jueves, 3 de abril de 2014

Raíces.

"Nunca olvides tus raíces, por más arriba que estés y por más cosas que hayas logrado"

Estos dos últimos días, han sido tristes para mí.

Mi abuelo paterno -Francisco, "Don Pachito" para los que lo conocen en San Antonio- ha estado hospitalizado, primero en La Mesa, luego en Bogotá, por problemas coronarios.

Mi padre me llamó el sábado, dos minutos después de que me había comprometido a realizar algunos trabajos, para informarme de esa situación.

No pude visitar a mi abuelo entre ese sábado y el martes, pues aparte de comprometerme ese sábado, también terminé con el domingo y el lunes comprometido.  El lunes supe que lo habían trasladado a Bogotá, a una clínica especializada, y eso me motivó aún más a verlo, pues tenía planeado un viaje para una diligencia importante y un encuentro que no demeritaba el trayecto.

Mi papá no podía visitarlo, por su trabajo, y por ello tuvo una agria discusión con mi hermano.  Mi hermano también trabaja en Bogotá, pero eso y una relación sentimental lo absorben excesivamente.

Ayer pude visitarlo, en una clínica en Teusaquillo, agotado, demacrado.  Le habían realizado una arterioscopia.  Lloré de la rabia por no haberlo visitado en La Mesa.  Lloré porque no quería verlo en una cama de hospital.  Lloré porque no quiero verlo partir así.  Lloré porque pensé en mi abuela, aún adolorida por la partida de uno de sus hijos hace algún tiempo.  Lloré porque de él heredé cosas buenas, como el amor por su terruño.  En fin...  Le pedí perdón por no haberlo visitado, y él aceptó.

Él me dijo que en cualquier momento le llegaría la hora de partir.  No quiero que él parta así.  Prefiero partir primero, por todo lo que me ha sucedido.  Le dije que no quería verlo en una cama el 15 de Abril.  Lo más seguro es que lo visite en San Antonio ese día.  Ayer él cumplía años, me enteré tarde y me entró más rabia combinada con tristeza por ese detalle.

Hoy, fui a visitarlo nuevamente, con una noticia que no fue completamente de mi agrado.  Los especialistas que lo atendieron, decidieron implantarle en su cuerpo un marcapasos.  El procedimiento era riesgoso, dada la edad de mi abuelo.  Regresé hacia Anapoima con la mente puesta en su salud.  Llegué con la noticia de que el procedimiento fue exitoso.  Ojalá pueda vivir muchos años más.

Vuelvo a la discusión entre mi papá y mi hermano.

La vida me enseñó a que uno debe sentirse orgulloso de la tierra que lo formó y no mirarla desde arriba con desprecio mundano.  He visto casos de gente conocida, que por llegar a determinada universidad, se creen lo mejor de lo mejor.  He visto casos, que por tener contactos con gente de "alta alcurnia", intentan imitar, y para mal, esos estereotipos.  No caí en esos cuentos.  Cuando llegué a la Piloto, viajaba frecuentemente a casa, sobre todo los fines de semana.  Estaba pendiente de ellos, de mi familia, de mis amigos, de lo que sucedía en casa.  En la lejanía me enteré de varias malas noticias.  En la lejanía, también me enteré de otras buenas noticias.

No puedo creer que mi hermano haya salido con la respuesta que le salió a mi papá en plena discusión y con la que me salió cuando lo llamé hoy.  Lo tildé de ingrato.  Uno siempre debe estar agradecido con Dios por tener viva a su familia.  Sé que uno debe asumir las pérdidas cuando llegan, pero se debe agradecer la vida cuando se tiene.  Hay que visitar a la familia, cuando se tiene el tiempo, pedir por ella, hacer algo bueno por ella, independientemente de los conflictos que se tengan, independientemente del hecho de no tener recursos para llevar al menos un plato de comida.

Hay que visitar a los amigos, a la escuela, al colegio, a aquellos sitios de juegos.  Hay que recorrer las calles, ascender las montañas, recostarse en los campos.  Es bueno recordar todos los gratos momentos que se vive en la tierra que te formó.

¡Nunca se debe negar el origen!

¡Nunca negaré que soy anapoimuno, a pesar de que haya nacido en otra ciudad!

¡Nunca negaré que mi familia es campesina y que viví en una vereda!  ¡Tampoco negaré que mi familia es oriunda de una vereda!

¡Nunca negaré que estudié en el sistema de educación pública!

¡Nunca negaré mi sangre, por más que el sistema clasista lo imponga!

¡Nunca negaré mi patria, así me dé tantas insatisfacciones y problemas!

En algún momento contaré qué hubiera sucedido si hubiera dejado el país cuando era niño.

Y para concluir, nuevamente espero que mi abuelo viva muchos años más, que mi papá y mi hermano se reconcilien y puedan visitarlo, y que aquella persona que aprecio mucho y me tiene tan mal, no se olvide que en su tierra aún hay gente que la aprecia y que quiere una muestra de misericordia.

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