domingo, 16 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: ¿Quién dijo promoción?

Cursaba octavo grado, allá en 1996.  El primer periodo, lo recuerdo, se manejó por el sistema de notas, que sería reemplazado por una directriz del Ministerio de Educación Nacional.  Ahora, todo lo que se refería a la calificación de los estudiantes se manejaba por una escala cualitativa.

El año anterior -1995- se rumoreaba con el tema de la promoción.  Luego de que varios estudiantes perdieran materias en sexto grado, el séptimo grado se dividió en dos grupos, y un buen estudiante que fue mi compañero en quinto de primaria y en ese sexto, se cambió de grupo, nunca conociendo sus razones.

A ambos, a él y a mí, nos tenían "candidatizados" para pasar de año automáticamente, ¿por qué?

Bueno, la figura de la promoción automática se había establecido por la reforma que se realizó de la Ley General de Educación.  Consistía en algo así: Si uno era "buen estudiante" y superaba cierto número de logros con la etiqueta "sobresaliente", el colegio podía trasladarlo al grado superior correspondiente, que en mi caso, era noveno grado.  En algunos colegios de mi provincia se aplicó, según escuché, y no se me haría para nada raro que en el Francisco Julián Olaya -el colegio departamental de La Mesa- se hubiera dado esta situación.

Tanto él, como yo, éramos demasiado buenos estudiantes y éramos los "caballos de exposición" de cada salón.  Superábamos todo con creces, sin demasiados problemas.  Aún así, con una pared separándonos, teníamos una buena relación.

Faltaba lo importante...  La promoción ansiada y que en cierta forma se deseó, no se presentó.

¿Por qué no se presentó?  Quizá por miedo, quizá por ignorancia, quizá por algún factor psicológico, quizá por la misma edad...  Lo cierto fue que terminé mi bachillerato con la mayoría de compañeros con los cuales lo inicié, joven todavía y con un récord.  Años después, me enteré que una persona había logrado su bachillerato con menos edad que muchos que salieron de ahí a mi edad de ese entonces.

¿Cabría yo en ese grupo de las hijas de las profesoras, de Bernardo, de Jaime Díaz, de Yair, de Manuel Poveda?  No lo supe, aunque podría decir que no encajaría nunca en un grupo fuerte como ese.  Quizá lograría salir de bachiller a los catorce años, como esa persona hace unos ocho años.

El status quo hizo de las suyas, como en aquel capítulo de Los Simpson donde Lisa fue promovida y Bart fue devuelto al tercer grado.  Al final, no me importó demasiado ese asunto.  Ahí seguí y el camino al 26 de Noviembre de 1999 continuó.

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