lunes, 17 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Conociendo la informática.

Sigo en 1996.

Para ese año, llegaron los primeros computadores al colegio, unas torres con MS-DOS 6.2 y Windows 3.1, que eran los que mandaban la parada en esa época, aún con Windows 95 en pleno auge.  Eran objeto de deseo, hasta para los amigos de lo ajeno; recuerdo bien que tuve un incidente feísimo gracias a un trackball -la bolita que hace que los ratones de esas máquinas funciones- perdido en la sala de informática.

En ese año, salió la Revista Enter en el periódico El Tiempo y obvio, quería coleccionarla, desde el primer número.  Recuerdo muy bien que salía en los días miércoles en las ediciones que no circulara la Revista Motor.  En otro feo incidente, se me perdieron esa primera edición y otra de los primeros números; conservo todavía en casa la mayor parte de esas ediciones que circulaban directamente en el periódico.

Para ese mismo año, sobre el segundo semestre, tendríamos un profesor de informática de tiempo completo, aunque pagado por el municipio.  Me refiero a Marco Tulio Criollo.  Él fue nuestro primer profesor de informática y gracias a él, me quedó el gusto por la tecnología.

Recuerdo mucho que él llevaba un libro editado por McGraw-Hill España que se llama "Informática Básica", y siempre que hubiese clase, le pedía prestado ese libro.  Alguna vez, me lo llevé para la casa, con el fin obvio de leerlo y devolverlo en óptimas condiciones, cuestión que siempre cumplía como persona de palabra que suelo ser.

Aprendí mucho sobre MS-DOS y Windows 3.1, así como la misma historia de la informática, que a duras penas, antes de su llegada, sabía sobre el lanzamiento del PC de IBM en 1981.  Aprendí inclusive sobre la pascalina y su funcionamiento más conocido en ese entonces.  Como había superado mi problema con la mecanografía, manejar un teclado de computador me facilitó mucho la vida y poco a poco fui olvidando el ruido causado por los tipos de las máquinas de escribir.  Así, poco a poco, empecé mi trajinar tecnológico y deseando cada día más desde el alma el poseer un computador y tratando de mantenerme al día en ese aspecto de la vida.

Al final del año lectivo, el profesor Marco Tulio dejaría Anapoima, por buscar otros horizontes en su profesión.  Nunca volví a saber de él.  ¿Dónde estará?  Lo único cierto, es que ese libro terminó en mi poder, porque el profesor Marco Tulio me lo regaló, y para mi fortuna -y como una forma de respeto hacia él y hacia mi propia forma de ser- aún lo conservo en la mejor condición posible.  ¡Hasta con una nota firmada por él llegó ese libro!  ¡Creo que me lo regalaron de forma sorpresiva antes de que él abandonara Anapoima!

Suelo leerlo cuando lo tengo al alcance y me sirvió de mucha ayuda en quinto semestre de mi carrera, pues ahí vi de nuevo sistemas numéricos.  Nunca olvidaré su portada ni su contenido.

Para despedirme, comparto con ustedes la portada de ese libro, sé que más de uno debe conocerlo:


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