias, salvo en la Física, que pasé otra vez raspando, no se me daba.  Conocí a uno de los profesores que más influyó en mi forma de ver y pensar las cosas.  La única preocupación real era el promedio y eso me siguió ayudando con el asunto de la beca.  Además, compartí algunas materias con los compañeros de Ingeniería Civil, carrera que se empezó a ofrecer en ese segundo semestre del 2000.

En ese tiempo decidí dar el paso adelante respecto a cierta persona que me causó dolor de corazón, con su consabido rechazo mal interpretado.  Ahí empezó el calvario personal que me marcó durante varios años.  También tuve mi primera "enemistad" seria con una compañera.  Tanto Marcela como yo, cansados de los viajes diarios y de los problemas con el "cocinero", decidimos irnos a vivir a Flandes, donde una pariente de mi mamá, a la cual dejamos después de unos tres meses gracias a las intrigas y unas actitudes poco maduras del marido de ella, y por orden expresa de nuestros padres.  Terminamos pasando las últimas semanas del semestre donde una compañera de Marcela, cerca a la Universidad.  En ese semestre, cogimos la costumbre de viajar los lunes en la tarde desde Anapoima y regresar el sábado a la hora que correspondiera.

Ese final de semestre fue el primero de los pocos semestres buenos que tuve.  En Diciembre, era hora de despedir el siglo y el milenio y a pensar en el tercer semestre, que pintaba interesante.

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