viernes, 20 de marzo de 2015

"Animal nocturno".

Desde hace algún tiempo, digamos que desde que empecé a estudiar en Girardot, debí acostumbrarme a realizar labores de noche, incluso al extremo de trasnochar.  Recuerdo bien aquel trabajo de Lógica Matemática que debí hacer de noche, lloviendo y a la luz de una vela cuando viví en Flandes, para no quedar mal con el profesor Rafael.

Desde ahí, poco a poco, me convertí en un noctámbulo.  En un "animal nocturno".  Solía hacer muchas actividades de día, ahora las hago de noche.  Hasta mi mamá se preocupa por eso, dice a veces que parezco duende.  Y vaya duende.

Salgo a caminar, a disfrutar del pueblo, a ver qué hay por ahí, a ver con quién me encuentro.  Es rara la vez que me quede hasta altas horas de la noche en el pueblo, pues no me agrada llegar tan tarde a casa; eso suele suceder cuando hay eventos especiales aquí.  Sigo caminando y pienso en muchas cosas a la vez, en especial si hay que hacer algo importante al otro día.  A veces, si hay plan, puedo comer o beber algo, pero sin excederme.

Ni se diga de mis eventos.  Todos se deben hacer de noche, por obvias razones.  Ya les conté lo que "sufrí" gracias a la falta de ritmo.

Rara vez uso transporte público cuando debo regresar a casa de noche, suelo caminar, lo cual hace parte de mi vida.  Es una gran ventaja de vivir en un poblado tranquilo como este.  También disfruto de la frescura del clima a esas horas, sin el asfixiante calor que suele hacer en algunas épocas.

No creo ser ese "duende" que considera mi mamá.  Simplemente, mi reloj biológico se alteró.  Dicen que también algunos aspectos no precisamente científicos han influido también.  Lo cierto es que he aprendido a valorar este momento del día, no solo por las obligaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si viene aquí a comentar, que sea para eso, no para armar pleitos. Si viene a otra cosa, váyase para su casita y deje que otros que sí tengan voluntad de comentar correctamente lo hagan.