lunes, 24 de noviembre de 2014

Quince años, quince historias: Cuando uno no tiene profesores buenos...

Así como tuve profesores muy buenos, también tuve profesores, que de una u otra forma, me decepcionaron, pese a sus buenas intenciones.

No recuerdo haber tenido profesores de dudosa reputación en mis dos primeros años de bachillerato, aunque recuerdo que no tuvimos un profesor de Educación Artística de manera estable en séptimo.

En octavo y décimo, empezaron los problemas.  Tuvimos de profesora de matemáticas y de trigonometría a la misma Coordinadora Académica, la licenciada Luz Marina Monsalve.  Por sus propias labores en la coordinación, perdimos muchas clases y la consecuencia fue obvia, no aprendimos a factorizar bien, ni aprendimos a realizar las famosas elípticas.  Yo debo decir que no la culpo por sus reiteradas ausencias, culpo más al colegio por ese exceso de trabajo que le cargaron.  Es más, ni mala docente es, porque se notó su gestión y sus ganas de sacar el colegio adelante en muchas malas situaciones.

En ese mismo octavo, nos quedamos sin profesora de inglés, y llegó un profesor que, me perdonarán la expresión, tenía más labia que pedagogía.  Me refiero a Apóstol Espinel.  Lo apodamos "Morbosín", porque no era precisamente un adalid de la decencia en algunas ocasiones. ¿Aprendimos algo de inglés con él?  No mucho, quería que aprendiéramos a hablar el idioma de Shakespeare escuchando canciones, cuando a duras penas sabíamos construir frases con las correctas normas gramaticales que impone ese idioma.  Creería que es un consenso general que él fue el peor profesor que tuvimos y quizá, el peor que ha tenido el Colegio Departamental Integrado de Anapoima.  Nos lo aguantamos hasta undécimo.

A esta mala hora de la vida hubiera deseado haber recibido una clase de inglés con Martha Carrillo o con Amanda Arrechea, en ese tiempo tenía muy buenas referencias de ellas.  Bueno, el que recibió instrucción de ellas fue mi hermano, a él lo hicieron sufrir lo suficiente (?) en inglés.

Así como hablo de lo malo, no puedo ignorar a los buenos profesores y profesoras que tuve: Leticia Rojas, Cecilia Mantilla, Amparo Melo, Leonel Urrego, Luz Helena Cáceres, Héctor Fernández, Aníbal López, Gilma Acevedo, Sandra López, Carlos Baquero, Isabel Baquero, Nancy Quevedo, Jorge Vallarino, Lisbeth Hernández.  Seguramente se me escapa algún nombre, pero creo que ellos se quedaron en mi recuerdo por las buenas enseñanzas que nos dejaron.

Como lo había dicho, muchos de estos profesores que nombré, ahora disfrutan de un merecido descanso por tantos años dedicados a forjar generaciones de anapoimunos.

Volviendo al tema, y para cerrarlo, pese a estas decepciones, las fallas conceptuales no hicieron demasiada mella en mi futura formación, pero de todas formas..., en algún momento tendrán que notarse, ¿verdad?

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